EL MIRADOR

Creo, viejo, que Urbano la cagó

Celia Villalobos, personaje con luces y sombras, se ha convertido en un conflicto moral para el PP

Teodoro León Gross

Martes, 27 de octubre 2015, 12:21

Cuando José María García Urbano iba a concluir su estupenda conferencia de ayer en el Foro Nueva Economía, dando lustre a su cartel de candidato ... a renovar la lista al Congreso como estrella emergente de la bancada derecha, de repente proclamó su admiración por Celia Villalobos. Y ahí, en ese instante de gélida estupefacción, toda la inteligencia reformista desplegada en su conferencia se desvaneció. Fue como aquel personaje del relato 'Creo, vieja, que tu hijo la cagó' de Valdano sobre un joven guardameta, el Gato Felpa, en el gran partido del año para resolver el título: tras detener un penalti en el último minuto con 0-0, se confió extasiado entrando en la portería a por su gorra y fue gol bobo en propia meta para estupor del público y de su padre enfermo, cuyo comentario fue exactamente el suscitado ayer por el conferenciante:

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-Creo, viejo, que Urbano la cagó.

Sí, García Urbano es tal vez el político más interesante en Málaga de la hornada del siglo XXI. Su perfil ya es sobradamente conocido: abogado del Estado, notario y registrador -las tres 'maiors'- dedicado apasionadamente a la gestión pública. Ha repetido en la alcaldía de Estepona, algo insólito, con el heraldo de ser el más votado en una ciudad. Ahora el PP maneja su nombre para el Plan Renove en el Congreso. Ayer volvió a percutir sus ideas reformistas sin cortarse ante la nomenclatura: «Exijo una cultura de la ejemplaridad a la clase política».

Otrosí: «Se nos llena la boca hablando de transparencia, pero sin credibilidad es un esfuerzo estéril».

Otrosí: «La buena gestión no es suficiente para la prosperidad de los ciudadanos; se requieren reformas administrativas».

Otrosí: «Nueva Política sólo habrá con confianza en los gestores públicos».

Y así una tras otra, andanada tras andanada, meritocracia, limitación de mandatos, independencia judicial, efectividad en vez de efectismo... Y de repente, como el Gato Felpa, va y se mete un gol en propia meta al rematar: «admiro especialmente a Celia Villalobos... política de gran altura... un referente».

¿Cómo se puede decir «exijo una cultura de la ejemplaridad a la clase política» y a la vez defender así a Celia Villalobos?

Esto es como exaltar el fair play y a Valentino Rossi. No hay modo. Celia Villalobos es un personaje con luces y sombras, pero a estas alturas se ha convertido en un conflicto moral para el PP: es la n.º 1 de la lista al Congreso desde hace tres décadas, así que lleva en San Jerónimo casi tanto como los leones, y a los sesenta y seis ya es razonable renovar el cartel. Sí, tuvo su momento de gloria, pero de un tiempo a esta parte ya sólo genera líos como el Candy Crush. Así que en un discurso reformista, exaltar a Celia Vilallobos es una contradicción fatal, un baldón, una concesión grosera al cabildeo partidista. Y además, claro, una decepción.

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