Facebook ha enfurecido a muchos usuarios al no incluir la pestaña del pulgar hacia abajo. Vale, sí, ese es un delicioso gesto imperial que por ... un instante nos emparenta con César o Calígula, pero tampoco es para tanto. Siempre se puede recurrir al teclado y escribir, incluso en mayúscula, NO ME GUSTA o más malaguitamente 'Vayustalamierda'. En todo caso Facebook ha preferido limitarse a siete iconos de emociones donde, además del neutro 'Me asombra', prevalecen cuatro sentimientos positivos -'Me gusta', 'Me encanta', 'Me divierte', 'Me alegra'- sobre los negativos 'Me entristece' y 'Me enfada'. Pero deducir que Zuckerberg está camelando a su clientela para cultivar la utopía de 'un mundo feliz', como en la parábola de Huxley, parece una simpleza. La empresa debe creer, sin más, que les irá mejor con un clima de buen rollo. Está claro que Facebook no pretende parecerse a la gente; si acaso, que la gente se parezca a Facebook.
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Tampoco es raro que los usuarios de Facebook se agarren un cabreo algo infantil por la falta del botón 'No me gusta', considerando que Facebook fomenta un rollo algo infantil. De hecho, sus emoticonos ofrecen un esquema más flowerpower que 'Del revés', el peliculón de Pixar de esta temporada. En la sala de máquinas del cerebro de una cría en mal momento hay cinco emociones que manejan los mandos: Alegría, Tristeza, Ira, Asco y Miedo. Ese esquema de cuatro negativas, donde falta una emoción básica como Sorpresa, resulta más adulto que lo de Facebook. Y no es tan simple, claro. La película, sin más doctrina, reivindica el valor del miedo para sortear peligros, como también la repulsión; el valor de la ira, que a menudo es el acicate para rebelarse y pelear; y sobre todo el valor existencial de la tristeza. Mientras Facebook quita el botón de 'No me gusta', esa peli infantil reivindica la pena.
Hay motivos para interesarse por los emoticonos: irrumpen cada vez más en la comunicación masiva por whatsapp o las redes. A menudo definen el calado emocional de un mensaje -odios, incertidumbres, alegrías, perplejidades- tanto o más que el lenguaje gestual. Hay ya decenas de ensayos académicos, sobre todo en EEUU; y se sabe que los hombres hacen la mitad de uso que las mujeres, refugiándose a menudo en el jajaja, incluso más tímidamente jejeje sin reír a mandíbula batiente, o un ohhh. Tampoco pasa nada. En The New York Times, la sección 'Men's Style' se preguntaban hace meses si un hombre adulto debería hacer uso de emoticonos. Creo recordar que la conclusión era 'sí pero', para conversaciones superficiales. El caso es que hay muchas conversaciones superficiales. No se trata de escribir whatsapps como Heidegger. Hay momentos para emoticonos. Por demás, si no se tiene un botón de 'No me gusta', siempre se puede recurrir como Fernán Gómez al placer castizo de clamar ¡A la mierda!
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