Fiesta Nacional
España siempre arrastra una relación incómoda con su Historia; eso es parte de la identidad de España
Teodoro León Gross
Lunes, 12 de octubre 2015, 12:58
Admitamos que una Fiesta Nacional en España, para ser genuinamente su Fiesta Nacional, requiere algo de mal rollo. Sin cierta bronca no sería la Fiesta ... Nacional española, claro. Y ese éxito se cumple año tras año con facilidad ejemplar: a las dos españas, que llevan un par de siglos a garrotazos como en la metáfora gráfica de Goya, se le suma el puzzle de las diecisiete españas autonómicas que sirvió para relanzar viejas querellas territoriales. Las combinaciones del eje ideológico y el eje territorial multiplican las posibilidades (la violencia de la izquierda abertzale, la xenofobia de la derecha catalana, etcétera) y garantizan siempre algún conflicto, o más de uno. La Fiesta Nacional tiene asegurado su plus anual de mal rollo.
De momento el eje territorial está particularmente agitado, con el 'proceso' catalán ahora bajo la presión de la CUP para proclamar ya una República Independiente, pero el eje ideológico siempre está ahí. En víspera de este 12 de octubre, la izquierda se pronunciaba en Sevilla contra el homenaje tradicional a Colón, no ya por su trasnochado formato religioso -tedeum catedralicio antes de la ofrenda floral- sino por el genocidio de indígenas blablablá. Como los podemitas, en IU se preguntan «¿Qué pinta Sevilla celebrando que nuestros ejércitos arrasaran pueblos y países enteros, destruyeran su cultura y robaran sus riquezas?». Sin necesidad de bajar a los argumentos elementales -¿se puede no soportar a Colón pero asumir con naturalidad el legado del estalinismo?- la incapacidad para comprender y valorar el hito del 12 de octubre retrata su anchura de miras. Pero España siempre tiene una relación incómoda con su Historia; es parte de la identidad de España.
La Antihistoria de España, de hecho, ha sido clave para el nacionalismo: el uso propagandístico de una ficción histórica con la que legitimarse. Santos Juliá lo resume en un concepto certero: 'la nacionalización del pasado'. Se trata de construir un traje a medida del proyecto político, con flecos de lo que Baudrillard denominó 'el blanqueo de la Historia'. Olvídese de esos bobos que se dedican a proclamar que Cervantes era catalán o que Santa Teresa no de Ávila sino de allí -ellos son la metáfora chusca del fenómeno: ¡si vamos a inventar la Historia, hagámoslo a calzón quitado!- esto es un restyling ventajista. «Cataluña es una sociedad enferma de pasado» destacaba alguien días atrás en la presentación de la 'Historia de Cataluña' de Jordi Canal sin concesiones a la fantasía. Y el politólogo Pau Marí-Klose ha descrito bien esa 'batalla por la hegemonía epistémica': el uso político de investigadores académicos para construir coartadas del discurso soberanista. Tener una Historia arrojadiza es esencial.
Y así se celebra hoy la Fiesta Nacional. Claro que a la vista de la feliz desunión, se diría que España goza de buena salud. Eso es España en estado puro.
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