Mas gana pero pierde
Ningún gobierno o institución en el mundo daría credibilidad a un plebiscito bajo el listón del 50%
Teodoro León Gross
Lunes, 28 de septiembre 2015, 12:31
En el Parlament saliente, CiU y ERC sumaban 71 escaños, mayoría absoluta; ahora, CiU+ERC+ANC+Omnium, con la euforia plebiscitaria y las diadas, suman ... 62, lejos de la mayoría absoluta. Sí, Mas ya tenía ganadas estas elecciones del 27S, al margen del recuento, doblemente: primero, con la lista soberanista ante la amenaza de ERC, bloqueando así el 'sorpasso', y además , emboscado en el n.º 4 de la lista, evitando rendir cuentas ante el electorado tras la legislatura perdida; pero también al lograr que el 27S fuese percibido como plebiscito de independencia, algo finalmente interiorizado por la ciudadanía en Cataluña y en todas partes. Doscientos periodistas de ochenta medios no van a unas autonómicas. Mas ya llegaba ganador a la noche electoral, beneficiándose del dontancredismo gubernamental de Rajoy en la Moncloa. La paradoja, sin embargo, es que el ganador es a la vez el gran perdedor.
El jefe de campaña de JuntsPelSí, con la euforia de los primeros datos, proclamó: «Nadie cuestiona que esto ha sido un referéndum plebiscitario». Sí, así es, pero un plebiscito se gana con el 50% de los votos. Ningún gobierno o institución en el mundo daría credibilidad por debajo de ese listón. Y los independentistas no lo alcanzan, incluso sumando a la CUP, cuyo candidato sí había asumido en campaña el listón del 50%+1 voto. La milonga de Mas de la mayoría de escaños no cuela, cuando un escaño en Barcelona vale 50.000 votos y en Lérida poco más de 20.000. Han ganado las elecciones pero han perdido el plebiscito. Y Mas, de hecho, puede no ser investido president si la CUP, con una fuerte impronta antisistema y antieuropea, cumple su palabra. El desastre del ganador.
La división de Cataluña ha derivado en una fractura social provocada por la estrategia rupturista de Mas, y ese sí que es un desastre irreparable en años, si no definitivamente. Habrá que confiar en Ciudadanos para liderar el bloque constitucionalista con inteligencia, después de la contribución fatal del PP de Rajoy radicalizando la tensión con una miopía catastrófica -el pago en las urnas es duro: quinto partido- y la tradicional esquizofrenia de la izquierda socialista, ¡mira quién baila!, rehén del nacionalismo. Con Podemos no se puede contar para un bloque constitucional, y menos tras su fracaso estrepitoso, con peor resultado que ICV en 2012.
El fracaso triunfal de JuntsPelSí tiene otra clave. A partir de ahora ha de gobernar una lista diseñada para independizarse pero no para gestionar un territorio como Cataluña, sin programa y sin coherencia para un gabinete. Esto pinta mal. Allí han ido a las urnas tres veces en cinco años, además del 'butifarréndum' del 9N. Y esto sólo ha servido para que Mas huyera hacia delante, sembrando la trayectoria de fracasos propios y colectivos. Tal vez logre hacerlo una vez más. La política es así. Pero las matemáticas no: el plebiscito se ha perdido.
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