50% menos X, el plan de Mas
El president se resiste a asumir el reto de ganar en votos, trampeando las reglas del juego de la democracia
Teodoro León Gross
Miércoles, 9 de septiembre 2015, 12:27
Hay una ironía que retrata bien a Artur Mas: fijar la victoria de su plebiscito sin el requisito de la 'mayoría'. El president se resiste ... a asumir el reto de ganar en votos. Trampeando las reglas del juego de la democracia, no como en Quebec en 1995 donde el proceso fracasó por un margen apuradísimo de 50,6% vs 49,4%, o recientemente en Escocia bajo la regla universal de la mitad más uno, Mas se refugia en la mayoría parlamentaria de escaños con el bonus de la Ley d'Hont aun con minoría de papeletas. Claro que ¿por qué iba ser esto una excepción? Cuando no se acepta la Historia, la economía, Europa o la legalidad, por qué se iba a aceptar la aritmética. Para Mas las matemáticas no son el alfabeto de Dios, como decía Galileo, sino otro instrumento al servicio del independentismo. Se trata de fijar una solución sin margen de derrota, como en la humorada:
- Tiremos un dado y si sale un número del uno al cinco, Cataluña es independiente.
-¿Y si sale seis?
-Si sale seis, tiramos de nuevo.
La aventura emprendida por Mas provoca particular incertidumbre porque lo que suceda no dependerá de la lógica racional de los hechos. La realidad se adaptará a sus planes, no sus planes a la realidad. En 2001 sostenía que el acuerdo de financiación con el Gobierno era «el mejor en los últimos 20 años», pero dos años después ya era papel mojado; en 2011 se resistía al independentismo ante la Secretaría de Estado de EE UU antes de travestirse a golpe de fracasos electorales; en su huida hacia adelante mutará a su antojo. Y esa teatralización cuenta con la ventaja de tener como némesis a Rajoy (Arcadi Espada: «A veces Rajoy tiene dificultades para saber qué es hacer política y especialmente qué es hacerla en el caso del secesionismo catalán») obsesionado por su victoria en diciembre. De ahí saca Mas buenas coartadas para el maniqueísmo tan sabinoaraniano que desprendía su carta semiágrafa 'A los españoles'. Sin duda la sintaxis, como creía Valery, es una potencia del alma.
La farsa apócrifa de una Cataluña sojuzgada por España ha cuajado como caldo de cultivo lleno de odio. Y eso no son 'emociones políticas' al servicio de una democracia cívica, como propone Martha Nassbaum, sino su reverso. Nada mejor que arrancar la campaña con un 11S. Cataluña, de hecho, ha logrado meter también el presente en su relato mítico. Si fantasean con la cuna medieval de la democracia, la Guerra de Sucesión de 1714 como Guerra de Secesión, los Paisos Catalans, Miquel Sirvent autor del Quijote. por qué no inventar las balanzas fiscales de los lánder o una riada de dos millones de almas en la Diada que, contadas uno a uno con tecnología digital precisa, se reduce en dos tercios. Todo, también la aritmética, debe estar al servicio de la causa. Así que en lugar del clásico democrático del 50%+1 voto para ganar, lo suyo es 50%-X, donde X es lo que haga falta, sin más.
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