Cargos de confianza
Isabel Naranjo
Miércoles, 1 de julio 2015, 12:33
Se han convertido, muy a su pesar, en los cabeza de turco del nuevo panorama político emanado de las urnas a partir de las últimas ... convocatorias electorales. Son ahora la moneda de cambio de los partidos emergentes, y de quienes tienen o han tenido la llave en definitiva para consolidar o aupar gobiernos en pueblos y ciudades de España.
Esos partidos que, en no pocas ocasiones, se llenaron la boca al promulgar la necesidad de aligerar la administración pública y que ahora sorprenden sin sonrojo en muchos casos con prácticas que rozan el nepotismo, caso de la flamante alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, a quien no ha temblado el pulso a la hora de nombrar a dedo a determinados cargos con quienes mantiene lazos familiares.
Lo cierto es que la ligereza con la que tradicionalmente se ha contratado a personas no pertenecientes al cuerpo de funcionarios en las instituciones ha contribuido a desvirtualizar su labor, y ha cuestionado hasta la saciedad la verdadera utilidad de esa figura.
Son, en ese sentido, una suerte de agraciados en el sentido amable del término y de estómagos agradecidos visto desde la órbita peyorativa, a quienes todos miran con gran recelo -y mucha envidia, de la insana, por qué negarlo-. Están en el punto de mira, y lo saben, y han de hacer a los gobernantes reflexionar al respecto y decidir con tino y acierto quién merece estar en ese grupo que cada vez va a ser más selecto.
Pero como no es justo generalizar ni meter a todo el mundo en el mismo saco, qué menos que romper una lanza a favor de quienes desarrollan su labor de manera magistral. Con sobrada preparación y con gran capacitación para el cargo que se les ha encomendado; esos que se sitúan a años luz de quienes han llegado al puesto a través de dudosos méritos que echan por tierra el quehacer de los anteriormente referidos.
Pero ya lo dijo ayer el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre: la política no es para siempre. Y pese a que no parece querer aplicarse el cuento a sí mismo a tenor de las décadas que lleva dedicándose y viviendo de la actividad pública, al menos sí puede ser una máxima que algunos habrían de tatuarse en la frente. Ni la política, ni prácticamente nada es para siempre.
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