Encuentros con identidades

Isabel Guerrero

Lunes, 23 de junio 2014, 13:48

Quizá un festival al aire libre en el Ensanche no sea el espacio adecuado para pensar en tu quinta, que aún tiene ganas de meterse ... en las primeras filas de un concierto de Standstill y participar del ritual colectivo e divertente de la cultura pop. O sí. Observas a algunos con nenes encima de los hombros; y a otros, adultos a la fuerza, manteniendo el tipo teenager. Pero el tiempo transcurre y aparece la obligación de cierto ajuste de cuentas con el pasado. Como en My Favourite Dress, hit sentimental de George Best, el disco: recuerdas aquella letra que cuenta la historia de un vestido predilecto y añorado, palpado por las manos de un nuevo amor (para despecho del narrador de la canción, que tanto gustaba radiar al llorado John Peel). En cuanto al futuro, se presenta complicado cuando careces de plan y la incertidumbre es tu día a día. Tu generación fue conformando las filas del precariado: empezó el partido con resultado adverso, y jugará en condiciones muy nefastas la segunda parte que le queda. A los tardosetenteros les endosaron la antepenúltima letra del alfabeto, tendrían que vivir casi de incógnito, entre la sordera de sus predecesores y el empuje del offspring Así te mueves e intentas comunicarte, intergeneracionalmente, hasta con ingenuidad. Pronto asoma una sensación de inutilidad, porque sales a la calle y los encuentros con identidades se convierten, a veces, en un soberano coñazo: pocos inquieren y escuchan, y el monólogo sin fin de la mayoría aburre y entumece tu mente. Te desconecta del escenario hiperconectado, el de la exposición permanente que Byung-Chul Han denuncia en La sociedad de la transparencia, un ensayito revelador que apunta a la necesidad de reconquistar esas cotas de misterio y privacidad a las que hemos ido renunciando, dominados por un ego insaciable. Si eres capaz de permanecer inmóvil durante unos minutos sin echar mano del móvil, ya habrás conquistado algo. Parte de lo que fuiste en el ayer aislado que sería un Alcatraz para la juventud de hoy día, que todavía es posible traer al presente sin caer en monsergas sobre edades pretéritas mejores.

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