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MELCHOR SÁIZ-PARDO
Martes, 17 de octubre 2017, 00:53
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VIGO. «Terrorismo incendiario». La expresión que usó el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, resume en dos palabras las sospechas de todos los agentes de la Policía y la Guardia Civil que están asignados a la decena de investigaciones preliminares abiertas desde el domingo sobre la ola de incendios que asola Galicia. Nadie en los dos cuerpos ni en la Xunta ni en el Gobierno central duda de que es «imposible» que en solo 24 horas del domingo se declararan de manera simultánea entre 125 y 150 focos sin que mediara una «masiva acción coordinada», que incluyó otros 50 puntos en la noche del sábado.
Los investigadores ya apuntan a que la oleada de incendios fue obra de, al menos, un grupo, cuyos componentes lograron en pocas horas moverse por el sur de la provincia de Pontevedra, el norte de la Orense, el sur de Lugo, el suroeste de Asturias y el oeste de León.
Los pirómanos -sostienen fuentes del Ejecutivo central- escogieron para desatar el infierno el que probablemente fuese el momento más crítico de los bosques gallegos en las últimas décadas: una prolongada sequía de meses unida al paso de los coletazos de Ophelia. El domingo, la cercanía del huracán a las costas gallegas provocó la situación perfecta para avivar cualquier incendio: vientos de hasta un centenar de kilómetros por hora, temperaturas que llegaron a superar los 25 grados y una humedad en el ambiente inferior al 30%. Todo ello sumado al hecho de que la mayoría de las brigadas anti incendios han sido desmovilizadas ya tras la campaña de verano y que los recortes en el mantenimiento de los bosques en los últimos años hacen que en el monte haya mucho más material combustible. Las fuerzas de seguridad del Estado -que tienen en su punto de mira a una decena de personas, buena parte de ellas de la provincia de Pontevedra, la más castigada- no han practicado detenciones. Solo en Ponferrada, León, la policía local arrestó a un individuo de 40 años por provocar seis incendios en la capital del Bierzo, bastantes horas después de que se desatara la tormenta de fuego en Galicia.
Ni la Fiscalía ni los investigadores quieren anticipar hipótesis aunque manejan la tesis de que los incendios tengan una «motivación económica». No creen que una acción de esta envergadura pueda ser fruto de rencillas (ya que las zonas afectadas no tienen relación entre sí) ni fruto de una «locura colectiva».
«Hubo una intensa intención de hacer daño en los lugares de mayor impacto, incluyendo zonas urbanas y periurbanas». «Nos atacaron indiscriminadamente y no pudieron hacer más daño», quiso dejar claro Núñez Feijóo, quien tildó de «homicida» la acción.
«Galicia está harta de verse atacada por incendiarios que se valen de las condiciones meteorológicas; harta de que se relativice la actividad incendiaria cuando se habla de terrorismo incendiario. Desde el domingo somos más conscientes de que se trata de producir daños irreparables en la población», aseguró.
También el presidente del Gobierno en su visita a Pazos de Borbén, en Pontevedra, una de las zonas más afectadas señaló la intencionalidad. «Ha sido provocado, estas situaciones no se producen por casualidad», avanzó Mariano Rajoy, quien se hizo eco de una de las estadísticas que esgrimen los investigadores para hablar de ese terrorismo incendiario: el domingo hubo, apuntó el presidente, 125 fuegos en la comunidad cuando el máximo registrado históricamente en el mes de agosto fueron 50. La Unidad Militar de Emergencias también señaló que tantos focos a la vez no pueden ser achacables a simples causas naturales.
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