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ARTURO CHECA
MONZÓN.
Domingo, 14 de octubre 2018, 00:41
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Óscar Arenas (Puçol, 1992) tiene ADN de Guardia Civil. Hijo del cuerpo, oficial desde los 18 años, cuatro cuarteles en tres años y una vocación grabada a fuego. Él es el teniente agredido en Alsasua. Por primera vez habla en una entrevista y da la cara. «Ahora soy el teniente de Alfafar (su próximo destino), como antes lo fui de Monzón. Siento como mía cada tierra».
-Al cien por cien. Sin secuelas físicas ni psíquicas. El cirujano hizo un trabajo único, porque igual un milímetro arriba o abajo los tornillos que llevo en un tobillo me hubieran inutilizado la pierna. La operación salió genial y el posoperatorio lo trabajé mucho, con el inestimable apoyo de un preparador físico de Valencia, Miguel Maeso. Gracias a él no me quedé cojo. Ahora sigo con la misma ilusión y ganas de siempre, igual que cuando salí de la academia.
-Recuerdo que el sargento y su pareja habían llegado a Alsasua hacía apenas dos semanas. Fuimos a cenar al bar de mi pareja. Había buen ambiente y decidimos ir al Koxka, que lo frecuentaban amigos de Mari Jose y yo ya había ido alguna vez. Allí se empezó a liar. Comenzaron a pegarnos y nuestra única preocupación era salir del bar, pero fuera había preparada una encerrona mayor. Recibí muchísimos golpes. Estaba aturdido y sangraba por la boca. No pude mantenerme en pie y caí al suelo, indefenso. Yo decía que se marcharan e intentaba llamar para que enviaran refuerzos y la ambulancia. Después recuerdo ya estar en el hospital, acompañado de Mari Jose. Vino el sargento, con golpes y la ropa hecha jirones. Y empezaron visitas de mandos de Madrid, compañeros... No faltaron paisanos de Alsasua.
-Sí, porque cuando estaba tan aturdido noté que iba a perder el sentido. Estaba en el suelo, con el tobillo partido y sangrando por la boca. No te das por perdido, pero te das cuenta de que estás en una situación muy complicada, más cuando ví que me iba a quedar inconsciente y ya no sabía qué iba a pasar. Fue eterno, porque los golpes no cesaban.
-Los paisanos de Alsasua que me conocían no me han fallado. Muchos me han defendido y eso, con el ambiente de allí, puede complicarte mucho la vida. Pero lo hicieron porque me conocen bien, y eso me hace sentir orgulloso. He seguido viéndome con ellos, he continuado yendo a Alsasua, les invito a vinos, ellos me invitan a mí... No se ha roto nada. Yo sé cómo son ellos y ellos cómo soy yo. Tengo 26 años y llegué allí con la idea de tratar a la gente como en Valencia. No hay ciudadanos de primera ni de segunda. Trato a la gente de la misma manera esté donde esté, tengan las ideas que tengan, incluso si esas van en contra de las mías o en contra de mí personalmente.
-Hay gente a la que tengo que llamar obligatoriamente si paso por Alsasua, no puedo dejar de hacerlo, porque pasamos allí muy buenos ratos. He vuelto varias veces y me he encontrado muy bien. Hablando con vecinos y preguntándome cómo estaba. Al pueblo de Alsasua, para nada le guardo rencor. Al contrario, me queda una espinita de haberme tenido que ir de allí de esta manera, sin un relevo como toca y con los planes a medias. Volvería destinado sin importarme a Alsasua o a Navarra.
-Sufriendo mucho, pero con entereza. Mi padre es guardia civil y sabe lo que hay, igual que mi madre teniéndolo a él toda la vida al lado. Saben lo que puede pasar. Es un oficio con este riesgo. Yo me expuse a él y me ocurrió. Estoy muy orgulloso de ellos y por su lucha para que haya justicia.
-No. Jamás (Se ríe). Jamás, jamás. Si no tuviera el uniforme, volvería a intentar entrar en el cuerpo. Mi trabajo es mi 'hobby' y ojalá dure mucho y pueda estar en sitios en los que ayudar a la gente. Es la ilusión de mi vida. Amo lo que hago pese a todo y nunca cambiarán mi vocación, mucho menos a golpes, puñetazos y patadas. Se me puede convencer de muchas formas, aunque soy testarudo, pero, a golpes, nunca. Si hubiera podido continuar en Alsasua, que no me hubiera importado, no habría cambiado nada por lo que pasó.
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