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O. SUÁREZ
Domingo, 24 de febrero 2019, 00:04
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gijón. Pedro Nieva le enseñó personalmente a uno de los sicarios el terreno en el que se movería cuando ejecutase el plan para el que supuestamente le había contratado. El considerado inductor del crimen de Javier Ardines se desplazó a Llanes unos dos meses antes en compañía del argelino Djelali B. y Jesús M., el presunto mediador. El objetivo era guiarle por una zona en la que ubicarse puede no resultar sencillo para un foráneo.
Le señaló la casa de su objetivo -su primo político, al que quería liquidar por celos-, el camino por el que saldría hacia la carretera general de Belmonte de Pría -donde finalmente decidieron que era el mejor lugar para atacarle-, las vías más rápidas de escapatoria por la autovía del Cantábrico e incluso la parcela en la que se acumulaban las vallas de obra y con las que finalmente le tendieron la trampa. «¿Estáis dispuestos a matar?», dijo en el interrogatorio el presunto sicario que le preguntó Nieva, quien desde diciembre de 2017 tuvo constancia que su mujer, Katia, le era infiel con el marido de su prima.
En una segunda visita a Asturias se desplazaron ya los dos ciudadanos argelinos. En esa ocasión, según queda acreditado en la ardua investigación realizada por la Unidad Central Operativa (UCO) y la Policía Judicial de la Comandancia de Gijón, vigilaron a Javier Ardines. Le sometieron a un exhaustivo seguimiento para conocer sus rutinas, sus costumbres, los horarios, los lugares que frecuentaba y las personas con las que se relacionaba. Si el primer desplazamiento sirvió para conocer la zona, en ese segundo debían de recopilar la máxima información del hombre al que tenían en el punto de mira.
En una tercera visita ya decidieron pasar a la acción. Era primeros de agosto y Pedro Nieva se mostraba cada vez más nervioso, quería que su propósito se cumpliese cuanto antes, más teniendo en cuenta que Katia estaba pasando el verano sola en la casa que el matrimonio tenía a escasos cien metros de la de Ardines.
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