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Sanz Roldán, el «gran seductor» del espionaje

El general cerró el viernes una década en 'La Casa' tras 57 años «al servicio del Estado» con bastantes éxitos y algún fracaso La amplia experiencia castrense del director del CNI le permitió ganarse a tres gobiernos de distinto color

MATEO BALÍN

Domingo, 7 de julio 2019, 00:04

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madrid. «Respeto las ordenanzas que aprendí en Zaragoza con 17 años. Los militares no debemos ni pedir, ni rehusar». Estas palabras pronunciadas a mediados de junio por Félix Sanz Roldán, director del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) hasta este viernes, ya sonaban a despedida. El general cesó como secretario de Estado tras culminar los cinco años de su segundo mandato, tal y como marca la ley. Y hasta que no concluya la interinidad del Gobierno no se conocerá el nombre del sustituto o sustituta, si finalmente su continuidad se da por descartada.

Nacido en Uclés (Cuenca) hace 74 años, el general del Ejército de Tierra ha dado nada menos que «57 años de servicio al Estado, que ya es mucho», comentan en su entorno. Siempre en la unidad de Artillería, fue promovido como teniente en la Academia General de Zaragoza. Pasó por El Aaiún, León, Cádiz y Madrid y luego, como comandante, pisó moqueta en Washington, Bélgica y Roma. Fue nombrado coronel cuando accedió a una jefatura para la OTAN/UE. Y en 1998 entró en el ministerio como general de brigada.

Estuvo en la Dirección General de Política de Defensa y convivió con Federico Trillo, una de los personas más innombrables. Conoció la intervención en Afganistán, la invasión de Irak y el fatal siniestro del Yak-42, «en el que quizá se pecó de exceso de confianza», admitió en una entrevista. Sanz Roldán tuvo la «sobrecogedora» tarea de llamar a familiares de 30 de los 62 fallecidos para comunicarles que los restos enterrados no eran de los suyos.

Pese a pertenecer a la cúpula de Trillo, la carrera de este hijo de guardia civil dio un giro en junio de 2004. Fue nombrado Jefe del Estado Mayor de la Defensa por sorpresa. Más si cabe porque la llegada de los socialistas auguraban una depuración en Defensa. Pero, ¿cómo se ganó la confianza del ministro José Bono?

Aparte de que ambos eran manchegos, que eso siempre une, hubo un viaje a Bruselas «determinante», explica un informante. Bono acudió a una reunión de la OTAN y en el vuelo de regreso el general le contó su opinión sobre las Fuerzas Armadas. Cuando llegaron a Torrejón, el ministro adelantó a varios asesores que éste sería el próximo Jemad. Para ello, hubo que nombrarle teniente general sin que nadie sospechase. En ese viaje se comenzó a gestar su cualidad de «gran seductor».

Pese al resquemor inicial entre sus colegas por su escalafón, cumplió su cometido sin tacha y a mitad de 2008 pasó a la reserva. Sin embargo, Zapatero se lo llevó a Moncloa para desempeñar un cargo que no existía: alto representante para la Presidencia española de la UE en Defensa. No tenía más labor que generar informes para el presidente.

Pero la historia de este Hijo Predilecto de Uclés, tuvo otro giro inesperado en 2009. En julio, Alberto Saiz había sido reelegido al frente del CNI. Hombre de Bono, había hecho bien su trabajo en la lucha contra ETA y el yihadismo. Pero tuvo un sonado caso de espionaje en sus entrañas, el del agente doble Roberto Flórez. Este asunto, sumado a la reestructuración interna que hizo, acabó explotándole en las manos. Se filtraron gastos personales a cargo del Centro y éste dimitió. Sin apenas tiempo para reaccionar, Zapatero echó mano del general Sanz Roldán.

La hoja de servicios

Un militar volvía a dirigir los servicios de espionaje y las aguas volvieron a su cauce. Potenció todo lo bueno de sus antecesores. El fin de ETA ha sido uno de sus grandes logros. También la lucha contra el yihadismo, pese al agujero negro de los atentados de Barcelona, o priorizar las ciberamenazas. En el plano interno aumentó el presupuesto del CNI (296 millones este año, un 20% más desde 2016) e incorporó más agentes (unos 4.000) y medios técnicos pese a los rigores de la crisis.

Con esta hoja de servicios construyó su figura de «funcionario leal», cuya máxima era la protección del Estado. También se ha convertido en la encarnación del diablo para sus enemigos -«los malos», le gusta decir- contra los que no tuvo medias tintas. Personajes como el 'pequeño Nicolás' o el comisario jubilado José Manuel Villarejo lo saben. Éste le considera su «bestia negra» desde que las «redes judiciales» del «generalísimo», según dice, pusieron fin a su red de servicios parapoliciales amparados por sucesivos ministros del Interior desde los años noventa.

La Audiencia Nacional investiga los pormenores de estos trabajos y tiene una pieza abierta sobre el papel de la presunta comisionista Corinna, la aristócrata alemana amiga del Rey Juan Carlos, por mediar en contratos en Arabia Saudí. «Intuitivo e inteligente», comentan sus cercanos, en la década de Sanz Roldán también hay algún tachón: Cataluña y la operación para interceptar las urnas del referéndum. En una reciente entrevista a José Antonio Nieto, entonces 'número dos' de Interior, revelaba que el CNI tuvo controlado el traslado «en una investigación muy amplia», pero al final fracasó.

Estos tachones, sin embargo, han sido una gota en un oceáno de preocupaciones para Sanz Roldán, como son la inteligencia, la seguridad nacional y los intereses del Estado. Que duda cabe de que en este mundo donde se ha movido como pez en el agua ya puede decir que ha sobrevivido a tres gobiernos de distinto color.

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