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M. BALÍN
Jueves, 16 de noviembre 2017, 00:35
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madrid. Francisco Granados apareció ayer ante la Justicia para declarar como procesado en el primer juicio del 'caso Púnica', la «gigantesca red» de tráfico de influencias que afecta a administraciones de varias autonomías. Con un traje oscuro impoluto, camisa gris y abundante gomina que recupera su figura de siempre, el ex secretario general del PP de Madrid declaró por espacio de una hora y media ante el tribunal de la Audiencia Nacional que le juzga, junto a dos guardias civiles, por un delito de revelación de secretos.
Granados negó los hechos ante las preguntas de las fiscales anticorrupción del caso, que reclaman tres años de prisión para los investigados, y centró su defensa en endosar a su antiguo socio y amigo, David Marjaliza, constructor de Valdemoro (Madrid), el conocimiento de que estaban siendo investigados por la Guardia Civil. Su estrategia fue clara: menoscabar la línea de defensa de Marjaliza, autor confeso de los hechos en 'Púnica'.
«(David Marjaliza) me dijo que la Guardia Civil sabía que él tenía dinero en Suiza, que se fue a una pitonisa para que le dijera si lo de la Audiencia Nacional le iba a salir bien y que tenía el teléfono pinchado», aseguró Granados. Su intención no es otra que endosar a Marjaliza el conocimiento del soplo policial, después de que éste le involucrara en las actividades ilícitas de la trama corrupta.
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