Borrar
Pablo Casado. :: e. p.
Casado se enfrenta  a un problema  de credibilidad

Casado se enfrenta a un problema de credibilidad

Intenta convencer a los votantes fugados de que el partido escorado a la derecha dura es ahora una fuerza centrista y moderada

RAMÓN GORRIARÁN

MADRID.

Domingo, 5 de mayo 2019, 00:02

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Pablo Casado, tras el revolcón de los 3,7 millones de votos y 68 diputados perdidos en las generales de hace una semana, se enfrenta al reto de recuperar el terreno perdido. Un segundo revés el 26 de mayo precarizaría más su ya delicada situación al frente del PP. A la fuerza ahorcan, y ha decidido dar un golpe de timón, abandonar el rumbo a la derecha y virar hacia el centro. Ahora le toca hacer creíble el cambio.

Casado no es candidato pero se juega más que nadie. El PP gobierna en cerca de 3.100 municipios de los 8.131 que escogen a sus regidores, y en cuatro de las doce comunidades que celebran elecciones. Mucho poder institucional y muchos puestos de trabajo. Los populares ya sufrieron un serio revés en las municipales de hace cuatro años, cuando perdieron 15 de las 34 capitales que controlaban, algunas del calibre de Madrid, Valencia o Sevilla, pero el golpe se mitigó porque por aquel mayo de 2015 el PP aún gozaba de mayoría absoluta en el Congreso y Mariano Rajoy estaba en la Moncloa aunque ya sonaban tambores que preludiaban malos tiempos.

El líder popular ya no dispone de ese colchón. Se asoma al vacío. Casado y su sanedrín han asumido, tras meses de ignorar los avisos, que se impone un cambio de estrategia, que el PP no puede limitarse a disputar con Vox el voto más conservador. Se acabó, dicen en la sede de la calle Génova, el conchabeo de bomberos para «no pisarnos la manguera» con el partido de extrema derecha o invitar a los votantes de Santiago Abascal a que volvieran a la casa madre porque el PP «ya no es el de Rajoy».

Menos Cataluña

El problema es hacer creíble ese discurso, convencer a los ciudadanos de que el PP ya no es el partido escorado hacia la derecha dura que era hasta el pasado domingo. «Menos hablar de Cataluña, Torra y Otegi, y más de la gente». Así resumía el volantazo un dirigente territorial 24 horas después de la derrota. El problema de Casado es que es un político conservador, que ha bebido y bebe de las fuentes del 'aznarismo' y que el tránsito hacia el centro no es un cambio de ropa.

No lo tiene fácil porque el experimento andaluz sigue ahí, y no puede ocultar que Vox tiene cada día mayor peso político en el Parlamento de Andalucía. Llamar «extrema derecha» al partido de Abascal, a lo que se negó durante toda la campaña de las generales, no es un gesto suficiente para acreditar un distanciamiento de una fuerza cuyos votos tendrá que apelar después del 26 de mayo para gobernar ayuntamientos y autonomías. El cambio de rumbo suena por ahora a un apaño para parecer lo que no se es.

Casado viajó ayer a Galicia en busca de una pátina de credibilidad a su discurso de moderación. En O Pino, y a la sombra de Alberto Núñez Feijóo, trató de dar consistencia al pretendido cambio de imagen. Y es que el presidente de la Xunta, barón de barones del PP y al que cada día se mira más en el partido, ya le advirtió el pasado jueves: «Somos el partido del centro y la derecha en España, pero si solo somos el partido de la derecha dejamos de ser el partido del centro».

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios