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LA BURBUJA DEL PROCÉS

El objetivo común que ahora sirve de argamasa al soberanismo es presionar al poder judicial

JUAN CARLOS VILORIA @J_CVILORIA

Miércoles, 12 de septiembre 2018, 00:05

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La multitudinaria celebración de la Diada desbordando el centro de Barcelona con consignas a favor de la libertad de los políticos presos y de la república de Cataluña no hace sino acreditar que los actuales guías del soberanismo están decididos a seguir hinchando la burbuja de la independencia mágica en lugar de ir bajando lentamente la presión. Pese a no tener un horizonte mínimamente realista de avanzar hacia la separación de España con la estrategia unilateral diseñada por Puigdemont, Torra y sus compañeros de viaje mantienen una irresponsable huida hacia adelante basada en acumular fuerzas en la calle para hacer visible su capacidad de movilización.

Probablemente, el único objetivo que ahora sirve de argamasa para el soberanismo dividido y que catalizó ayer a la Cataluña 'indepe', sea el de presionar al Estado y especialmente al poder judicial para minimizar todo lo posible el rigor de los jueces hacia los responsables del referéndum ilegal del 1-O cuando se sienten en el banquillo. Y en esa línea encontraron un cierto éxito donde menos se podía esperar. En Josep Borrell. Sus declaraciones al inicio de una Diada secuestrada por el nacionalismo radical admitiendo que, a su juicio, los presos imputados por los gravísimos delitos de rebelión deberían estar en la calle en libertad provisional dieron un inesperado balón de oxígeno los separatistas.

Es difícil entender la evolución del Borrell que se subió a la tribuna con Vargas Llosa para defender la unidad de España y la Constitución y el ministro de Sánchez que aprieta un poco las turcas a los jueces para que no sean muy rigurosos con los imputados. Pero como el discurso del socialismo ahora en el gobierno no es homogéneo, Miquel Izeta tuvo que recordar que en España hay separación de poderes y que Torra y su equipo no pueden poner condiciones imposibles al estado.

Pero más allá de este juego de patriotas de camiseta y abanico todos los indicadores que conectan con la realidad verifican que el proceso hacia la secesión unilateral por desbordamiento de la legalidad constitucional está empantanado. Lo que ocurre es que el nacionalismo cuando se activan todos sus resortes emocionales es como un Titánic lanzado en medio del océano. La orquesta sigue tocando y el jolgorio no cesa aunque el iceberg haya abierto una vía de agua en toda la línea de flotación.

Los indicadores de la geopolítica siguen inmutables impidiendo que la idea de la segregación del territorio catalán de la nación española tenga el mínimo patrocinio más allá de grupúsculos radicalizados y antieuropeos. El Consejo de Europa dio ayer un espaldarazo a la justicia española que compensa los reveses de tribunales locales de Alemania o Bélgica. Y los agentes económicos no confían en la república imaginaria ni como un ejercicio de maniobras con pólvora del rey. Rufián sorprendió a sus fieles pidiendo que se pinchara la burbuja de la independencia mágica. Pero él más que nadie debe saber que la exaltación emocional acumulada durante años en «la gente» es muy complicado desinflamarla en unos meses. Y esa inercia anímica es la que abarrotó ayer la Diagonal.

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