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Decenas de personas celebran en el Centro Cívico de la Sedeta, en Barcelona, la finalización de la jornada electoral. :: marta pérez / Efe
La batalla de la estética

La batalla de la estética

Los problemas causados por el bloqueo informático provocaron largas colas, pero la jornada transcurrió con relativa normalidad Los responsables de los colegios defienden la limpieza del proceso

PASCUAL PEREA

Lunes, 2 de octubre 2017, 01:10

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barcelona. «A los catalanes nos mueve la estética». Alfred Etxabe, un osteópata barcelonés de origen vasco que milita en la CUP, sostiene que este rasgo idiosincrásico valida en cierta forma la limpieza del referéndum. «Nosotros no hacemos trampas». Algo debe de haber de cierto, al menos en la primera parte del silogismo, porque lleva dos días con sus noches encerrado en el colegio Els Llorers de Barcelona y luce un aspecto impecable desde el cráneo rasurado a las zapatillas de un naranja vivo. Los rumores apuntaban a que este colegio había sido 'visitado' por la Policía Nacional para requisar las urnas, pero la normalidad es absoluta, si se pasan por alto las largas colas ante la entrada y el grupo de jóvenes con guitarras sentados en la acera que se levantan solícitos para dejar pasar, entre aplausos, a un anciano de bigote aristocrático que entra en el edificio en silla de ruedas, con pijama y gotero. «El relato ya es nuestro», proclama Alfred. «Por segunda vez se la hemos colado al Gobierno español. Mariano Rajoy está muerto».

Son las cinco de la tarde y los enfrentamientos policiales de la mañana han dado paso a una batalla campal en el universo digital entre informáticos que cierran direcciones IP y los que abren programas espejos, los que bloquean sistemas y los que burlan estos bloqueos, los que tumban los controles telemáticos y los que los vuelven a levantar. El resultado es que solo dos de las once mesas abiertas en este centro funcionan, lo que ralentiza la votación, y que una apoderada pide a los votantes que no usen el móvil para evitar sobrecargar las comunicaciones. Es la era de las tecnologías. Al fin y al cabo, reflexiona Alfred, «sin redes sociales nunca hubiéramos llegado a este punto». No se atreve a aventurar si, terminado el recuento, habrá convocatoria de elecciones o Declaración Unilateral de Independencia, pero el resultado final, asegura, «es claro: Nos vamos. A un año vista estamos fuera de España».

Josep, que aparenta ser su superior jerárquico en este centro, se muestra más proclive a hablar de las cargas policiales que de la transparencia del proceso electoral, pero se aviene a permitir que el periodista tome alguna foto de una mesa. Sin embargo, tuerce el gesto cuando se le describen imágenes de ciudadanos votando en urnas abiertas sin ningún control en plena calle. «Hay muchos intentos de manipulación», responde.

LAS FRASES Alfred Etxabe Militante de la CUP «Por segunda vez se la hemos colado al Gobierno español. Rajoy está muerto» Mireia Presidenta de mesa «Aquí han votado más que en el referéndum del 9 de noviembre de hace tres años» José María López Jubilado «Creo que votaremos y creo que no va a servir de nada. Es una pantomima»

Lucha con clase

En el colegio Auró, de donde partió el rumor de que el Llorers había sido intervenido, ya casi no hay colas, aunque docenas de personas continúan apostadas a la puerta y aplauden cuando el conductor de un elegante Audi Q7 pita la bocina en señal de victoria y alza el puño por fuera de la ventanilla. Esto no es, desde luego, una lucha de clases; más bien una lucha con clase. Lo que vuelve a ponerse de manifiesto cuando una patrulla de los mossos recibe similares aplausos. En las siete mesas habilitadas en un aula hay un presidente y dos vocales, uno de los cuales comprueba a través de su móvil si el DNI que le presentan corresponde a un elector y si éste ha votado ya. Ahora solo funciona una.

«Por la mañana ha sido un drama», dice Mireia, que es química y trabaja en una multinacional, y preside una de las que están bloqueadas. Su urna está a medio llenar, y la gran mayoría de las papeletas van en sobre, aunque algunas aparecen simplemente dobladas. «No importa, valen igual», dice. «Aquí han votado más que en el 9-N». Mireia, que ha dormido en el centro con su marido y su hijo de dieciséis años, teme que antes de acabar el recuento les requisen las urnas. «Si eso ocurre, no opondremos resistencia», garantiza. El futuro previsible no existe: «¿Qué pasará mañana? No tengo ni idea, es un misterio».

Es difícil sustraerse a la sensación de que los independentistas han logrado apuntarse un tanto consiguiendo que la gente pueda votar, al margen de la cuestionable limpieza del proceso. Muy de mañana, a las puertas de la Escola del Traball de Barcelona, donde unos 250 voluntarios habían dormido para evitar que fuera precintado, se agolpaban varios miles de vecinos, algunas cámaras de televisión y fotógrafos. A las nueve en punto, el anuncio de que quedaba abierto el colegio electoral era recibido con aplausos y con gritos de «¡Votarem!».

«Lo tienen bien organizado»

José María López tiene 77 años y ha votado toda su vida en este centro de enseñanza de oficios industriales. Cuando llegó, a las siete y media de la mañana, ya estaban listas urnas y papeletas. «Y me acaban de decir que el que no pueda votar en un colegio podrá hacerlo en cualquier otro. Lo tienen muy bien organizado. Por las dos partes», añadía.

-¿Y cómo sabrán que alguien no ha votado en dos colegios diferentes?

-Ah, eso ya no lo sé. Creo que votaremos y creo que no va a servir para nada. Es una pantomima -admitía.

Cerca, Josep anunciaba a quien quisiera oírlo que en el pueblo de su hijo, Sant Pau, había aparecido la Guardia Civil. «Mira, me dice que se están poniendo los cascos para cargar», mostraba en su whatsapp. «Hombre, han estado una semana de vacaciones de crucero, ahora tienen que trabajar», ironizaba un contertulio sobre los cuerpos policiales acantonados en barcos en el puerto de Barcelona. «La consigna es resistencia pasiva», le recordaba Josep. «Mira los que estamos, si nos ponemos apiñaditos en la puerta, no pasan. Y como saquen la porra, habremos ganado por goleada». Fuera consecuencia de esta estrategia o no, los furgones policiales pasaron varias veces ante las instalaciones a lo largo de la mañana sin detenerse. En su opinión, el día grande será hoy lunes. «Detendrán a Puigdemont, cerrarán el Parlament», auguraba. «Al tiempo».

Aunque había pasado la noche celebrando una boda y aún no había pegado ojo, Santi, un joven ataviado con elegante traje azul marino, corbata de topos y una ramita de lavanda prendida en la solapa, se mostraba más prudente en su pronóstico. «Espero que esto sirva para que ambas partes se sienten a negociar. No veo voluntad política por ningún lado de llevar las cosas al extremo, aunque sea lo que está buscando la CUP. Creo que serán inteligentes y que utilizarán esto para sacar algo, un mejor estatuto».

Él, confesaba, votará 'sí', pero no lo hará para que Cataluña se independice. «No sería bueno para los catalanes. Pero en España tienen que darse cuenta de nuestro hartazgo, de que llevamos muchos años de agravios».

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