Borrar
Messi, durante la final ante Alemania.
La albiceleste, a la medida de Messi
FÚTBOL | MUNDIAL

La albiceleste, a la medida de Messi

Alejandro Sabella, cuestionado por su planteamiento conservador y la ausencia de fútbol, se plegó a las exigencias del 'dios' y Argentina aspiró al título con orden y solidez defensiva pero acabó fundida

Amador Gómez

Lunes, 14 de julio 2014, 00:00

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Ni en Argentina se confiaba en que esta selección llegara tan lejos y, mucho menos, en Alejandro Sabella, cuestionado no sólo por su planteamiento conservador y la ausencia de fútbol en el medio campo, sino por haberse plegado a las exigencias de Leo Messi y haber hecho un equipo a la medida del 'dios' al que sí se agarraba el país para aspirar a un tercer título del mundo. Sin Tévez, Pastore ni Willy Caballero, entre otros grandes ausentes en el Mundial, pero con Gago, Higuaín o Romero, el héroe de la albiceleste en una semifinal con penaltis a la que Argentina se presentó tras derrotar por la mínima a Bélgica con un gran gol del discutido 'Pipita'. La gloria, que Argentina no pudo alcanzar, estaba entonces demasiado lejos, salpicada hasta ese momento de continuas críticas y demasiado sufrimiento.

Aún padeció más Argentina en octavos contra Suiza, ya que necesitó la prórroga, el 'ángel' de Di María y un milagroso remate de los helvéticos al poste en el último minuto del tiempo suplementario para impedir que una tanda fadítica decidiese ya el pase a cuartos. El caso es que con suerte o no, con un nivel más que discreto, escaso juego y apenas goles, aunque con enorme sacrificio y orden defensivo, la compacta y precavida Argentina se presentó en la final 24 años después y tuvo opciones a la corona planetaria, aunque al final acabó fundida y rendida ante Alemania.

Hasta el partido por el título, apenas había aparecido Messi en Brasil y sólo se le recordaba el golazo en el descuento a Irán, un fogonazo del crack en plena oscuridad que rescató a su selección en el segundo partido en Brasil; y una enorme jugada en octavos que el azulgrana culminó con una asistencia a Di María para que el todavía madridista diese a la albiceleste el triunfo a sólo dos minutos del final de la prórroga. Muy poco para lo que es Messi, pero suficiente para tener fe en que, pese a las carencias del equipo, este futbolista sobrenatural podía encumbrar de nuevo a Argentina. No pudo ser.

Así es el fútbol. No es que no haya brillado, sino que, hasta la final, el juego de Argentina fue bastante pobre y rácano, muy alejado de lo que se le supone a una aspirante a campeona. Rodeada de dudas, de vaivenes, de descontrol... y enganchada siempre a las genialidades de Messi o a la chispa, intermitente, de un ataque poderoso que, pese a su clase, tampoco ha deslumbrado en esta cita. Por encima del bloque, aunque Argentina fue progresando en solidaridad y no se ha partido en el centro, con un equipo de rompe y rasga aunque siempre temible en ataque, sólo había creencia en las individualidades y, sobre todo, en el '10'.

No se le ocurrió mejor idea al 'bilardista' Sabella que debutar contra la débil Bosnia-Herzegovina con una defensa de cinco y, después de tanto sufrimiento e incapacidad, hasta Messi cargó públicamente contra el seleccionador y el técnico acató las órdenes de quien manda en la albiceleste. Por fin alineó Sabella a los 'cuatro fantásticos', pero ni siquiera con Di María, Agüero, el propio Messi e Higuaín, con Gago y Mascherano en la medular, el fútbol de Argentina mejoró ante los iraníes. Seguía siendo muy plano, inofensivo y sin carácter colectivo, aunque al menos ya se sabía lo que quería Argentina. Lo que quería Messi. Un equipo sólido atrás que incorporó en cuartos al veterano Demichelis al eje de la medular para formar pareja con Garay y un centro del campo agresivo y muy táctico liderado por su íntimo Mascherano, a quien a partir de la prórroga de octavos acompañó Biglia. Más vale tarde que nunca. Y una ofensiva, pese a un físico mermado, veloz, y a priori también muy desequilibrante, formada por otro gran amigo, Higuaín, a quien le falla la puntería y se ve sobrepasado y cegado, sin levantar la mirada del suelo, en los partidos grandes.

Sacrificio defensivo

Una Argentina sin creación, al principio con el inoperante Gago como teórico organizador, pero unida por la solidaridad defensiva, la organización y, sobre todo, por el entusiasmo y el espíritu de una selección siempre competitiva y dura. Preparada para el esfuerzo defensivo y la destrucción y la salida fulgurante a la contra, aunque Messi, agotado, haya estado sometido a una tremenda vigilancia, como se comprobó en la semifinal frente a Holanda en un duelo en el que pesó más el miedo a perder que la ambición por ganar. No había sido demasiados los méritos hechos por la albiceleste para proclamarse campeona del mundo, aunque sí se liberó tras superar el escollo de cuartos que le acogotaba y acudió a lucha por el título, tras seis partidos, con sólo tres goles encajados, todos ellos en la primera fase.

Salvo en la final, en las eliminatorias a Argentina no le marcaron ningún gol, como tampoco Messi volvió a conseguir una diana después de las cuatro logradas en la fase de grupos ante Bosnia (una en el 2-1), (la ya mencionada en el 1-0 a Irán) y Nigeria (un doblete en el 2-3). Desde entonces, sequía del crack en los pírricos triunfos contra suizos y belgas y, lógicamente, también en el 0-0 en semifinales frente a los holandeses, aunque le tocó lanzar el primer penalti de su selección y no perdonó. Ahí ya no pudo jugar Di María, lesionado y sustituido por otro secundario (Enzo Pérez) a partir de cuartos, como antes, en el tercer partido, le ocurrió a Agüero, aunque el 'Kun' reapareció contra los holandeses.

Sabella y su equipo triunfaron frente a la que todavía era la subcampeona, antes de los penaltis en los que se exhibió Romero, gracias al orden táctico y al equilibrio que tanto le gusta al técnico. Aun así, el omnipresente Mascherano, cuyo despliegue físico ha sido fundamental en esta Argentina para llegar a la final, evitó que Robben rompiese ahí el sueño del país sudamericano, enloquecido con una selección que ha antepuesto la pasión, el entusiasmo, el carácter, el sacrificio, el coraje y el corazón al fútbol y al espectáculo. Argentina carecía de grandeza en el juego, pero... tenía a Messi. No fue suficiente para llegar a la cima.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios