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Oliver y Hardy en un Ford-T
La huella del automóvil en los pioneros del cine

La huella del automóvil en los pioneros del cine

Casi de forma simultanea se había girado la manivela que ponía en marcha los primeros motores de explosión y la del cinematógrafo

Santiago de Gárnica Cortezo

Sábado, 21 de noviembre 2020, 02:15

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Cinema proviene del griego «Kinêma», movimiento. Casi de forma simultanea se había girado la manivela que ponía en marcha los primeros motores de explosión y la del cinematógrafo. Automóvil y cine eran dos inventos que hacían soñar en los primeros años del siglo XX, dos fabulosos medios de comunicación entre las gentes. Y resultaba inevitable que se encontrasen revolucionando la vida socio cultural.

«La llegada del tren a la estación» proyectada en diciembre de 1895 sobrecoge a los espectadores. El cinematógrafo en sus inicios recoge noticias, y el automóvil ya es un protagonista de esta actualidad. Los operadores graban escenas de aquellas carreras de ciudad a ciudad. A principios de 1896 un operador de los Lumiere, Clément Maurice, rueda la salida de la carrera de coches París-Meulan. Y en 1901 los propios hermanos Lumiere proyectan el reportaje «Niza, desfile de automóviles».

Harold Lloyd en Girl Shy
Harold Lloyd en Girl Shy

Nace el cine, llega Hollywood, la meca. Los estudios se levantan y con ellos un nuevo mundo de decorados y glamour. Actrices, actores y directores adoran las bellas mecánicas. Chaplin, Keaton, Harlow, Fairbanks, Pickford... llegaban a los estudios en espectaculares Cadillac, Pierce -Arrow, Buick, Packard....

Pero los automóviles no se quedaban solo en los aparcamientos. Al tiempo que se convertía en un objeto familiar de la sociedad americana, pasaba a ser un cómplice natural del hombre en los gags cinematográficos. Y así se transformaba en coprotagonista de las grandes figuras de estos inicios, sobre todo en las películas cómicas.

Buster Keaton descansa en parón de un rodaje
Buster Keaton descansa en parón de un rodaje

Keaton y Chaplin

El genial Buster Keaton vive muchos de sus films en coche. Así remolca con un automóvil su casa en «One Week» (1920) y este se avería en un paso a nivel en el preciso momento en que un tren aparece en el horizonte....

Y Keaton desguazará otros automóviles en «The garage» (1919); en la legendaria «Cops» (1922) o en «The Three Ages» (1923).

Pero hablar de esta primera época del cine es hacerlo de Charles Chaplin. Su personaje Charlot aparece por primera vez en 1914 y, precisamente, en una carrera de coches para niños, «Kid auto race at Venice», donde el legendario vagabundo pretende llamar la atención a un fotógrafo . Y también es en el ambiente de otra carrera donde se desarrolla «Mabel´s busy day» (1914). Luego vendrán «Charlot marquis», o los espectaculares derrapes y cruces de coches en «Mabel at the wheel» (1914) dirigida por Mabel Nomand y Mack Sennet donde Chaplin busca traer a Mabel, amiga de un piloto. Y no olvidemos tampoco «A day´s pleasure» (1919).

Charlie Chaplin al volante
Charlie Chaplin al volante

El Ford T

Henry Ford quería poner a los Estados Unidos sobre ruedas, y en el año 1908 había creado el modelo T. Para abaratar costes optó por la construcción en serie. El T, también llamado «Tin Lizzie», era un verdadero coche del pueblo. Pero como muchos chicos de pueblo él también soñaba con el triunfo...y se dirigió a Hollywood para convertirse en la primera estrella sobre ruedas de un cine que no dejaba oír su motor y en el que su color -ya saben, se podía elegir siempre que fuera negro- encajaba a la perfección.

El T entra en la pantalla con las persecuciones de los «Keystone Kops», la serie cómica sobre un grupo de torpes policías lanzada en el año 1913 por Max Sennet. Se adapta de maravilla a su papel cómico, a menudo desarrollado en una calle, encajado como un sándwich entre dos tranvías, deformándose o haciéndose pedazos. Sennet explotará el potencial humorístico del automóvil hasta el extremo. Los trucos y las escenas de acción superaran todo lo imaginado: se corta en dos partes, atraviesa muros, salta por encima de tranvías o incluso vuela como en «Lizzies of the field» (1924).

Otra de las grandes figuras que comparte estrellato en sus películas con el Ford T es Harold Lloyd. Arquetipo del americano medio, asombrado por un mundo desmesurado, traduce a menudo detrás del volante una tenacidad simplona y afortunada frente a charlatanes y especuladores que le lleva a persecuciones interminables. Así le vemos en un T en «Girl Shy» así como en otros coches como el Chevrolet Superior Sedan de «Hot Water» (1924).

Ford T de los «Keystone Kops»
Ford T de los «Keystone Kops»

Stan y Oliver

Pero no se puede hablar del cine cómico sin pasear en un Ford T con Stan Laurel y Oliver Hardy, como compañeros de viaje. Ellos prolongarán en el cine sonoro la tradición del automóvil cómico. Larga es la lista de películas en que el Ford T es coprotagonista con esta pareja: recordemos los espectaculares embotellamientos de «Leave'em Laughing» (1928), o de «Two tras» (1928) donde terminan desguazándose más de un centenar de coches y camiones; la destrucción de un T en «Big Business» (1929); el final de un viaje de vacaciones atrapados en el barro de «A perfect day»(1929) ; el tranvía que se estrella contra un T en «How wild» ( 1930); la loca carrera en «Country Hospital» (1932) por las calles de Los Ángeles, donde el T no se detiene ni siquiera tras ser aplastado entre dos tranvías; o cuando en «Towed in a hole» (1932) chocan contra un barco.

Curiosamente al contrario que la literatura, el cine de esa época no denuncia los aspectos negros de la industria del automóvil. Sin embargo y sin ser nunca citado, el automóvil aparece en el transfondo del conflicto entre el hombre y la máquina en «Tiempos modernos» (1936) con Charles Chaplin o en «Metrópolis» (1926) de Fritz Lang, en una civilización industrial que crea autómatas humanos en un mundo organizado en torno al beneficio y la desigualdad.

Objeto de prestigio y símbolo de estatus social en los años treinta, el automóvil acompañará el cine de Hollywood en esta década. Ambos habían comenzado su viaje juntos, habían iniciado un idilio eterno. Pero nosotros nos detenemos en esa primera época a la que ponemos un dramático epílogo con una imagen inolvidable extraída de ese grandioso homenaje a los inicios del cine que es «Sunset Boulevard» (1950). Norma Desmond (Gloria Swanson) acude a los estudios de la Paramount, acompañada de un joven William Holden. Tiene una cita con Cecil B. De Mille. La anciana estrella va en su espectacular Isotta Fraschini – que había sido propiedad de Rodolfo Valentino- conducido por un envejecido Eric Von Stroheim, en busca de un regreso imposible.

Eric Von Stroheim y su Cadillac
Eric Von Stroheim y su Cadillac

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