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Desde que en 1992 Mateo Álvarez formalizara la cesión a la ciudad de su finca de 12.000 metros cuadrados y el edificio del siglo XVII del Trapiche del Prado -vestigio de la industria azucarera de la ciudad- para que se dotara al fin a Marbella de una residencia pública de mayores, la iniciativa ha atravesado por casi 26 años de tiras y aflojas que hasta ahora siempre han dejado aparcada la voluntad del donante para disgusto de sus familiares y perjuicio de los vecinos de la ciudad que en pleno 2018 todavía no disponen de una residencia pública. La suerte del Trapiche parece haber cambiado.
De un lado, el Ayuntamiento tiene avanzados, y con la vista puesta en empezar los trabajos en diciembre, los trámites para la consolidación de la antigua azucarera. Un paso previo a la realización del necesario diagnóstico sobre el estado del inmueble protegido para su posterior recuperación. De otro, el equipo de gobierno ha echado a andar las conversaciones con la delegación provincial de Cultura de la Junta para conseguir la autorización a un proyecto determinado y a una ubicación exacta dentro de la parcela para la construcción de la ansiada residencia de ancianos de titularidad pública. Ello después de que se haya consignado en el presupuesto municipal una partida de cerca de 10 millones de euros procedentes de los fondos obtenidos por los casos de corrupción para el proyecto. «De culminar ambas actuaciones se cumplirían las dos voluntades que mi tío abuelo recogió en aquel acuerdo de cesión del Trapiche», asegura la sobrina nieta de Mateo Álvarez, Victoria Martín. Junto a Fernando Martín Álvarez y Fernando Álvarez Cantos, sobrinos del donante, lleva años defendiendo los intereses de Mateo Álvarez y padeciendo de puertas para adentro con cada piedra con la que ha tropezado la voluntad de su familiar. Antes fue su propio padre, José Luis Martín (que en 2015 recibió el Título de Ciudadano Honorario a título póstumo) el que tomó las riendas de una reivindicación que no cesa. «Hemos vivido épocas muy malas», recuerda Fernando Álvarez, como cuando durante la época de Jesús Gil el Trapiche se convirtió en caballerizas, o cuando con otro alcalde de ese mismo partido (GIL) se nos llegó a ofrecer un negocio extraño y hasta dinero por firmar un documento al Ayuntamiento con la intención de romper la voluntad de nuestro tío.
Todo ello hasta que en 2008 se anunciaba la construcción al fin de la residencia, de cuya obra se llegó a poner una primera piedra. La empresa a la que se adjudicó el proyecto quebró poco después. «Fue un obstáculo más de los muchos que nos hemos ido encontrando. Ahora se trata de que las administraciones competentes se pongan de acuerdo porque hemos tenido épocas muy negras», explica Fernando Martín, quien saca a colación la idea que les trasladó el exalcalde José Bernal, durante su gobierno, de descartar el proyecto y devolver a la familia la finca. Antes habría fracasado otro intento por cumplir la voluntad de Mateo Álvarez. La construcción de la residencia estuvo cerca con la firma en 2002 de un convenio de un convenio con Mensajeros de la Paz que tampoco fructificó.
El Ayuntamiento mantiene ahora la voluntad de sacar adelante las dos iniciativas, y dispone de dinero para ello. A los casi 10 millones de los fondos de la corrupción que se han consignado para levantar la residencia se unen otros 4,6 millones procedentes de los fondos europeos EDUSI destinados a la recuperación concreta del edificio de la azucarera. «Estamos hablando de dos proyectos diferentes pero conectados que queremos desarrollar de forma paralela aunque, obviamente, tendrán un ritmo distinto», explica la directora general de Cultura en Marbella, Carmen Díaz.
La pasada semana tuvo lugar un encuentro en Málaga donde los gestores municipales trasladaron a la Delegación Provincial de Cultura de la Junta el planteamiento con el que quieren echar a andar el desarrollo de las dos iniciativas. Los primeros trabajos urgentes de consolidación del edificio del Trapiche, que según Díaz podrían comenzar en diciembre al estar la adjudicación de la intervención pendiente sólo de la firma, cuentan desde febrero con la autorización de la Administración autonómica. Ahora, además se ha puesto sobre la mesa el interés municipal por construir la residencia de mayores en la parcela. «Lo que se va a hacer es remitir el proyecto que ya existe para que se estudie y pongan los condicionados que estimen oportunos para que podamos empezar a trabajar», indica el concejal de Obras, Javier García.
La construcción de la residencia en un entorno protegido conlleva acatar una serie de condicionantes que garanticen dicha protección. Habrán de estudiarse aspectos como la orografía del terreno -que presenta numerosos desniveles-, la edificabilidad de la zona y el volumen de lo que se vaya a construir buscando, entre otras cosas, que no haya contaminación visual hacia el inmueble protegido del antiguo trapiche.
«Son trámites diferentes los que se siguen para uno y otro proyecto, pero lo que perseguimos es que se puedan ir desarrollando en paralelo», señala el responsable municipal de Obras.
De hecho, la residencia y el trapiche estarán vinculados y no sólo por estar sobre la misma parcela cedida hace 26 años por un vecino de Marbella. La idea con la que trabaja el área municipal de Cultura es destinar una parte del espacio de la azucarera, una vez rehabilitada, a «zonas comunes de la residencia», indica Carmen Díaz. El resto tendría un uso cultural público.
«Durante años se ha dejado caer una muestra del patrimonio cultural de Marbella», lamentan los herededos de Mateo Álvarez. «Le echamos la culpa a los políticos, pero desde siempre nos ha faltado el apoyo del pueblo para defender la voluntad de nuestro tío. Nos hemos sentido solos. Sólo ahora, con la encuesta, se ha visto que Marbella la apoya», aseguran los familiares cansados de los «avatares» que lleva acumulados el trapiche.
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