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José Manuel Galván Josele
José Manuel Galván: «Somos los primeros del mundo en trasplantes porque la gente se fía del sistema»

José Manuel Galván: «Somos los primeros del mundo en trasplantes porque la gente se fía del sistema»

El coordinador de trasplantes del Hospital Costa del Sol explica cómo han evolucionado las donaciones de órganos

Héctor Barbotta

Marbella

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Jueves, 6 de febrero 2020, 23:41

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El Hospital Costa del Sol obtuvo el año pasado el segundo mejor dato de su historia en cuanto a donaciones de órganos, con 12 donaciones multiorgánicas que posibilitaron la extracción de 22 riñones, tres hígados, dos corazones y dos pulmones. También se realizaron 40 trasplantes de córneas. José Manuel Galván, coordinador de trasplantes del centro sanitario, explica cómo ha evolucionado la donación y trasplante de órganos en los últimos años.

-¿Cómo está el nivel de donaciones en el Hospital Costa del Sol?

-Está muy bien. El número de donantes por millón de habitantes en España es de 50. Es el más alto del mundo. Somos los mejores. En Marbella estamos en esa media, aunque es algo que también depende de los servicios que tenga el hospital. Este hospital es de segundo nivel, y donde se trasplantan órganos es en los hospitales de tercer nivel, los grandes de cada provincia. Aquí hacemos los explantes, conseguimos los órganos, pero la parte bonita, poner los órganos al enfermo que lo necesita, se hace en los hospital grandes, el Regional de Málaga, el Reina Sofía de Córdoba, el Virgen de las Nieves de Granada o el Virgen del Rocío de Sevilla. Los equipos de trasplante no se pueden multiplicar, porque no hay tantos. Por ejemplo, los de corazón sólo se hacen en Sevilla y en Córdoba. Aquí lo único que se trasplantan son las córneas.

-¿Hay diferencias entre el trasplante de órganos y el de tejidos?

-Sí, no tiene nada que ver. Cualquier órgano se puede trasplantar (corazón, pulmón, hígado, páncreas, riñones, intestinos en niños), y los tejidos son las córneas, la piel, los tejidos vasculares, las arterias, las venas, los huesos. Aquí los traumatólogos implantan huesos de cadáver o ligamentos, dependiendo del tipo de operación.

-Las estadísticas dicen que el número de trasplantes va bien. ¿De qué depende que se consigan esos resultados? ¿Está relacionado con el número de muertes?

-No. Morir nos moriremos todos y todos podemos ser donantes. Un pilar fundamental es la legislación, que es muy favorable a la donación porque en España todo el mundo es donante salvo que haya dicho lo contrario. Cuando se produce un deceso primero se ve si el paciente que ha fallecido tiene voluntades anticipadas, pero en realidad quien decide es la familia.

-¿Comunicar la muerte de un paciente es el momento más duro para un médico?

-Claro, nosotros nos llevamos la parte fea. La parte bonita es en los hospitales grandes, cuando se llama al paciente y se le dice «véngase al hospital que tenemos un hígado para usted». Conseguir los órganos es la parte fea, pero también reconforta.

-¿Cómo se hace esa parte fea?

-La hace el coordinador de trasplantes. Normalmente los pacientes críticos que acaban en muerte encefálica son pacientes que están en UCI, por eso el 100 por cien de los coordinadores de trasplantes somos intensivistas, porque es en las UCI donde se generan los donantes. Cuando el paciente tiene un daño neurológico irreversible e intratable, incurable y que acaba en muerte encefálica se avisa al coordinador de trasplantes, que se entrevista con la familia.

-¿Cómo se aborda esa situación? ¿Hay que entrenarla?

-Mucha experiencia, muchos cursos, mucho entrenamiento, porque hoy en día el perfil del donante ha cambiado. Son donantes añosos, de edad media superior a los sesenta años, que han muerto por un ictus. Lo normal es que se pidan los órganos a los hijos porque ha muerto el padre o la madre. Antes era mucho más difícil, porque quienes morían eran los hijos. Hace 20 años, cuando yo empecé, los donantes eran fallecidos por traumatismos craneoencefálicos por accidentes de coche o de moto o el albañil joven que se caía en la obra. Pedir los órganos a los padres es muy diferente que pedírselos a los hijos.

-¿Por qué ha cambiado este perfil?

-El uso del casco en la moto, del cinturón en el coche, los arneses de los albañiles, la seguridad en el trabajo, todo eso hace que cada vez haya menos traumatismos craneoencefálicos. También han mejorado la cirugía y la neurocirugía. Ahora el donante no tiene 20 o 30 años. En 2019 la media de edad de los donantes fue de 62 años. El donante actual es por accidente vascular cerebral, por hemorragias, por infarto masivo...

-Es una situación contradictoria, porque mientras mejor vaya la medicina, menos donantes va a haber.

-Eso está bien, hay que morirse de viejo. Pero también están mejorando las técnicas quirúrgicas, los medicamentos para el rechazo, el mantenimiento de los órganos en los receptores, todo eso ha mejorado mucho. Hoy en día se puede trasplantar tranquilamente un hígado de 80 años.

-¿Ha habido evolución en la conciencia de la gente sobre las donaciones de órganos?

-Sí, las negativas familiares antes estaban en un 25, 30 por ciento y ahora vamos por un 15 por ciento. Más del 85 por ciento dona. Todavía hay gente que por motivos culturales no lo acaba de entender, pero la mayoría sí lo hace. La gente confía en el sistema, que es un sistema igual para todo el mundo, saben que hay una lista de espera, que la organización española de trasplantes es la mejor del mundo. El primero de la lista siempre es el que está en urgencia cero, y si no hay uno en esa situación, hay lista de espera. Siempre se busca al receptor más adecuado, al más compatible y al más cercano, porque cuanto más tarde el órgano más problemas puede haber. Somos los número uno en donaciones porque la gente está bien informada y confía en el sistema. Ese es un pilar, y también que los sanitarios colaboran todos.

-¿Se puede ser donante hasta cualquier edad?

-No de todos los órganos. La córnea se puede donar hasta los 80 años, el hígado es un órgano que se regenera bastante y no tiene edad. El año pasado hubo un récord de trasplante de un hígado con 92 años. El corazón no. Hoy en día casi todo el mundo puede ser donante.

-¿Cómo funciona en el caso de los niños?

-Por el tamaño, sólo pueden recibir trasplantes de niños. A veces, el hígado de una persona joven sana se puede dividir en dos y ponerse en niños. Pero normalmente los niños no pueden aceptar órganos de niños, porque no caben.

-¿Cómo se comunica a la familia?

-Hablamos con ellos. Les decimos que su familiar está muerto. Muchas veces no entienden que si está muerto por qué late el corazón. Se le explica que el paciente ya no respira, que el corazón sigue latiendo porque está conectado a una máquina, está artificialmente mantenido. Se le explica que aunque está muerto puede ayudar a otras personas. Al principio el duelo tiene diferentes fases. La negación, la aceptación, la búsqueda de culpables, todo eso se va pasando. Hay familias que lo entienden en un primer momento y otras que necesitan su espacio y su tiempo. Es difícil, porque la muerte súbita es más difícil de aceptar que los fallecimientos tras un proceso en el que se ha ido viendo el deterioro del familiar.

-¿En qué medida la donación funciona como consuelo para la familia?

-Mucho. Al principio la familia no lo entiende, pero después cuando ve que puede dar vida y ayudar a otras personas, adelante. A las tres o cuatro semanas, le envío una carta a los familiares y les digo los órganos que hemos extraído y cómo están los receptores. Eso reconforta, porque ven que su ser querido está viviendo en otras personas. Al final están agradecidos, les queda una paz interior. Todos somos potenciales familiares de donantes y también potenciales donantes, porque todos vamos a morir y seguro que algún órgano se puede utilizar para otra persona.

-¿Hay algún prejuicio a la hora aceptar trasplantes?

-En los receptores no, ninguno. En los donantes hay cada vez menos, porque la población está bien informada. Sabe que no hay tráfico de órganos, que se dan siempre al que más lo necesita. Todavía hay un 15 por ciento que se resiste por motivos culturales o religiosos, aunque ninguna religión se opone a las donaciones.

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