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Así mira Málaga a Cataluña

Malagueños en Cataluña, catalanes en Málaga, empresarios, profesores y curas, entre otros miembros de la sociedad civil, comparten su visión sobre el pulso entre el Estado y el secesionismoEl desafío independentista preocupa, inquieta y acapara conversaciones a todos los niveles de la sociedad, del más elevado al más cotidiano, provocando discusiones cargadas de visceralidad

NURIA TRIGUERO

Jueves, 5 de octubre 2017, 01:01

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málaga. El pasado jueves el Ayuntamiento de Málaga acogía un pleno extraordinario sobre el referéndum ilegal del 1 de octubre en Cataluña. Cansado después de haber asistido a un larguísimo pleno ordinario, más de un concejal se evadía compartiendo en redes sociales el último 'meme' sobre Puigdemont. El mismo chiste recorría veloz los grupos de WhatsApp: el de amigos del colegio, el de compañeros de la facultad, el de colegas del trabajo, el de padres y madres del 'cole'... Y salía a relucir también en la comida posterior al consejo de administración de una de las mayores empresas de Málaga, en la redacción de este periódico y en la partida de dominó de la casa del jubilado de Ciudad Jardín.

El tema catalán se ha convertido en 'el tema', o más bien en el 'monotema'. No hay reunión, formal o informal, en la que no se acabe mentando el 'procés' y a sus protagonistas. Desde los ámbitos más elevados hasta los más cotidianos, todo el mundo habla sobre el conflicto independentista y sus múltiples derivadas. Habla o más bien discute, porque el asunto arrastra tal carga emocional que provoca incendios verbales con extrema facilidad. ¿Quién no ha presenciado, o incluso protagonizado, alguna situación como la que cuenta Manme Valverde, malagueña afincada en Barcelona?: «Tuve que salir de un grupo de WhatsApp en el que estaba hace un año, con gente de Cataluña y del resto de España, porque el ambiente se puso de lo más caldeado». No es de extrañar que haya quien ya esté temiendo las próximas reuniones familiares navideñas.

Crispación

Sara Gili GatiusCatalana afincada en Málaga«El domingo no me gustó nada de lo que vi: ni la actuación policial excesiva ni la actitud de los que fueron a votar»Javier González de LaraPresidente de la CEM y la CEA«Los empresarios estamos sin fisuras del lado del Gobierno, el Estado de Derecho y las fuerzas del orden»Xavier CasademontCatalán afincado en Málaga«Siento una profunda tristeza. Entre Puigdemont y Rajoy me están robando la mitad de lo que soy»Mariló ValenciaSecretaria provincial del Sindicato Unificado de Policía«Ya está bien de echar la culpa a la policía cuando lo único que hacemos es cumplir órdenes judiciales»Antonio Gómez-GuillamónEmpresario malagueño«No sé a qué espera el Gobierno para restablecer el Estado de Derecho, el orden y la sensatez en Cataluña»Rafael Pérez PallarésSacerdote«En España las leyes nos las hemos dado entre todos y hay que respetarlas para poder convivir en paz y concordia»Manme ValverdeMalagueña en Cataluña«Me tuve que salir de un grupo de WhatsApp con gente de Cataluña y del resto de España porque el ambiente estaba muy caldeado»Federico BeltránEmpresario malagueño«La huelga en el transporte ha afectado a mis camiones y uno de ellos se ha quedado atrapado toda la noche»Salvador BarrosoMalagueño en Cataluña«El PP no ha sabido ver que la mejor solución pasaba por un nuevo concierto económico con Cataluña»

Parece que la división que atenaza a la sociedad catalana se ha contagiado en parte al resto de España. Se debate con visceralidad, a golpe de titular, de vídeo de Youtube y de bulo; entre familiares, amigos y colegas. Y más después del domingo. La actuación policial para desalojar los colegios electorales se ha convertido en el cruce de vías donde se separan las opiniones de muchos ciudadanos que hasta entonces compartían, aunque fuera con matices, el rechazo hacia el 'procés'.

Esta divergencia de opiniones sobre si fue acertada o no la intervención de la Policía y la Guardia Civil se percibe especialmente al hablar con malagueños que viven en Cataluña y con catalanes que viven en Málaga. Lo que sí comparten todos es una profunda tristeza ante lo sucedido. Pero hay quien, como la mencionada Manme, no se sorprende de que hubiera heridos: «Sabía que algo así podría pasar; lo que no entiendo es cómo se llevan las manos a la cabeza sabiendo todo el despliegue policial que había preparado y que los Mossos no actuaron para que la Policía española cargase con todo», opina. En cambio Inma Domínguez, otra malagueña afincada en Barcelona desde hace doce años, cree que hubo un excesivo e innecesario uso de la fuerza. «Estoy todavía en estado de 'shock'. Presencié el desalojo de un colegio en Sant Antoni. La gente estaba con las manos levantadas y la policía cargó contra ellos. Iban con ganas de pegar», afirma. Lo mismo opina Salvador Barroso, un pintor malagueño afincado en la capital catalana que acudió a votar en el referéndum organizado por Puigdemont: «Hubo una desproporcionada actuación de la policía y la guardia civil, como no se veía desde la época del franquismo», asegura.

Sara Gili, catalana afincada en Málaga, reparte culpas a ambos lados: «Fue una vergüenza la actuación policial, pero también la actitud de muchos ciudadanos, muy aleccionados y en plan 'gallito' cuando sabían que estaban participando en un acto ilegal». Xavier Casademont, que como su nombre sugiere es gerundense de pura cepa, lleva algo más de la mitad de sus 55 años viviendo en Málaga. Y apunta más alto con su dedo acusatorio: «Pienso que tanto Rajoy como Puigdemont sabían o debían saber que esto [en referencia a las cargas policiales y los tumultos] iba a ocurrir. Se han aprovechado de la buena fe de la gente y de los cuerpos de seguridad. Fue una lamentable situación provocada por la ineptitud y egoísmo de unos y otros».

Hablan los policías

¿Qué dicen los protagonistas de estas actuaciones, es decir, los policías y guardias civiles? Ayer este periódico publicó los testimonios de varios antidisturbios malagueños destinados a Cataluña, que, además de denunciar el acoso al que se están viendo sometidos, aseguran que sus instrucciones en el desalojo de los colegios eran de utilizar la «fuerza mínima» y denuncian que muchos votantes intentaban provocarles para propiciar las imágenes que han acabado en las portadas de periódicos internacionales. La secretaria general del Sindicato Unificado de Policía en Málaga, Mariló Valencia, coincide curiosamente con los dos catalanes antes mencionados en que los políticos «de un lado y de otro han utilizado a los ciudadanos y a la policía». «La Generalitat ha incitado a la población a cometer un delito, animando a ir a los colegios para impedir que la policía los cerrara. Y es cierto que ha habido personas que han tenido alguna lesión producida por el uso de la fuerza. Pero no podemos obviar una cosa: no pasaban por allí de casualidad. Sabían que estaban cometiendo un acto ilegal, sabían lo que podía pasar y en muchos casos tensaron la cuerda», argumenta la representante sindical.

El ambiente en Cataluña después de los incidentes del domingo se ha vuelto «irrespirable», según atestiguan varios malagueños que viven o tienen a familiares allí. «Si antes te sentías coartado a la hora de expresarte en contra de la independencia, ahora ya si no te posicionas a favor te señalan y te llaman fascista», cuenta uno de ellos. Otros, como Inma Domínguez, no perciben en su círculo cercano ningún sentimiento antiespañol, sólo «un fuerte rechazo frente a la represión».

Dejando aparte la intervención policial del domingo, hay un amplio consenso en la sociedad civil malagueña en el rechazo al viaje unilateral hacia la independencia emprendido por el Govern de Puigdemont. Un rechazo que, el caso de muchas personas, se tiñe de una fuerte carga sentimental y de una reivindicación de la españolidad, como se percibió en las concentraciones de rechazo al referéndum celebradas el pasado sábado.

En colegios e institutos, los profesores se han enfrentado estos días a situaciones que no saben muy bien cómo manejar, como alumnos que llegan a clase con banderas de España. Así lo relata Salvador Méndez, profesor de FP: «Los chavales tienen reacciones muy espontáneas, aunque en general no están bien informados. El tema catalán está muy presente estos días en clase. A la mayoría les da pena que los catalanes se quieran ir de España pero también hay mucha sensación de hartazgo, muchos dicen eso de 'Que se independicen y nos dejen en paz'. Luego siempre salta alguien sensato que contesta que eso no puede ser porque también hay allí gente que se siente española. Otros, una minoría, dicen que hay que llevar los tanques... y también hay muchos que verían bien que se hiciera un referéndum legal».

Preocupación empresarial

Las aulas no son más que un reflejo de la sociedad malagueña, donde también existen opiniones diferentes sobre el camino a tomar para solucionar el conflicto. Entre los colectivos que abogan por aplicar toda la firmeza y el peso de la ley contra los dirigentes catalanes están los empresarios. El presidente de la patronal malagueña y andaluza, Javier González de Lara, no deja lugar a dudas sobre su posición: «Nos posicionamos sin fisuras al lado del Gobierno de la nación, con el Estado de Derecho, las fuerzas del orden y los tribunales, en el rechazo absoluto a cualquier tipo de actuación contra la legalidad vigente. Porque donde no hay ley, no hay democracia». Para él, no cabe dialogar «con quien incumple la ley». El líder de la CEM y la CEA se muestra preocupado por el efecto que puede tener el conflicto catalán en la recuperación económica, ya que en su opinión, «la incertidumbre es el enemigo número uno de la economía».

Otro destacado empresario malagueño, Antonio Gómez-Guillamón, director de la consultora de ingeniería aeronáutica Aertec, se pregunta «por qué el Estado de Derecho no ha entrado ya de lleno en Cataluña», donde en su opinión, además de conculcarse la ley, «una minoría tiene amordazada a toda la población». «El Gobierno debería utilizar todos los resortes que tiene a su disposición, incluido el artículo 155 de la Constitución, para restablecer el orden y la legalidad», añade.

El empresario cárnico Federico Beltrán está muy pendiente de lo que ocurre en Cataluña estos días, no sólo porque le parezca «lo más grave que ha ocurrido en España desde el golpe de Estado de Tejero», sino porque le afecta directamente. Sus camiones atraviesan la región camino de Europa y anteayer dos de ellos se vieron atrapados por la huelga. «A uno los Mossos d'Esquadra le han ayudado y en horas ha podido salir del atolladero. En cambio, a otro le han metido justo en la zona donde estaban todos los piquetes, así que tuvo que echar la noche en Mollet del Vallès», cuenta. «El Gobierno tiene que actuar porque esto no va por buen camino», apunta.

Frente a esta postura que descarta cualquier tipo de diálogo y aboga por la aplicación estricta de la ley, hay quienes creen que no habrá verdadera solución mientras los políticos de Madrid y Barcelona no se sienten a hablar. En esta línea se sitúa la Iglesia, que a través de la Conferencia Episcopal se ha pronunciado a favor del «diálogo desde la verdad y la búsqueda del bien común de todos». Frente a la polémica causada por el obispo de Solsona, que anunció que votaría a favor de la independencia en el referéndum ilegal, el sacerdote malagueño Rafael Pérez Pallarés deja entrever su posición con sutileza: «Lo he dicho en misa: debemos salvaguardar el valor de la paz y de la unidad, porque nos hacen fuertes a todos. Y en un Estado como el español, donde entre todos nos hemos dado las leyes, hay que respetarlas para poder convivir en paz y en concordia»,.

Más allá de si hay que dialogar con Puigdemont o meterle en la cárcel, de si hay que suspender la autonomía o hacer una consulta pactada sobre la autodeterminación, hay quienes miran más lejos y se hacen preguntas como éstas: ¿se podrán restañar las heridas? ¿Cómo hacer que la mayoría de los catalanes se sientan cómodos en España? ¿Y cómo evitar que en las próximas elecciones el independentismo gane todavía más votos Son cuestiones que, dado el cariz que están tomando los acontecimientos -con un gobierno regional instalado en la ilegalidad y a punto de declarar la independencia- no entran, obviamente, dentro de lo urgente. Claro que a veces lo más importante no coincide con lo más urgente.

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