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Mirando al mar

CUESTIÓN DE IMAGEN Y ALGO MÁS

MIRANDO AL MAR JOSÉ MANUEL BERMUDO

Jueves, 19 de julio 2018, 00:07

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ESTÁ claro que el verano es para algunos algo más que un tiempo de relax y tranquilidad en el que olvidar los dias de estrés y recuperar fuerzas para lo que venga después. Pero no son pocos los que, incluso antes de empezar las vacaciones, atisban unos días de libertad en el que poder dar rienda suelta a sus emociones, a veces de forma desaforada en la que no faltan elementos que distorsionan la convivencia.

Frente a los que disfrutan calmadamente de un tiempo libre que les vendrá bien a cuerpo y mente, es frecuente encontrarse a otros, aunque no sean mayoría, que tienen un raro concepto de libertad y optan, sobre todo en las zonas turísticas más pobladas, por actuar según lo que les pide el cuerpo, aunque eso traspase la libertad de los que tienen a su alrededor. Y parece que son más de lo que realmente son, porque resultan más visibles algunas de sus ocurrencias, que no suelen pasar desapercibidas para el resto del personal, principalmente porque ocasionan molestias, aunque a ellos les importe muy poco.

En algunas poblaciones receptoras de turismo ya se vienen sufriendo desde hace algún tiempo actitudes incívicas que afectan hasta a la seguridad o sanidad de todos, por lo que poco a poco van decidiendo tomar medidas en las que se incluyen sanciones económicas.

En Marbella se ha iniciado una campaña que es, en principio, informativa, es decir, advertir de aquellas cosas que no deben hacerse si no es corriendo el riesgo de una multa. Quizás lo de menos sea lo de llevar el torso desnudo, que también, porque es una falta de respeto a los demás, o porque a nadie le gusta encontrase en una terraza o en un comercio a alguien que se cree tarzán, aunque ni se le acerque, pero repartiendo con descaro un desagradable olor a sobaquina. También hay actitudes violentas, sexo en la calle o destrozo de mobiliario, como si estuvieran convencidos de que eso forma parte del paquete turístico que han pagado y que, por tanto, se encuentran legitimados para ello.

Estos días se repartirán folletos por todo el municipio (seguramente con un lote amplio en Puerto Banús) en el que se detallan las principales acciones prohibidas. Se trata de coincienciar a todos de que hay que cuidar la imagen de una ciudad que vive del turismo y que tiene que dar constantemente su mejor versión, pero, seguramente, los que protagonizan barrabasadas harán poco caso del asunto y solamente lo comprederán cuando actúe la ley contra ellos. De todas formas, me imagino que la mayoría de la población que reciba por escrito las recomendaciones municipales sobre el comportamiento público puede sentir un cierto pudor al leerlas. Si nos tienen que decir que no hay que romper farolas, hacer las necesidades en una esquina o un jardín o montar un botellón a las cuatro de la mañana en la puerta del vecino es que algo está fallando. Pero visto lo visto no parece que todo el mundo esté dispuesto a cumplir con las normás más elementales. Ahí tenemos, por ejemplo, lo que está pasando en los accesos a algunas playas del municipio o con el patrimonio natural de las dunas, que determinados elementos tienen predilección por destrozar.

Podríamos echarle la culpa a las altas temperaturas que afectan negativamente a los hipotálamos de algunos y les hacen reaccionar con violencia periódicamente, lo que según varios estudios médicos es bastante probable, pero entonces no se puede justificar que durante el resto del año se registren actos vandálicos que cuestan al municipio medio millón de euros, y ya no suelen ser turistas los culpables. Ya no es sólo la imagen que demos al exterior, sino la que nos demos a nosotros mismos cuando comprobamos que los hechos se repiten y que forman parte de la vida cotidiana. De todas formas, cuidado que viene terral.

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