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CUÉNTAME UN CUENTO

JOSÉ MANUEL BERMUDO

Jueves, 16 de marzo 2017, 00:43

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DURANTE años me han contado muchos cuentos. No me refiero a los que los progenitores se inventaban para tranquilizarte o hacerte dormir, no. Han sido cuentos de cuentistas profesionales, de aquellos que utilizaban determinadas habilidades carismáticas para introducir en tu vida elementos distosionadores que terminaban en el engaño. ¿A quién no le han metido una patraña en forma de buenas intenciones que han terminado en lo contrario? Cuentistas que, en definitiva han sido estafadores sin escrúpulos que se han llevado por delante la inocencia de las personas bienintencionadas. Y siguen existiendo, creyendo que traspasarán siempre la frontera de aquello que resulta honrado y que ellos, por listos, sobrepasarán a los demás.

Pero, en contraposición, hoy me refiero a otro tipo de cuentos, a aquellos que exigen un esfuerzo literario y que difícilmente se escriben si no hay detrás un fondo cultural que proviene de leer mucho, de preocuparse por el estudio y de cultivar los valores incipiendes de jóvenes que no desaprovecharon el tiempo en otras cosas.

Hace unos días se entregaron en Marbella los premios de la decimo séptima edición de los Cuentos «Ciudad de Marbella», convocados por la Fundación José Banús Masdeu y Pilar Sánchez de León. El ganador de este año, José Viñas Marín», con su obra «Espinel» recibió cinco mil euros por su obra, mientras que la ganadora del cuento infantil, Aurora Beatriz Berrocal, con «Mini mamá», recibio dos mil euros. El mérito de estos dos autores, además de la calidad de sus obras, es que se han impuesto a otros seiscientos sesenta y dos autores de numerosos países que optaban también al galardón. Es decir, que han concurrido muchos esfuerzos literarios en una convocatoria que se ha convertido en una referencia internacional dentro del mundo literario, aunque solamente pueden ganar dos. Pero es un premio que convoca vocaciones y que permite mantener la ilusión de todos aquellos que se presentan. Y se dedican a escribir y a mantener una linea cultural que, con premio o no, dice mucho de tantos autores que se integran en círculos culturales en lugar de hacer otras cosas más fáciles.

La actividad literaria exige un esfuerzo personal extraordinario para sacar del ser humano lo mejor que tenga en su interior. Después, es facílmente comprobable que son una minoria los que leen y siguen con interés la linea literaria de los autores, por lo que es imprescindible un esfuerzo cada vez mayor para sacar adelante los proyectos. En la actualidad, con las redes sociales de por medio, lo más cómodo es acumular titulares y, principalmente, ver el video correspondiente sin ningún tipo de molestía en leer el texto.

Por estos y otros motivos es de agradecer que haya quien emplee dinero y dedicación a proponer alicientes. En nuestro mundo de rápidas sensaciones y de análisis inmediatos no nos paramos a pensar que hay quien se dedica a esto, a alimentar las actividades literarias, artísticas, deportivas, solidarias y todas aquellas que supongan un interés por las buenas actividades humanas. Lo que ocurre es que estas cosas no suelen ser objeto de la polémica o la protestas continuadas, que parece ser el interés de muchos en muchos caminos.

Y lo más curioso de todo, aquellos que están ayudando y disponen de unos fondos para que puedan salir adelante numerosas iniciativas no tienen vocación de andar por ahí divulgando su trabajo. Se conforman con la misión cumplida, pero eso no le parece suficiente a esta sociedad metida de lleno en la publicidad exagerada. Algunos venden humo, otros trabajan y no venden nada. Es cuestión de que cada cual sepa apreciarlo. Hay que leer cuentos, pero tener cuidado con los otros, con aquellos que inventan lo que les interesa.

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