Muñoz pide el tercer grado para evitar su «muerte en la cárcel»
Dos días antes de ingresar en el hospital por una angina de pecho, solicitó al director de la prisión el régimen de semilibertad por las enfermedades «graves, incurables, degenerativas e irreversibles» que padece. «Mi padre está cadavérico; ni física ni anímicamente se parece a la persona que yo he conocido, es un hombre derrotado», asegura su hija Elia
Juan Cano
Sábado, 10 de octubre 2015, 11:15
Julián Muñoz es apenas una sombra de sí mismo. Poco queda ya de aquel hombre que paseaba orgulloso por las calles de Marbella del brazo ... de Isabel Pantoja y que coprotagonizó uno de los mayores escándalos de corrupción en España. Su última salida de la cárcel para asistir a un juicio, el llamado caso Fergocon le quedan otras 40 causas pendientes dejó, sobre todo, una foto para el antes y el después. Muñoz, 1,86 de estatura, pesa ahora 65 kilos, 30 menos que cuando ingresó la última vez, en 2013, tras ser condenado por el caso Pantoja. «Mi padre está cadavérico», describía anoche Elia, su hija menor, sólo unas horas después de visitarlo en la prisión de Alhaurín de la Torre.
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El horizonte de su libertad, después de que la Audiencia cerrara de golpe la puerta del tercer grado abierta en verano por el juez de Vigilancia Penitenciaria, se sitúa en el año 2026, fecha de cumplimiento marcada en rojo en su calendario carcelario para saldar las condenas que ya son firmes. Muñoz, que el mes que viene cumplirá 69 años, está convencido de que, si nadie lo remedia, morirá en prisión.
El 23 de septiembre, un día después de que un dolor en el pecho lo llevara a la enfermería y lo asistieran durante tres horas en una uvi móvil, el exalcalde marbellí escribió, de su puño y letra, una solicitud dirigida al director del centro penitenciario. En el documento, al que ha tenido acceso SUR, Muñoz pide una vez más el tercer grado: «Ante el grave riesgo de que pueda sufrir un evento fatal para mi vida en cualquier momento, es decir, mi muerte en la cárcel».
En el escrito, solicita que la junta de tratamiento, formada por los responsables de la prisión, la misma que en agosto dejó la pelota en el tejado de la Audiencia, vuelva a revisar su caso por las enfermedades «graves, incurables, degenerativas e irreversibles» que padece. La Fiscalía y la Audiencia asumen el diagnóstico, pero con un par de matices: su estado, argumentan, no es terminal, y su capacidad para delinquir sigue «intacta». El letrado de Muñoz en la batalla penitenciaria, Antonio García Cabrera, de Lemat Abogados, apela a que resuelvan con «justicia y humanidad» para que pueda pasar la última fase de su vida «cuidado y con su familia».
Dos días después de presentar aquel escrito en el registro del centro, Muñoz volvió a notar un dolor en el pecho que describió a su hija de un modo gráfico: «Como si me estuvieran atravesando con una barra». Le sorprendió en el patio, sobre la una, justo antes de ir a comer. En la enfermería comprobaron que le habían subido los niveles de glucosa y le había bajado la tensión. De allí salió en ambulancia rumbo al Hospital Clínico, donde pasó 10 días ingresado tras someterse a un doble cateterismo.
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Al recibir el alta, la sombra de Muñoz regresó a prisión con dos kilos más que, según su hija, ya ha perdido. Ha vuelto a la celda que ocupaba en el módulo 5, considerado educativo, donde la mayoría de los internos estudian. Su vida allí se resume en unas líneas: se levanta a las ocho, desayuna, sale al patio hasta la una, almuerza, siesta en la celda, patio a partir de las cuatro, cena a las siete y vuelta a la celda. A las nueve se toma las pastillas 17 diarias, entre todos sus tratamientos para dormir, aunque suele despertarse un par de veces cada noche.
Entre tanto, fuma. El paquete de Marlboro le dura más que antes. Ha reducido el consumo de dos cajetillas a 10 cigarrillos diarios y, según Elia, no le aconsejan dejarlo porque el estrés por la abstinencia podría afectarle al corazón. La sombra de su sombra es un hombre de la misma edad, un buen amigo que comparte módulo con Julián y que está pendiente de él. Cuando habla con su mujer, le cuenta cómo está Muñoz para que ella informe, vía WhatsApp, a Elia, que vive pegada al teléfono esperando noticias de sus padres, ambos en prisión.
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El ánimo de Julián también ha cambiado tras los últimos acontecimientos. Los propios funcionarios lo han percibido tras su vuelta del hospital. «Es una persona derrotada. Vio una puerta abierta al tercer grado y la negativa de la Audiencia lo ha hundido. No es, ni física ni anímicamente, el hombre que yo he conocido. Le han quitado esa luz que tienen las personas», insiste su hija. «Mi padre sigue Elia ha cometido delitos, eso no se discute, y lleva siete años pagándolo, pero no puede pagarlo con la vida. En España no existe la pena de muerte».
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