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La alcaldesa que cuida de los suyos

La alcaldesa que cuida de los suyos

Acusada de enchufar a familiares y compañeros en el Ayuntamiento de Manilva y expulsada de su partido, Antonia Muñoz se defiende arropada por sus fieles y con un argumento claro: todos hacen lo mismo

Héctor Barbotta

Viernes, 17 de octubre 2014, 12:54

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Hay personajes que transforman el escenario sobre el que actúan, y escenarios que moldean al personaje. Seguramente debe considerarse a la alcaldesa de Manilva, Antonia Muñoz Vázquez, en el segundo grupo, porque difícilmente podría entenderse su trayectoria vital y política en un ambiente diferente al de su pueblo, donde nació en la primavera de 1960 en el seno de una familia muy humilde. El turismo aún no había irrumpido en el extremo más occidental de la provincia y la agricultura no daba para mucho, menos para una familia que trabajaba en campo arrendado.

Antonia quiso estudiar y con 17 años conoció la emigración en Barcelona. Se hubiera quedado allí, pero la temprana muerte de su madre la obligó apenas dos años después a cambiar de planes: tuvo que regresar al pueblo para cuidar de su padre y de sus tres hermanos menores. Sin embargo, su vida había comenzado a cambiar en la capital catalana, donde conoció a su marido, Valentín, trabajador de la construcción, y donde empezó su formación en contabilidad, que culminaría después en Estepona. «Lo mío son los números», se le suele escuchar cuando alguno de sus colaboradores comienza a irse por las ramas.

A diferencia de los emigrantes que salen al mundo para comérselo, Antonia decidió hacerlo en su pueblo natal, donde tuvo trabajos como administrativa mientras su compañero ponía un negocio de carpintería en la que ella llevaría los números. Años después, esta empresa le generaría uno de los muchos dolores de cabeza provocados por su tendencia a cuidar de la familia desde su cargo, cuando la furgoneta de 'Muebles Valentín' comenzó a verse a las puertas del Ayuntamiento y a sus empleados, haciendo trabajos para el municipio.

Su origen humilde y su conciencia social la llevaron a afiliarse al Partido Comunista, pero Antonia Muñoz nunca fue una militante típica, según relatan quienes durante más de 30 años, hasta la pasada primavera, compartieron militancia con ella. Su filiación política nunca le impidió participar en lo que los cánones del marxismo clásico definen como el opio del pueblo ni en lo que los más contemporáneos consideran el opio moderno. Porque Antonia no rehuyó ni de la tradición religiosa -en Semana Santa sale de mantilla en las procesiones- ni del fútbol. Fue la primera mujer en presidir la Unión Deportiva Manilva Sabinillas, bajo cuyo mandato el club obtuvo el ascenso a Tercera División. Para entonces ya era concejala en Manilva, la primera mujer que ocupó ese cargo en el pueblo, en 1987.

En los años 90 la irrupción del GIL en la Costa del Sol puso patas arriba toda la política local de la Costa del Sol, y el esperpento en el que se convirtió el Ayuntamiento de Manilva acabó de moldear al personaje. Después de conocer la desagradecida labor de oposición, en 1999 tocó poder. Fue cabeza de lista por IU y su alianza con el PSOE permitió desbancar a GIL, lista más votada. Pero el pacto tuvo duración corta, después de que el portavoz socialista la acusara de incumplirlo nada más comenzar. Su socio de entonces, con quien acabó rompiendo y que la desalojaría del poder en noviembre de 2000 con una moción de censura, es el mismo de ahora: el médico Emilio López Berenguer, expulsado ese año del PSOE y fundador de la Agrupación Socialista Manilveña. En su condición de médico, López Berenguer firmó esta semana el certificado con el que Antonia Muñoz eludió la citación judicial a la que debía acudir como imputada para declarar en un caso abierto por el enchufismo sistemático del Ayuntamiento. Las traiciones y reconciliaciones son moneda corriente en la política municipal de Manilva.

Socios

No fue Berenguer su único socio. En 2003 participó del pacto de gobierno, a cambio de una vocalía en la Mancomunidad, que aupó al poder al exgilista Pedro Tirado, quien sería detenido dos años después tras ser sorprendido con bolsas de dinero en su casa, pero las desavenencias la llevaron a ser destituida poco después. Para entonces, el Ayuntamiento se había transformado en un guirigay de pacto, contrapactos, tránsfugas y censuras mientras el cemento ganaba territorio frente al litoral.

Tras las elecciones de 2007, en las que fue la candidata más votada, consiguió volver a la Alcaldía gracias a un nuevo pacto con su viejo conocido López Berenguer, que renovó cuatro años después.

Decidida a construir un poder estable, no había dudado en echar mano de su estilo personal, al que sus simpatizantes consideran muy cercano y sus detractores, populista. «No fue que de la noche a la mañana la gente de Manilva se hiciera de IU -reconoce un dirigente de la coalición-, fue por Antonia».

Su forma de ejercer la política consiste en gestos tan nimios como pasarse por las casas regalando roscos de Navidad o de tanta carga como convertir toda la acción del Ayuntamiento en una cadena de favores. «Aquí cuando se consigue algo del Ayuntamiento es porque te han hecho un favor. En Manilva no existen los derechos, existen los favores», reconoce un trabajador municipal.

A ello sumó el manejo arbitrario de su capacidad para contratar y despedir en el Consistorio de la que el nepotismo no ha estado ausente.

Durante el mandato 2007-2011 se inició una investigación por delitos contra la administración pública, cuando el comité de empresa del Consistorio denunció que había colocado en el Ayuntamiento a los 17 miembros de la lista de Izquierda Unida y a medio centenar de familiares de éstos. 13 de ellos, parientes de la propia Antonia. También forman parte de esa investigación facturas por más de 600.000 euros, pagadas a empresas propiedad de la alcaldesa o de familiares directos.

«Aquí estoy yo», suele decir desafiante cuando alguna persona cercana supera el temor que inspira entre sus subalternos y le advierte de que esos comportamientos pueden traerle consecuencias. Ella considera que no hace nada distinto a los demás. La diferencia es que no se avergüenza.

Hace dos años nombró a su hermana y a su nuera directoras de área, una categoría que llegaron a ostentar 20 personas -muchas de ellas con funciones superpuestas- en una localidad de apenas 14.000 habitantes.

Izquierda Unida nunca le reprendió mientras su voto fue clave para mantener a la coalición al frente del gobierno de la Mancomunidad de la Costa del Sol. La formación, incluso, dejó pasar por alto que cruzara una de sus líneas rojas cuando aprobó la privatización de la gestión del agua, prácticamente una herejía política en IU, con la que consiguió liquidez que le permitió mantener su polémica política de personal.

Entrevista

Reacia a hablar con periodistas, pocos se explican por qué a comienzos de este año aceptó conceder una entrevista a una cadena de televisión nacional donde reconoció abiertamente su política de enchufes.

Consciente del tamaño de su error, comenzó a buscar enemigos en su entorno. Algunas de las personas que trabajaban cerca de ella en el Ayuntamiento fueron a la calle de la noche a la mañana, notificadas en sus domicilios por la Policía Local

Pero su estrella en IU había comenzado a apagarse. La aparición estelar en la pequeña pantalla puso incómoda a la dirección federal de la coalición, y con la Mancomunidad ya en manos del PP su voto en el organismo era irrelevante.

Para entonces ya la habían imputado por enchufismo. Izquierda Unida la invitó a marcharse de la Alcaldía, pero decidió quedarse en la Alcaldía y marcharse de Izquierda Unida. La acompañaron todos sus concejales, y aunque anuncia que no se volverá a presentar de momento sigue haciendo favores. En Manilva nunca se sabe. Y además los suyos son muchos y agradecidos.

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