Más alimento, menos desperdicio
La Unión Europea estima que el hogar es responsable de un 42% de la comida que acaba en la basura
Ángel Manuel Caracuel García
Domingo, 29 de noviembre 2015, 23:26
Existen estimaciones de que un tercio de la producción mundial de alimentos se pierde o se desperdicia cada año, y de que esta cantidad permitiría ... alimentar a 2.000 millones de personas. El desperdicio alimentario es una oportunidad desaprovechada para alimentar a la población mundial y para combatir el hambre y mejorar el nivel de nutrición de aquellas poblaciones más desfavorecidas.
Sin embargo, y sin olvidar las consideraciones éticas, hay que recordar que el desperdicio de alimentos plantea además un impacto ambiental en términos de cantidad de recursos naturales finitos, como agua, tierra y recursos marinos utilizados en la producción de estos alimentos no consumidos. Los alimentos pasan por diferentes etapas desde el campo, la granja o el mar hasta que finalmente llegan a la cocina y a la mesa del consumidor, produciéndose en el proceso una reducción de la parte comestible de los mismos, aunque no siempre se puede considerar esta disminución como un desperdicio de alimentos. El desperdicio alimentario se puede definir como el conjunto de alimentos o bebidas que, siendo aptos para el consumo humano, terminan por no ser consumidos.
Según esto, también se consideraría un alimento desperdiciado aquel que el consumidor ha olvidado que tenía en su despensa o nevera y que, cuando se da cuenta, ya no está en condiciones de ser consumido, terminando en la basura. La Unión Europea estima que el hogar es responsable de un 42% de la comida que acaba en la basura.
Con estos datos, el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente puso en marcha a principios de 2013 la estrategia Más Alimento, menos desperdicio, que tenía como objetivo fundamental prevenir el desperdicio de alimentos propiciando un cambio real de actitudes y procedimientos de trabajo, reduciendo las presiones ambientales y contribuyendo a un modelo de producción y consumo más sostenible.
De manera general, lo recomendado para reducir el impacto de nuestra actividad sobre el planeta, tal y como hacemos cuando consumimos un bien o un recurso como el agua, es seguir, siempre que sea posible, la regla de las 3 R, es decir, reducir, reutilizar y reciclar. Esta regla, propuesta para cualquier producto, en el caso de los alimentos permite introducir una cuarta R, la de redistribución.
La concienciación sobre la necesidad de prevenir y reducir la cantidad de alimentos que se desperdician es una tarea conjunta de toda la sociedad. Todos debemos ser conscientes de que con pequeños actos como planificar nuestro menú semanal, hacer una lista de la compra o pedir que nos pongan en una fiambrera las sobras en el restaurante, ayudamos a operar este cambio de hábitos y, por último, debemos tener como lema que «el mejor residuo es el que no se genera».
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