Ciruelas, rescatando las variedades locales del Valle del Guadalhorce

Tanto los colores, entre los que predominan amarillo, verde y rojo (pero también morado o púrpura); las formas, redondeadas u ovaladas, como el tamaño, la jugosidad o el hecho de que el hueso se desprenda con mayor o menor facilidad, son indicativos de la diversidad que han alcanzado las variedades cultivares, que en última instancia provienen de dos grandes familias. La ciruela europea ('Prunus domestica') es originaria del Cáucaso, y fue la primera en expandirse por el Mediterráneo. Carnosa y con hueso flotante, a partir de ella surgen las variedades de color rojo, púrpura y verde. Un uso tradicional para estas variedades ha sido la elaboración de mermeladas y el secado para conservación. El ser poco acuosas favorece la pasificación por ejemplo.

La ciruela japonesa ('Prunus salicina') llegó a Occidente en los últimos dos siglos. En realidad, aunque se le llame japonesa es originaria de China. Las variedades de ciruelas procedentes de este tronco son más jugosas y la carne no se separa del hueso con tanta facilidad.

En el Guadalhorce, durante estos meses se pueden disfrutar cultivares locales como la ciruela blanquilla, la 'abrehueso', la safranera, la nazarena, imperial, 'loca', claudia y 'azafraná'.

«Al tratarse de cultivos tradicionales, muchas de estas variedades se han conservado porque los agricultores han mantenido algunos árboles. Se pueden encontrar en el Mercado Agroalimentario de Coín los domingos, y también en la red de mercadillos de Guadalhorce Ecológico», explica Margarita Jiménez, ingeniera agrónoma y técnica del Grupo de Desarrollo Rural Valle del Guadalhorce. Un tesoro de diversidad para la mesa.