Está claro que el Málaga, como otros muchos equipos, ya no puede más. No fue capaz en Gijón de conseguir al menos un punto que ... le hubiera dado la tranquilidad absoluta. Y no fue por falta de ganas, desde luego que no, pero sí creo yo que por falta de la necesaria actitud, que se debió ver desbordada por los nervios del momento. Pero es que eso se viene dando en la mayoría de los equipos aspirantes al ascenso (Zaragoza, Huesca, Almería, incluso el ya ascendido Cádiz) que en este esprint final de la Liga han perdido en casa ante equipos de la cola; dan la impresión de que tienen miedo al ascenso y de cuya congoja se aprovechan los más débiles. Pero ya no queda tiempo para nervios o titubeos. Lo mismo por arriba que por abajo, los próximos viernes y lunes tendrá que decidirse todo. A una sola carta, a una misma hora, las nueve de la tarde, entre dos luces, la solar y la de los focos. En Primera, todo esto es aplicable a la búsqueda de una plaza en Europa. Y a una de descenso.
Entre tanto trajín y componendas, de históricos que descienden y entrenadores que caen nos llega (a mí al menos) un soplo de aire fresco, de recuerdos inolvidables; nos llega la noticia de entrenadores que vuelven y que, en un determinado momento dirigieron al Málaga. Me refiero a Manuel Pellegrini y Juan Ramón López Muñiz, cuya permanencia entre nosotros nos llevó a añorar ese Málaga que, ahora, anda dando tumbos porque una mala persona esté empeñada en llevar al club a la ruina, si no a la desaparición. Los numerosos ceses que se están produciendo en los banquillos, y los que vendrán, hacen pensar que la próxima temporada va a estar llena de novedades. Lo deseable por nuestra parte, sin embargo, se reduce a contar con un equipo competitivo en Segunda División y un club sin el indeseable que tanto daño ha hecho al fútbol de nuestra ciudad.
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