Los futbolistas del Málaga han pasado del lógico respeto a su estadio, La Rosaleda, a la zozobra y el miedo, quizás por verlo vacío, tan ... frío. Por lo que sea, hay que solucionarlo y cuanto antes, ya sea por la vía de un psicólogo, de un médico o de un especialista, si Pellicer no puede arreglarlo. Los puntos que se pierden en casa no puden recuperarse y el desenlace sería irreparable. Todo es cuestión de ganar un partido en casa y los demás vendrán después. Los que desde fuera vemos este problema no nos queda más recurso que echar a volar la imaginación, sobre todo si tenemos casi los mismos años que La Rosaleda de nuestros pesares. Recuerdo aquel recinto, cuya fachada podía saltar un galgo y cuyas gradas no tenían más de diez filas de puro cemento. Para asistir a cada partido había que adquir un cupón Pro-estadio (50 céntimos) para contribuir a la terminación del recinto. Y por aquel minúsculo 'estadio' empezaron a desfilar entrenadores de la talla de Ricardo Zamora, Helenio Herrera, Pasarín, Barinaga, Otto Bumbel, Balmanya, Marcel Domingo y demás y muchas veces con técnicos de la casa (Chales, Carmona Ros, Benítez y Ben Barek) atentos a las suplencias urgentes y de rigor, de las que nunca ha estado libre cualquier equipo que se precie. En ese aspecto sí puede presumir el Málaga. En La Rosaleda se han vivido, he vivido, jornadas inolvidables. El Málaga Campeón de Campeones, cuando en Tercera había 17 grupos; primer partido del Málaga en Primera ante el Valencia; los torneos Costa del Sol, auténticas fiestas del fútbol en las noches de verano; los nueve goles de Bazán, un récord insuperable; las dos media docenas de goles al Real Madrid en sendos partidos de Liga... Y la gloriosa temporada en la Champions que luego acabó con la bajada del equipo al infierno de Segunda... Muchas jornadas inolvidables, en fin. Detenidas ahora por los males que dejó aquel sueño europeo, agigantado por esta maldita pandemia que, de momento, ha dejado estadios vacíos y mucho sufrimiento en el vivir de cada día. Al Málaga, a sus jugadores, les toca ahora aportar su granito de arena.
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