Una plantilla sin calidad ni personalidad
A estas alturas la pregunta es sencilla: ¿qué jugador está capacitado para ganar un partido? El equipo diseñado por Manolo Gaspar es frágil en todas las líneas, sin liderazgo y con una mentalidad casi nula
A estas alturas lo que siente el aficionado malaguista se resume en una palabra: miedo. El temor a un descenso a la 'Segunda B de ... Rubiales' (Primera RFEF) es total pese a los seis puntos de margen sobre la zona de descenso. Las sensaciones que ofrece el Málaga no pueden ser peores y ahora más que nunca los aficionados confían en los posibles tropiezos de los rivales –sobre todo, de la Real Sociedad B–, no tanto en los puntos que pueda arañar en las nueve últimas jornadas una plantilla que carece de calidad y personalidad.
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Porque si se entiende la calidad como la capacidad para ganar un partido las dudas se disparan. Los males comienzan arriba y se extienden hasta la portería en el más claro ejemplo de que la plantilla diseñada por el director deportivo, Manolo Gaspar, es demasiado frágil en todas las líneas. Esa sensación se ha acentuado tras los errores en el mercado de invierno, al no apostar por un delantero que solventara los problemas ya existentes y por un central o un medio de contención.
Es más, pese a la falta de confianza en Ismael Casas (ganada a pulso por el jugador) y al anecdótico ascenso en las últimas semanas de Ale Benítez desde el filial, se prefirió ceder a Calero para que cogiera la forma. ¿Acaso a estas alturas no habría sido el recambio claro de Víctor Gómez o incluso de dos laterales izquierdos que no dan la talla partido tras partido?
Sekou, uno de seis partidos
Con el fichaje estelar, Sekou, totalmente desaparecido durante casi toda la temporada –sólo ha participado en uno de los seis últimos encuentros, 10 minutos contra el Fuenlabrada–, y los pasos cortos de Chavarría hasta alcanzar un tono medianamente óptimo, los males del Málaga se centran en la falta de gol.
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Pero eso no es más que un análisis demasiado simplista. Ahí ha radicado el primer error de Manolo, en la apuesta por dos delanteros lastrados por su inactividad y en el empecinamiento en incluir en el lote a Brandon (que se considera extremo izquierdo) o a Antoñín (cuya aportación ha sido nula). No obstante, conviene detenerse en otras cuestiones capitales que no se aprecian tanto en la plantilla.
El detalle más preocupante el domingo llegó tras el 0-1: nadie se acercó a apoyar a Dani Barrio
El director deportivo no puede irse de rositas: en verano falló en el perfil de los jugadores y en invierno no trajo lo que debía
La falta de calidad es desesperante. Abundan futbolistas de fuegos de artificio (amagos, recortes, autopases por la espalda, controles con el exterior..) y escasean los que de verdad asumen riesgos, que encaran y tratan de desbordar. Por ejemplo, de Paulino se ha confirmado la tesis extendida de que es 'jugador de una vuelta'. Kevin, Hicham, Jairo y Antoñín han sido intrascendentes y Brandon es demasiado acelerado (por ser generoso).
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Manolo no puede irse de rositas. Yno ya porque vaya camino de fichar a un tercer entrenador después de sufrir un 'ataque de director deportivo' hace más o menos un año (ya se sabe, el ninguneo a la labor de Sergio Pellicer y esa afirmación de que sobran técnicos en el mercado). El error más grave ha sido el perfil de los jugadores elegidos, teóricos virtuosos muy justos de compromiso en momentos del partido y, por supuesto, en una temporada completa. De ahí esa mentalidad casi nula que ofrecen el 95 por ciento de los jugadores. Se salvan muy pocos.
La planificación ha sido también un fiasco por la escasez de líderes en el campo y en el vestuario. Durante la Liga han sido numerosas las muestras que han venido a confirmar esa carencia de personalidad –especialmente fuera–, pero quedó demasiado patente el domingo tras el gol encajado por un gravísimo error técnico de Dani Barrio.
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Fue muy llamativa la bajada de brazos de los jugadores, pero no tanto (y este no es un detalle menor) el hecho de que ningún otro jugador blanquiazul se acercara a apoyar al portero. Y eso ya no es cuestión sólo de falta de personalidad, sino de escaso compañerismo y también de una triste intención de escurrir el bulto. El peor síntoma.
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