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Gran parte del peso del Málaga este curso lo carga el eje Manu Molina-Luismi, los directores de la sala de máquinas del equipo en ... la primera mitad del curso. Con los roles más o menos definidos, ambos están demostrando complementarse a la perfección con su respectivo compañero en el cuartillo de mandos. Luismi barre y Manu Molina recoge. Luismi destruye y Manu Molina crea. Aunque el onubense ha demostrado también estar capacitado para hacer el trabajo sucio y el de Puerto Serrano, tener criterio suficiente para levantar la cabeza y jugar con los pies. Parte del éxito del Málaga en esta primera vuelta reside en lo que los andaluces dan al resto de compañeros en el centro del campo: equilibrio y tranquilidad.
Manu Molina es el jugador de campo que más minutos suma en lo que va de curso, mientras que Luismi es el tercero, por detrás de Nelson, tras tener que hacer frente a un breve período de adaptación a principios de curso, en el que acarreó problemas físicos que le obligaron a parar por unas semanas. Recuperados y a su nivel, son de los pocos innegociables para Pellicer en sus alineaciones. Desde que el tándem empezó a carburar, ambos sólo se han perdido partidos por sanción, después de ver la quinta amarilla, obligados por las circunstancias y por el reglamento.
El de Manu Molina es un claro caso de lo que Loren Juarros verbalizó en verano, cuando aseguró que había jugadores en la plantilla que rendirían mejor en Segunda que en Primera RFEF. En una categoría en la que el fútbol fuera más fútbol. Su impacto en el juego ha crecido exponencialmente respecto al pasado curso, en el que terminó siendo también importante, y su liderazgo le ha llevado a ser una de las referencias de la plantilla. Es uno de los faros del equipo en el campo y también uno de los líderes del grupo, del vestuario, en la faceta más humana, en la que predomina el buen rollo entre veteranos y jóvenes.
Luismi, por su lado, llegó con la clara premisa de elevar el nivel global del centro del campo ante la salida de Genaro, la lesión de Ramón, la juventud e inexperiencia de Izan Merino y las dudas que generaban Juanpe y Sangalli. Fue la gran apuesta de la dirección deportiva el pasado verano y su irrupción llegó algo más tarde de lo esperado, después de perderse parte de la pretemporada por lesiones musculares y también una porción del primer tramo del curso, pero apenas necesitó un partido para hacerse con el coche escoba del centro del campo blanquiazul. Debutó ante el Albacete, saliendo desde el banquillo, estrenó titularidad frente al Córdoba, una semana después, y en la siguiente cita, contra el Huesca, ya maravilló a La Rosaleda con su juego.
Pellicer cuenta desde este otoño con una opción más para el centro del campo. Ramón, que volvió a jugar a finales de noviembre después de siete meses en el dique seco, luchando contra su demonio, las lesiones, entra poco a poco en juego con la proyección de ser uno más en la rotación. Aunque se antoja complicado que pueda quitarle el sitio a algunos de los dos a corto plazo, el centrocampista de La Alpujarra, de un perfil más creativo, suma cuatro partidos (y una titularidad) desde que recibió al alta médica, y aspira a ser una opción de garantías para el entrenador cara a la segunda vuelta del campeonato en Segunda. Asimismo, deberá ser cauto y seguir fortaleciendo su físico para evitar caer en el mismo 'pozo' que en ocasiones anteriores.
Y en la cruz de la moneda, dos nombres: Sangalli y Juanpe, los últimos en una rotación en la que se ha adelantado el joven Izan Merino. Pese a las dudas, se confiaba en que ambos dieran un paso al frente en la categoría de plata, tal y como hizo Manu Molina, aunque la confianza del técnico ha cambiado de sentido. El canterano de 18 años, una de las últimas perlas de La Academia, ha jugado casi el doble de partidos y minutos que sus compañeros, relegados a la suplencia por múltiples factores: el buen hacer de sus homólogos y el bajo nivel mostrado cuando han gozado de oportunidades, acusando también una importante falta de continuidad.
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