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CLAMANDO EN EL DESIERTO...

Manuel Castillo

Miércoles, 18 de septiembre 2019, 08:42

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Cuando España no deja de vibrar a nivel deportivo y disfrutamos y nos felicitamos con pasión de sus éxitos mundiales, parece fuera de lugar incidir sobre el tema del Málaga y, sobre todo, del jeque que lo tiene atenazado. Hoy toca presumir de que España es campeón del mundo en baloncesto (como en tantas otras cosas) una semana después de que Nadal asombrara a más de medio mundo con su triunfo en Nueva York. Hoy por hoy no los hay mejores en basket ni en tenis y nos mantenemos a la espera de confirmarlo en el capítulo de motos. La situación de España, a nivel político y social, es convulsa y deprimente y estos triunfos en una punta y otra del mundo vienen a mantener en alto el orgullo de un país al que maltratan sus propios gobernantes. Por todo ello, adelante Scariolo y todo ese equipo que inició esta andadura en Málaga al mando de un 'casi malagueño' y adelante Nadal, que presume de español por donde quiera que va. Es el consuelo de un malagueño que, como tantos otros, vive los momentos más tristes del Málaga por obra y desgracia de un tal Al-Thani al que nada le importa lo que ocurra por aquí.

Poco puede criticarse del equipo que, en lucha con los elementos (los de Catar especialmente) se mantiene como puede arañando puntos, en espera de que alguien gobierne el club. Es triste vaticinar que, a la vista de una situación que no parece tener arreglo, el objetivo del ascenso es ya una quimera. A no ser, claro, que surja o cristalice la aparición de un comprador (que existe) y, de alguna manera se le allane el camino en vez de complicárselo. Y en eso deberían implicarse jerarquías, estamentos o empresarios de una ciudad que no merece estar futbolísticamente por debajo de Alcorcón, Fuenlabrada, Ponferrada, Lugo, Huesca o Miranda de Ebro entre otros varios más que, al menos, cuentan con historiales de cierta consideración. Con el máximo respeto a esos equipos y localidades, considero que Málaga merece mucho más. Y lo preocupante es que vamos de mal en peor. A cambio de todo eso, los triunfos de España, como digo al principio, vienen a compensar un poco el orgullo herido de unos malagueños que seguimos clamando en el desierto... de Catar.

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