Ha sido una auténtica debacle futbolística. La verdad es que se veía venir, pero no tan intensamente como ha sucedido en el tramo final de ... la Champions. De un plumazo nos hemos quedado sin representación española pero es que, además, los equipos que aparecían como favoritos para llevarse la Copa han caído ante equipos 'intrusos', de poca monta, quedándose en el camino la élite de los jugadores y técnicos que soñaban con conseguir al fín el preciado título. El 2-8 de marras ha sido la espoleta de tanto fútbol sin sentido. No sé si en todo esto habrá tenido algo que ver la pandemia pero, bien visto, sí debe de haber influido, ya sea por los contagios, por los confinamientos o las interrupciones habidas tras el final de la Liga. El primero en abrir el capítulo de decepciones fue el Madrid de Zidane y, después, el Atlético de Simeone; Guardiola, después de haber superado la dura pueba ante los madridistas, fue el tercer sorprendido por el 'pequeño' Olympique de Lyon, quedando lo que esta noche pueda pasar entre el Bayern y el conjunto francés. ¿Y qué decir de las 'vacas sagradas' Messi y Ronaldo? Uno y otro, igual que Guardiola y 'Cholo' Simeone, acudían a Lisboa con la ilusión, obsesión más bien, de ganar esta Champions que se les resiste. Del careto y decepción de todos ellos hemos tenido buena muestra en la pantalla del televisor. Más acentuada si cabe en el caso del argentino, cuyo equipo, el Barcelona, tendrá qur partir de cero si aspira a seguir entre los indiscutibles.
Y no sólo el Barcelona necesita de una amplia reestructuración porque el fútbol español, su organización, sus mandos, también requiere una serie de arreglos que, en cierto modo, alivie el desaguisado en el que se ve inmerso cada día. Sobre todo cuando el panorama que tenemos por delante no invita al optimismo. La caída de los dioses en esta cita trascendental de la Champions puede ser el anticipo de una temporada y un fútbol bien distintos.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión