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Sala Benedito. González de Lara, en 1991, un año que marcó su trayectoria artística tras su primera exposición en solitario.
Aquel verano de Javier González de Lara

Aquel verano de Javier González de Lara

El presidente de la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA) y de Málaga (CEM), aún se emociona cuando rememora el verano de 1991 en el que llevó a cabo su primera exposición de pintura en solitario

Pilar Martínez

Málaga

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Miércoles, 30 de agosto 2017, 00:54

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Aquellos largos veranos, de tres meses, en familia, en la Cala del Moral, en la urbanización Serramar, marcaron su pintura y, en parte, su vida. Tanto que el presidente de la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA) y de Málaga (CEM), Javier González de Lara, tiene grabado en su memoria el mes de julio de 1991 como aquel estío con el que aún se emociona al rememorarlo: su primera exposición pictórica en solitario. Tenía 27 años y se convirtió en un punto de inflexión tras una etapa de formación artística, que comenzó a los 19 años tras el fallecimiento de su padre. «Fue un duro momento, en el que me hice mayor. Me puse a trabajar en el negocio familiar y a pintar en el estudio de la familia Arias Conejo, con los que tengo una deuda de gratitud por cómo me enseñaron a amar el arte. Recuerdo siempre la frase de mi profesora: tienes que aprender a mirar, no sólo a ver». Recibir esta enseñanza no fue fácil.

Asegura que su madre hacía un gran esfuerzo, porque la economía familiar se había resentido, y él daba clases particulares para sufragar las de pintura. Una inversión que mereció la pena. «Te daban una formación de vida en este reconocido estudio. Fueron unos años muy bonitos, que compaginaba la pasión por el arte, con el trabajo y los estudios de Derecho, que sacaba curso por curso. Siempre fui buen estudiante», señala.

Esta primera muestra pictórica en solitario la define como su «prueba de fuego como artista». Fue un 5 de julio, con un terral de los que duraban tres días, «no como los de ahora», matiza. Una jornada y un mes poco propicio para que un joven desconocido en el mundo del arte pudiera cosechar su primer éxito. Sin embargo, la sorpresa fue mayúscula, no sólo por la gran afluencia de público en la inauguración en la prestigiosa sala Benedito sino también porque de los 28 cuadros expuestos vendió 27. «No daba crédito», precisa. Y es que en su relato siempre hay nombres propios a los que agradecer enseñanzas artísticas y, sobre todo, de vida. Empezando por su madre, a la que define como una heroína, que en una época en la que las mujeres estaban en casa ella era empresaria y sacaba adelante uno de los negocios de referencia del comercio malagueño, Masó, junto a su marido, además de llevar una casa de familia de cinco hijos, y de afrontar con entereza la gran revolución comercial que supuso el desembarco de El Corte Inglés en Málaga y la puesta de moda del ‘prêt-à-porter’.

En detalle

En su infancia, lo de viajar en verano se reducía a ir a la Cala del Moral. Ahora los tiempos han cambiado y cada escapada que hace González de Lara tiene como reclamo visitar un museo, contemplar un cuadro en concreto, o conseguir inspiraciones y profundizar en técnicas para plasmar la esencia del mar

Luis Merino, que fue alcalde de Málaga, se convirtió, sin él saberlo, en un mentor principal que llevó a Manuel Sánchez Benedito a proponerle realizar esta exposición. «Me llamó por teléfono y me dijo que quería ver los cuadros. Que le habían hablado muy bien, entre ellos Merino. Se los llevé y me dijo que tenía una alternativa de exponerlos del 5 al 18 de julio. Me tocó la lotería», destaca con una gran sonrisa. Mari Pepa Estrada, a la que también quiere mostrar su agradecimiento, le hizo el prólogo de un catálogo al que sucedieron muchos más en destinos tan variopintos como Madrid, San Sebastián, Barcelona, Chile, Guatemala o Estados Unidos. «Esta primera exposición fue clave. Esos momentos no los olvidas nunca. Me dieron un impulso increíble en una jornada que era propicia para no ir a ver una exposición de un muchacho joven que pocos conocían como pintor. Fue tirarme al vacío y encontrarme la generosidad de todo el mundo», dice, para reconocer que tras esta muestra se sintió artista.

Como han escrito algunos críticos de arte, González de Lara nació para recrear la mar desde la tierra. Ese mar que daba vida a unos veranos de travesuras con sus cuatro hermanos, que se prolongaban de junio a septiembre y que exprimía desde pequeño gracias a que cosechaba buenas notas en el colegio San Estanislao de Kostka, más conocido como los Jesuitas. «Nos dedicábamos a echarle mucha imaginación todos los días para divertirte y dar poca lata a mis padres, centrados en el negocio familiar que puso en marcha mi abuelo antes de la Guerra Civil. La playa era fundamental. Tanto que tengo el mar grabado en la mente. Cierro los ojos y lo veo», apunta.

El mar marca su pintura, influenciado por esos largos veranos en familia en la Cala del Moral

Los partidos de tenis en la urbanización, con momentos cúlmenes como el torneo internacional de Serramar que atraía a Santana o a Orantes, forman parte de esos recuerdos de verano, a los que se añadieron con el paso de los años la quedada obligada en Baluma. «Era el punto de encuentro diario, a falta de móviles, para juntarnos la pandilla y decidir qué hacer y a dónde ir», declara.

Las noches en el clásico cine de verano fueron también determinantes para cultivar su pasión por la gran pantalla. Unas películas que le trasladaban a escenarios por aquel entonces impensables de conocer. «Lo de viajar no es estilaba ni estaba generalizado como ahora hacer turismo», precisa, para apuntar que años más tarde sus vacaciones y salidas están muy marcadas por su amor al arte. En la lista de destinos por visitar en veranos venideros se encuentra San Petersburgo, con la visita al Hermitage como principal atractivo. Mientras, cada estío es una nueva fuente de inspiración para el arte y el emprendimiento.

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