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Ramón Mora recuerda como le salvaron la vida, en el plató de SUR. Foto: Ñito Salas / Vídeo: Pedro J. Quero

«Estuve 21 minutos muerto», habla el superviviente de una parada cardíaca

A Ramón Mora, vecino del barrio de la Victoria, se le paró el corazón hace un año. Una reanimación y el uso adecuado del desfibrilador están detrás de que ahora pueda ofrecer su testimonio

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Miércoles, 4 de enero 2023, 15:17

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¿Qué más sorpresas deparará el destino de las que por ahora no intuimos nada? A veces, la vida es tan inconstante como el pulso de nuestro propio corazón. Eso lo sabe bien Ramón Mora, un vecino del barrio de la Victoria, que tiene 61 años. Hace poco más de doce meses, todo estaba en orden. Su rutina como director comercial de una empresa ubicada en el País Vasco, sus dos hijas, su mujer. La vida, se podría decir, le había sonreído. Todo eso cambió un 16 de diciembre de 2021.

El día pintaba bien. Después de sortear lo peor de la pandemia, Ramón salió a dar una vuelta con otra pareja amiga. Cena en El Pimpi y, para acabar la noche, una copa en la terraza del AC Málaga Palacio. Hasta ahí, sin embargo, nunca llegó. A las 23.50 horas, a las puertas del establecimiento, se desplomó sin previo aviso. «A partir de ahí, me fui un tiempo con San Pedro». Que no fuera su última copa, literal, lo debe a la actuación rápida de un matrimonio de médicos de Jaén, que estaban en Málaga para ver las luces de Navidad. Y a la existencia de un desfibrilador, que le dio el «puntillazo» justo para poner en marcha otra vez su corazón antes de que llegara la asistencia por parte del 061.

La muerte súbita llega sin previo aviso. «No noté nada. Ningún mareo, ningún pinchazo. Nada». Lo próximo que recuerda Ramón es mirar al techo de una ambulancia, con el pecho lleno de cables. «En ese momento me quería morir del dolor. No podía respirar». La razón: tres costillas rotas, resultado de una reanimación cardiopulmonar bien hecha. «Benditas fracturas», dice ahora.

El caso de Ramón demuestra la importancia que tiene la formación en reanimación básica. «Estuve en el lugar y en el momento correcto», agradece la ayuda que recibió. Consciente de que la vida le ha dado una segunda oportunidad, se niega a vivir con miedo y tampoco se siente víctima. Al revés. Ahora, recuperado, sonriente, es capaz de bromear con lo que le pasó: «Estuve 21 minutos con San Pedro. Me fui un 16 de diciembre y volví al día siguiente», explica.

Aunque ahora vuelva a sonreír, lo que vino después de que el corazón de Ramón se parara no fue fácil. Los días y las semanas siguientes convirtieron al hospital en su nuevo hogar. Primero pasó por la UCI: «Había un riesgo alto de que aquello me volviera a pasar». Sin poder dormir por las costillas rotas, llegó el maratón de pruebas. Le comunican que le tienen que poner un desfibrilador automático implantable. Esta herramienta es para Ramón como un paracaídas. En caso de que su corazón vuelva a descontrolarse, una pequeña descarga eléctrica consigue que todo vuelva otra vez a su sitio.

Vídeo. Así se realiza la maniobra de reanimación con un desfibrilador

La muerte porque el corazón deja de funcionar. En no pocos casos, es una muerte que se podría evitar con una reanimación apropiada. Solo en Málaga, el 061 atiende una media de 230 paradas cardiorespiratorias al año. Por lo tanto, provoca más muertos que el suicidio o los accidentes en carretera. El corazón deja de bombear sangre al cuerpo y al cerebro. Si no no es directamente la muerte, aguarda el riesgo de una vida en silla de ruedas o con daños irreversibles.

Cada segundo cuenta, como demuestra el caso de Ramón. Las posibilidades de sobrevivir decrecen con cada minuto que pasa en, aproximadamente, un 10%. Si no se recibe una atención a los cinco minutos, las posibilidades de supervivencia son prácticamente imposibles. «Yo tuve la suerte de que me atendieran de inmediato», repite, al mismo tiempo que lamenta que sus ángeles de la guarda no hayan dejado sus nombres: «Me hubiera gustado mucho darle las gracias».

¿Cómo poner en marcha la llamada cadena de supervivencia? En los países escandinavos, la formación en maniobras de reanimación básica comienza en las escuelas, donde es obligatoria. Así, se alcanza una tasa de formación del 70% entre los ciudadanos, a día de hoy. En España, aunque hay avances, aún se está lejos de este porcentaje. De las salidas que realiza el 061, solo en el 30% de los casos su personal de emergencia se encuentra con una atención previa realizada por ciudadanos que no pertenecen a una profesión sanitaria.

«Es importante que todos nos seamos conscientes de la importancia que tiene contar con la formación adecuada para hacer maniobras de reanimación básica», subraya Ramón. Aunque sea por puro egoísmo porque nadie está a salvo. Ayer fue él. Mañana podrá ser uno mismo el que necesite un masaje cardiopulmonar y un desfibrilador a tiempo.

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