Noelia Correa Landaluce, especialista en acompañamiento al duelo y al proceso del fin de la vida. SUR

Escritora, ponente y experta en acompañamiento en el duelo

Noelia Correa: «Hay que tener esas conversaciones de las que huimos para preparar la muerte»

Correa ha publicado 'D.E.P. Camino para morir con todo en orden', un manual para saber cómo enfrentar el trance final con calma y aceptación

Domingo, 27 de julio 2025, 00:26

Escritora, formadora, conferenciante y experta en acompañamiento al duelo y al proceso del fin de la vida, Noelia Correa Landaluce acaba de publicar en Maravillas ... Edita y Comunica el libro 'D.E.P. Camino para morir con todo en orden', un completo manual para poner en orden la vida, con sentido común y aceptación plena, mientras llega el final. En esta entrevista, ofrece unos consejos para que, cuando se acerque ese momento, nos pille con los deberes hechos.

Publicidad

-Sabemos que vamos a morir, ¿pero realmente comprendemos las implicaciones de lo que ello significa?

-Permíteme poner en duda la primera afirmación… ¿realmente todos sabemos que vamos a morir? Puedo decirte con honestidad que yo no lo tengo muy claro. Me explico: quizás a nivel intelectual, en alguna de esas conversaciones puntuales, generalmente a raíz del fallecimiento de alguna persona de nuestro entorno, hablamos de que la muerte nos llega a todos y de que la vida son dos días. Sin embargo, siento que hay muy pocas personas en nuestra sociedad que tienen verdaderamente integrado a nivel emocional, en su día a día, en sus conversaciones cotidianas y, sobre todo, en su forma de vivir, que van a morir algún día. En mi experiencia, vivimos en una sociedad tanatofóbica, donde pocas personas miran de frente a la muerte, y donde la mayoría de la gente actúa como si morir no fuera con ellos, ni con los que les rodean. Y cuando antes o después la muerte golpea, que lo hace siempre de una forma u otra, el sufrimiento es enorme. Precisamente, este es uno de los dos propósitos de mi libro D.E.P. Camino para morir con todo en orden, que las personas tomen conciencia de la propia mortalidad, y la de los que le rodean. En cuanto a las implicaciones, si ni siquiera nos planteamos con honestidad y naturalidad que algún día no estaremos en este plano físico… ¿cómo vamos a comprender las implicaciones de lo que la muerte significa? Y aquí entra el segundo propósito de D.E.P. Camino para morir con todo en orden, que es precisamente poner sobre la mesa esas implicaciones y empezar a hacer un trabajo, iniciar lo que yo he denominado el camino para morir con todo en orden y en paz. Camino, por cierto, que no recorremos solo por nosotros, sino especialmente por amor a nuestros seres queridos. Cuando yo fallezca, mis hijos tendrán bastante tarea con trabajar el duelo y transitarlo de la mejor forma posible. No quiero añadir más preocupaciones ni estrés, por ejemplo, porque nunca les haya dicho si prefiero que me entierren o me cremen; porque tengan que vaciar mi casa y cargar con la culpa de deshacerse mis cosas; o porque no haya hecho testamento y no sepan ni lo que tenía.

«Cuando yo fallezca, mis hijos tendrán bastante tarea con trabajar el duelo y transitarlo de la mejor forma posible. No quiero añadir más preocupaciones ni estrés»

-¿Cuál es la mejor forma de decir adiós?

-Todas las formas de hacerlo son válidas. Sin embargo, siento, por lo que voy recogiendo a través de mi experiencia profesional y personal, que la mejor forma de decir adiós es descansando en paz, en el sentido verdadero y profundo de la expresión. Y descansamos en paz si no dejamos abrazos por dar, conversaciones que mantener o cosas que nos hubiera gustado hacer. Y eso implica, además de vivir con presencia y aprovechar cada segundo del tiempo que tenemos en esta tierra, prepararse a todos los niveles, para que cuando llegue el momento, no nos quede nada pendiente, y podamos morir con serenidad. ¿Cuántos manuales existen en el mercado que hablan del orden? Sin embargo, prácticamente ninguno incluye en la ecuación el hecho de que todos vamos a morir algún día, y que tomar conciencia de este hecho y actuar en consecuencia es la mayor demostración de amor que podemos hacer hacia los que se quedan, nuestros seres queridos. El camino que yo propongo es uno en el que tomamos conciencia de nuestra propia mortalidad y la de los que nos rodean, para poder llegar a la muerte, suceda cuando suceda, con todo en orden y en paz. Y lo hago a través de varias propuestas. Por un lado, la lectura del libro D.E.P. Camino para morir con todo en orden, estructurado por etapas, como si del Camino de Santiago se tratara. En cada etapa (o capítulo) se puede encontrar una parte de teoría sobre el tema a tratar; un segundo apartado que he llamado Piedra en el camino, y en el que presento las posibles dificultades con las que nos podemos encontrar al trabajar el tema de la etapa en cuestión; y finalmente, el apartado Memento mori, en el que facilito unos ejercicios prácticos para integrar la propuesta de cada una de las etapas. Además, ofrezco dos formaciones, D.E.P. y Mi último año de vida; un acompañamiento individual y personalizado, adaptado a las necesidades del cliente; y Death Café, unos espacios amables y respetuosos donde conversar y compartir.

-Hay que vivir el duelo, pero existen duelos patológicos. ¿Cómo se sale de ellos?

-El duelo es un proceso natural, universal y único. Es natural, porque la naturaleza, en su inmensa sabiduría, nos ha proporcionado una herramienta única para transitar los duelos que atravesamos desde el momento en el que nacemos. Es universal porque todos atravesamos duelos, de forma más o menos consciente, según las circunstancias personales de cada uno. Y a la vez es único, porque el duelo que dos personas, incluso hermanos, puedan vivir por la muerte del padre puede ser totalmente distinto. A la vez, el duelo requiere un trabajo sobre uno mismo, sobre las emociones, sobre las creencias e ideas que nos han acompañado durante nuestra vida y que, a menudo, en ese momento se caen… y no todo el mundo es capaz de hacerlo, por diferentes motivos. Suele ser en estos casos cuando el duelo puede derivar en patológico. Uno de los problemas derivados de la cultura en la que vivimos y que nos empuja a mostrar solo las emociones agradables y a esconder las que nos incomodan y somos incapaces de sostener, es que creemos erróneamente que estar tristes durante cierto tiempo es sinónimo de depresión. Esa es una creencia que podríamos intentar cambiar, y trabajar para acoger la tristeza de la misma forma con la que aceptamos la alegría. En cualquier caso, si finalmente un duelo deriva en patológico, se requiere de una intervención de otro tipo, más intensa y que puede llegar a requerir medicación. ¿Cómo salir de él? Dependerá de muchos factores.

Publicidad

-Tras la pérdida de una persona primero llega la tempestad. ¿Cuándo llega la calma y, sobre todo, cómo podemos hacerla llegar antes?

-Como ya he mencionado, la calma llega a través de un trabajo personal, idealmente acompañado de algún profesional, y haciendo acopio de mucha paciencia con uno mismo. Las prisas son malas consejeras, y en el duelo, todavía más. El ritmo lo debería marcar el doliente, aunque por desgracia, a menudo no es así. Vivimos en una sociedad enferma que nos da quince días de vacaciones cuando nos casamos, y solo dos (o cuatro si hay que desplazarse) cuando fallece un familiar. Se esconde lo que da miedo. Nos incomoda hablar de la muerte, estar tristes, enfadarnos… somos incapaces de sostener las emociones más desagradables, ni en los demás, ni en nosotros mismos. Y, sin embargo, todo lo que en la vida merece la pena es lento, requiere de su tiempo, de un proceso. Y el duelo es una de esas cosas. No se puede acelerar, y hay que ser muy conscientes de que en algunos momentos avanzamos dos pasos, y en otros retrocedemos tres. Y todo está bien. Así que yo no recomiendo hacer nada para que esa calma llegue cuanto antes. Las personas que rodean al doliente, en la medida de lo posible, deberían acompañarlo a lo largo del camino para que llegue a cierta aceptación a su ritmo y con el trabajo hecho para descubrir quién es él ahora que su ser querido ya no está a su lado. Trabajo que incluye derramar todas las lágrimas que haya necesitado llorar, expresar toda la ira que haya tenido sentido, respetar todos los silencios y todos los gritos… e intentar transformar el dolor de la pérdida para renacer como una persona que ha descubierto nuevas fortalezas dentro de ella, y eso sí, con una cicatriz que llevará siempre en su corazón.

«No daría ningún consejo a una persona que acaba de perder a alguien. Le ofrecería presencia. Un espacio seguro para expresar todo lo que necesite, sin filtros, sin complejos»

-¿Qué consejos daría a una persona que acaba de perder a alguien?

-Ninguno. Le ofrecería presencia. Un espacio seguro para expresar todo lo que necesite, sin filtros, sin complejos. Como mucho, con amabilidad y compasión le recordaría que no se juzgara por nada de lo que sienta y experimente durante este proceso. Esto incluye las emociones, que le irán embargando cada día y que durante unos meses van a ser muy intensas, como si estuviera en una montaña rusa. Hay dolientes que se sienten culpables por reírse, pues consideran que no se lo merecen. El doliente necesita que respeten su ritmo y su espacio, comprender que nada está bien o mal, que cada doliente tiene necesidades particulares y que todos hacemos lo que podemos en cada momento de nuestra vida, con las herramientas que tenemos. El proceso es una toma de conciencia de las dos partes que existen en todos nosotros, y que durante el duelo se agudizan un poco más. Por un lado, la parte que tiene que seguir viviendo, socializando, trabajando, siendo madre, padre… Por otro, la parte que necesita desaparecer del mundanal ruido para conectar con el dolor e intentar encontrar el sentido en la pérdida. Ese es el gran reto, conseguir ese equilibrio.

Publicidad

-¿Qué hay que preparar cuando sabemos que una persona se va? ¿Cómo respondemos a ese reto?

-Personalmente, y este es el propósito de D.E.P. Camino para morir con todo en orden, deberíamos empezar a prepararnos hoy, porque realmente no sabemos cuándo la muerte va a llamar a nuestra puerta. Cuando existe un diagnóstico terminal, el trabajo de preparación es el mismo, pero con una fecha límite clara. Esa es la diferencia. El único requisito es que la persona en el proceso de fin de vida, y los seres queridos que le acompañan, estén dispuestos. No todo el mundo es capaz de hacerlo, y menos cuando el final está cerca, pues el dolor y la emoción es demasiado intensa. Si finalmente deciden ponerse a ello, estén o no en un proceso terminal, en mi experiencia hay tres ámbitos en los que centrarse: en primer lugar, el físico, el hogar: empezar a vaciar la casa, y donar, tirar o regalar para que cuando la persona fallezca, ese trabajo no recaiga en los descendientes. Siento que es una forma bonita de despedirse, que la persona que se encuentra en su fin de vida pueda regalar a cada una de las personas queridas aquellos objetos que les gustaría tener como recuerdo, por estética o por lo que simbolizan. En segundo lugar, hay que tener esas conversaciones de las que todos huimos: ¿Qué le gustaría a la persona en proceso de fin de vida que hagan con sus restos? ¿Quiere que le entierren o que le cremen? ¿Desea un funeral en una iglesia, o una fiesta en la que sus seres queridos puedan celebrar la vida? ¿Qué canción le gustaría que se pusiera en su despedida? Es interesante que los seres queridos tengan esa información, porque cuando la persona fallezca, la emoción será desbordante y la capacidad para tomar decisiones se verá francamente disminuida. Añadiría simplemente la necesidad de ser flexibles para cumplir con los deseos del difunto, pues habrá situaciones en las que será imposible hacerlo, y tampoco pasa nada. Pero al menos, los seres queridos lo han intentado, y solo eso puede aportar ya mucha paz. Y finalmente, el tema burocrático: el testamento legal y el testamento vital. Solo un 15% de la población en España tiene hecho el testamento legal, y dejarlo atado nos evita muchos problemas burocráticos e incluso emocionales, como peleas entre herederos. En cuanto al testamento vital, es ese documento en el que se expresan nuestros deseos sobre los procedimientos médicos en caso de que llegue el momento de no poder decidir, por ejemplo, porque hemos perdido la conciencia en un accidente o porque tenemos demencia o Alzheimer. ¿Quiero que me intuben o no? ¿Dono mis órganos o no? Una vez relleno, se debe registrar y aparecerá en nuestro historial médico a nivel nacional. Se puede descargar de las páginas web de cada comunidad autónoma, y como dato, compartir que solo un 1% de la población en nuestro país lo tiene hecho.

-La sociedad convive mal con el duelo y la pérdida. ¿Antes moríamos mejor?

-La sociedad convive mal con lo que le da miedo, y nos da miedo lo que no comprendemos. No sé si antes se moría mejor, pero desde luego, no escondían la muerte de forma tan patológica como hacemos en la sociedad actual. Si de verdad comprendiéramos que la pérdida forma parte de la vida, y que el duelo es la herramienta que la naturaleza nos regala generosamente para aceptar las pérdidas y aprender algo de la experiencia, quizás lo viviríamos de otra forma. Siento que, si habláramos de la muerte con más naturalidad, sin tanto tabú ni tanto miedo, y nos preparáramos para ella, esa convivencia mejoraría, y el sufrimiento de las personas disminuiría. El dolor de la pérdida siempre estará ahí, porque la vida duele. Pero nos ahorraríamos mucha parte del sufrimiento, que es la resistencia que pone nuestra poderosa mente a aceptar algo que no le gusta.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad