Nanosatélites: la aventura espacial 'low cost'
Una nueva generación de satélites pugna por revolucionar el sector aeroespacial: del tamaño de un microondas, son baratos y versátiles. La firma malagueña DHV Technology quiere un trozo del pastel
La Tierra tiene un satélite natural... más otros cinco mil artificiales que, al igual, que la Luna, giran alrededor suyo. Si a alguien le agobia ... pensar en la cantidad de 'cacharros' que sobrevuelan nuestras cabezas (a cientos o miles de kilómetros, eso sí), mejor que no siga leyendo. Porque esos cinco mil satélites se van a multiplicar en los próximos años por decenas o cientos por efecto la revolución de los nanosatélites. El sector espacial asiste a un cambio de paradigma ('new space', lo llaman) por efecto del avance y el abaratamiento de la tecnología y la irrupción de la iniciativa privada. Los titulares los acaparan Elon Musk y Richard Branson con sus proyectos de turismo espacial, pero el verdadero boom lo van a protagonizar naves no tripuladas y con misiones más discretas como geolocalizar envíos, extender la cobertura de Internet o limpiar basura espacial.
Los satélites de órbita baja –que vuelan entre 200 y 2.000 kilómetros de altura– son protagonistas de esta nueva carrera espacial, menos glamurosa que la que llevó al hombre a la Luna pero también más democrática. Y es que a los jugadores tradicionales –gobiernos y gigantes de la aeronáutica– se han sumado muchas empresas, desde Tesla o Google pasando por miles de 'startups'. Entre ellas las hay españolas, como Alén Space, que ofrece poner en órbita un nanosatélite por 14.000 euros al mes; o Sateliot, que quiere lanzar cien de estos artefactos para llevar Internet de las cosas a todo el planeta. También hay un competidor malagueño en esta nueva odisea espacial: DHV Technology, que fabrica paneles solares capaces de viajar por el espacio exterior.
¿De qué hablamos cuando hablamos de nanosatélites? «Son aparatos del tamaño de un microoondas que no pesan más de 20 kilos», explica Jaume Sanpera, CEO de Sateliot. Las diferencias con los satélites tradicionales no acaban en la dimensión: vuelan mucho más bajo (a unos 500 kilómetros, frente a los 36.000 del Meteosat) y no son geoestacionarios, es decir, su posición no es fija. Además, no se construyen a medida sino siguiendo un diseño estandarizado en forma de cubos (CubeSat).
De 250 millones a un millón
La diferencia en coste es brutal: lanzar un satélite geoestacionario cuesta 250 millones de euros y un 'nanosat', un millón. Además, su vida útil es más corta: duran entre tres y cinco años (los otros, una media de 15). Eso sí, para cubrir toda la superficie terrestre hacen falta muchos: Sateliot, por ejemplo, necesitará una constelación de cien de estos aparatos. «En agosto lanzaremos nuestro primer satélite experimental aprovechando el lanzamiento de un cohete ruso; para 2021 queremos lanzar 20 más, con miras a empezar a operar en 2022», anuncia Sanpera, que explica que para llegar al espacio, los 'nanosats' se 'cuelan' en lanzamientos de naves más grandes, «como si fueran polizones». «Dentro de no mucho habrá 'microlaunchers' dedicados a lanzar nanosatélites», añade.
La próxima semana, Málaga se convertirá en capital española de los nanosatélites gracias al congreso Spanish Small Satellites International Forum, organizado precisamente por DHV Technology con la intención de reunir a empresas, agencias gubernamentales, universidades y otras instituciones implicadas para analizar los avances y retos que afronta este efervescente sector. Participarán entidades como NASA, la ESA, Airbus, SpaceX, el Ejército del Aire, las citadas Sateliot y Alén Space o el CSIC, así como investigadores como Jordi Puig-Suary, el profesor español afincado en EEUU que inventó el mencionado CubeSat.
«Hay toda una revolución en marcha que es muy interesante para nosotros», apunta Vicente Díaz, cofundador de DHV Technology junto con Miguel Ángel Vázquez y Francisco Rubiño. Provenientes de la industria fotovoltaica –concretamente de Isofotón–, estos ingenieros malagueños detectaron un «nicho de mercado que no estaba bien cubierto», como es la fabricación de paneles solares para satélites. Los anuncios de empresas como SpaceX, que quieren lanzar miles de dispositivos al espacio para llevar la banda ancha a toda la superficie terrestre, son música celestial para DHV.
A la espera de que el boom de los nanosatélites arranque, esta empresa ya presume de un crecimiento meteórico: en 2018 facturó 1,7 millones de euros y en 2019, a falta de cierre, estima que más del doble. Por el espacio navegan ya más de 60 satélites con paneles diseñados en Málaga por esta firma, que tiene 32 empleados. «Aspiramos a hacernos un hueco en otros segmentos de mercado, como el de la exploración especial», afirman Díaz y Vázquez, que ponen como ejemplo los contratos conseguidos con dos misiones italianas: una para cartografiar la Luna y otra que investigará el comportamiento de asteroides.
Díaz y Vázquez reconocen que con tantos enjambres de 'nanosats' sobrevolando la Tierra en un futuro cercano, en el sector hay preocupación por el caos que puede generarse allá arriba; sobre todo porque hay países y empresas que no siguen las normas de tráfico espacial. En 2019, la ESA se vio forzada a desviar un satélite que estaba en riesgo de colisionar con uno de Elon Musk, quien se negó a mover el suyo. «La basura espacial es un tema que inquieta mucho y, a la vez, es un yacimiento de oportunidades de negocio», explican. «Los gobiernos tienen mucho interés en proteger sus activos, así que hay iniciativas para detectar por dónde van los satélites que no están catalogados. También hay proyectos para desarrollar capacidades mecánicas y robóticas para recuperar satélites a la deriva», explican.
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