El malagueño que abordó el Juan Sebastián Elcano
El artista Rafael Ruiz Liébana fue el encargado de restaurar el mascarón de proa del buque escuela hace justo una década
Viendo los informativos del fin de semana se le vinieron a la mente miles de recuerdos, de imágenes encadenadas. Con motivo del quinto centenario de ... la primera vuelta al mundo y de la visita del buque escuela Juan Sebastián Elcano al puerto de Getxo, de donde era originario el marino del mismo nombre que encabezaba dicha expedición, el artista malagueño Rafael Ruiz Liébana ha rememorado con SUR el día en que abordó el buque hace justo una década y le encargaron la reconstrucción del mascarón de proa y la posterior decoración de la popa. «Es el trabajo más complicado y del que guardo mejores recuerdos», reconoce.
Lo que inicialmente iba a ser un trabajo rutinario, una sencilla tarea de raspado y dorado, se convirtió en el reto más complicado de toda su carrera, aunque al mismo tiempo el más gratificante de todos los que ha realizado en sus 82 años. Ojeando cientos de fotografías de aquella época, Ruiz Liébana recuerda que el encargo le llegó a través de Astilleros Nereo, que trabajaba de forma habitual con la Armada, y que las complicaciones llegaron desde el primer día, cuando al llegar a recoger la pieza se la encontró hecha añicos.
Corría el año 2008 y explica que cuando llegaron a la Base Naval de La Carraca, en San Fernando (Cádiz), que es el espacio en donde se construyen y reparan los buques, se encontraron con un montón de bolsas negras apiladas llenas de maderas rotas, astillas y una cabeza partida porque habían desmontado el mascarón con una pata de cabra sin ningún cuidado. «Era como un puzle aunque sin ninguna base en la que fijarse», resume el artista malagueño.
Y por ello Ruiz Liébana aún se ríe cuando le hablan de restauración. Como si fuera ayer, cierra los ojos y continúa: «Era un sábado y cuando llegamos a Málaga no me atreví ni a abrir las bolsas. Al día siguiente comencé a desempaquetarlo todo con mi hija y estuve a punto de devolverlo, pero me lo pensé mucho porque el ridículo para Málaga y para mi persona hubiera sido muy grande».
Una vez sobrepuesto al impacto inicial, el artista malagueño comenzó a buscar imágenes por internet para tener una base sobre la que trabajar y realizó un primer boceto que a la postre le sirvió para recuperar la obra. Durante cerca de un año restauró las piezas que pudo y construyó las que faltaban en madera de cedro y, posteriormente, las doró con pan de oro de 24 quilates. Como muchas de ellas estaban tan deterioradas las tuvo que unir con un pegamento especial para aviones que utilizaba de forma habitual para otra de sus pasiones: la aviación.
El mascarón de proa que luce en la parte delantera de la embarcación de la Armada representa a la Diosa Minerva portando a sus pies el escudo de España y es la segunda copia del original que llevaba el buque en lo alto de su tajamar en 1927, cuando fue botado desde las gradas del astillero gaditano Echevarría y Larrinaga, predecesor de las actuales instalaciones que actualmente rige la empresa Navantia.
Una vez terminado el trabajo, de unos ocho metros de longitud, Ruiz Liébana se topó con un nuevo incidente: la visita de los ingenieros de marina, que decían que esa estructura no se podía montar en el barco. «Me dijeron que estaba loco, que la tendría que partir por la mitad para que ellos pudieran montarla, por lo que también tuve que crear una estructura para transportarlo y después poder colocarlo». Finalmente la obra se instaló en el barco en enero de 2009 y el artista fue reconocido con la Medalla al Mérito Naval con distintivo blanco.
Por si fuera poco, y una vez visto el resultado final, la Armada decidió sustituir la tradicional metopa que entregan a las autoridades de los diferentes países que visitan por una reproducción del mascarón de proa, que fue el boceto realizado por Ruiz Liébana antes de acometer la obra principal. El primero se le entregó al Rey Felipe. Y dos años después de este faraónico trabajo también le encargaron la construcción de la decoración de la popa del barco, que se había perdido durante los años anteriores. Aunque eso da para otra historia.
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