La igualdad, a examen
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Veinticinco mujeres y hombres ponen nota a los avances de las últimas décadas: la media alcanza el aprobado alto pero aún quedan retos por conquistarAna Pérez-Bryan, Alberto Gómez y FOTOS: Ñ. SALAS/S.SALAS/M. FERNÁNDEZ Y REMITIDAS. ILUSTRACIONES: SR GARCÍA
Viernes, 6 de marzo 2020
Algunas aún se sienten discriminadas a diario por desempeñar trabajos tradicionalmente ejercidos por hombres. Otras perdieron el empleo por su condición; casi todas admiten haber sufrido episodios machistas y también que les inquieta caminar solas de noche. Desde la barrera, ellos contemplan la desigualdad con el convencimiento de que la otra mitad de la sociedad debe disponer de las mismas opotunidades. Unas y otros tienen empleos, edades y experiencias distintas, pero todos están dispuestos al diálogo. El 8M se cuela en hospitales, salas de juicios, empresas, aulas, estadios deportivos... Y hasta en misa. También en SUR, que recoge los testimonios de 25 mujeres y hombres que dibujan el escenario de la igualdad y ponen nota a esta realidad en España.
Casi todos coinciden en que los avances son palpables pero queda mucho por recorrer. Con una media de aprobado alto que no alcanza el notable, la carrera hacia la igualdad aún necesita hacer paradas en retos como la erradicación de la violencia machista, la conciliación laboral y familiar, la brecha salarial, la ruptura de los techos de cristal, el avance en lenguaje inclusivo y la superación de estereotipos. Están de acuerdo en que el debate ha venido para quedarse y que el feminismo, al ser un movimiento transversal, debe abrazar las diferentes sensibilidades. Como en todo debate, también hay voces discordantes.
Esa suma de fuerzas será hoy, 8 de marzo, una realidad en la calle con la convocatoria de la tradicional manifestación liderada por los colectivos feministas. Aunque a diferencia de otros años no hay huelga general de cuidados y consumo y que la marcha coincide en domingo, las organizadoras confían en superar la cota de los dos últimos años, con más de 50.000 personas recorriendo las calles del centro histórico y dejando imágenes para el recuerdo. La llamada a la movilización se repite en municipios de toda la provincia, aunque el acto central tendrá lugar esta tarde a las 18 horas en la Alameda de Colón. Desde allí recorrerán el entorno del Paseo de los Curas, el Parque y calle Larios hasta terminar en la plaza de la Constitución, donde se leerá el manifiesto.
En ese texto se recordará que aún existen datos para la protesta: en 2018, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el salario medio de las mujeres en España ascendía a 20.607 euros al año, mientras que el de los hombres escalaba hasta los 26.391, lo que supone una brecha de género salarial del 21,9 por ciento. Los datos de enero de 2020 arrojan que el 59 por ciento del paro registrado corresponde a mujeres, que además desempeñan el 74,2 por ciento del trabajo a tiempo parcial. En el ámbito doméstico, por ejemplo, ellas siguen asumiento el empleo de hogar en un 98 por ciento. También hay cifras para el optimismo: el Instituto Europeo para la Igualdad de Género establece que, con 70,1 puntos sobre 100, España ocupa el noveno lugar de la UE en el Índice de Igualdad de Género.
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Después de una larga experiencia como administrativa, a los 33 años decidió probar suerte y se presentó a la bolsa de trabajo de la EMT. De aquello hace ya 13 años y hoy Patricia Villalba es una «orgullosa» conductora de autobuses. La suya es la línea 23, «la que va al cementerio», y después de tanto tiempo al volante, y más siendo una mujer, ha visto «de todo». «Algunos hombres, cuando me ven, dicen que no se montan, que prefieren esperar a mi compañero (...)», recuerda Patricia, que extiende los comentarios despectivos no sólo a ellos; también a las mujeres: «Una vez una señora se subió en el autobús con su marido y me dijo: ' ¡Así va el país, con las mujeres quitándole el trabajo a los hombres!». Más allá de anécdotas que le darían «para escribir un libro», considera que «aún queda mucha tela que cortar en esto de la igualdad, porque hacen falta medidas que vayan en una sola dirección»; y vuelve a su experiencia para admitir que lo más duro de su oficio son los turnos, «sobre todo los de tarde-noche»: «Te pierdes el cumple de tu hija –tiene una de 4 años– o los Reyes, pero reconozco que me encanta lo que hago».
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César Ramírez se plantea el debate sobre la igualdad desde su doble condición de cirujano y ciudadano. En ese equilibrio, el especialista tiene claro su diagnóstico: «Si tuviera que puntuar desde la experiencia de mi profesión, en la que llevo 25 años, pondría casi un 10 porque en la medicina hay una igualdad total. Hoy en día entre el 49 y el 51% de los profesionales son mujeres y a la hora de ejercer no hay sexo; sólo cuentan la capacitación, la atención al paciente y el humanismo». Sin embargo, esa cota baja al 7 cuando se trata de dar una visión global de las cosas. Por eso tiene claro el reto pendiente: «Hay que trabajar desde la base de la educación, dedicar tiempo a explicar que, aunque diferentes en lo físico, la igualdad llega por entender que todos somos seres humanos».
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Su (pen)última experiencia de machismo tuvo lugar hace apenas unos días: «Iba de noche andando con un grupo de amigos; yo un poco más adelantada porque iba hablando por teléfono (...). Se me pusieron tres tíos delante cortándome el paso y diciéndome 'dónde vas, guapa'». Angélica Cuenca, psicóloga y sexóloga, insiste en que queda camino por recorrer, «pero al menos ya hemos conseguido que se hable de feminismo con naturalidad». Eso sí, recuerda que la fórmula necesaria de la igualdad no pasa «por ser igual que el hombre, sino que la mujer tenga su espacio propio». «Yo no quiero ser como ellos», subraya la especialista, convencida de que ese equilibrio necesario llegará «cuando seamos capaces de crear ese espacio de autonomía subjetiva». Por eso ñade que las manifestaciones del 8M son una parte «imprescindible» en esa construcción de nuevos espacios: «Siempre he participado, lo veo como una necesidad emocional más que un hecho político de parar un día y tomar las calles», zanja.
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Semanas después de contratarla en una joyería, la propietaria supo que Lara es una mujer trans. La despidió: «Me dijo que era una excelente trabajadora pero que no podía tenerme ante el público». Ganó el caso en los tribunales, pero por entonces el daño ya estaba causado. En su caso la discriminación asesta un doble golpe, triple si añadimos su condición de migrante. A esta artista argentina, conocida por sus apariciones televisivas y por formar parte del cuerpo de baile de Fangoria, la ha salvado su estoicismo: «He sufrido episodios que... Tengo un espíritu fuerte, pero si hubiera tenido inseguridad o problemas de adaptación estaría destrozada». Por eso la igualdad ni siquiera alcanza el aprobado: «Hay cosas que cambiar, prejuicios que tumbar. Parece que los hombres aún creen que tienen que decidir por nosotras».
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Convertida por méritos propios en la pionera del competivivo sector de la exportación agroalimentaria, Paz Hurtado, presidenta de Hutesa, tiene claro el punto en que se encuentra la lucha por la igualdad: «Estamos justo en la mitad del camino, porque aunque hemos avanzado, también queda mucho por hacer». Su experiencia al frente de una empresa dedicada al envasado y exportación de aceitunas de mesa a más de 30 países le permite hablar con conocimiento de causa sobre el hecho de que sea una mujer la que lleve las riendas de una compañía de su tamaño: «En algunos casos los clientes se sorprenden de que sea una mujer la que esté al frente de la empresa, aunque esa actitud está más relacionada con no estar acostumbrados a que sea una mujer la que manda que con otro tipo de comportamientos más radicales». Precisamente uno de los logros que Hurtado celebra como ya conquistados es que «cada vez hay más presencia de mujeres en ámbitos masculinizados». ¿Y la manifestación del 8M?: «Es necesaria. Es una manera de hacerse oír».
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La magistrada Lourdes García Ortiz rompió el techo de cristal de la carrera judicial al convertirse, en 2016, en la primera mujer en presidir la Audiencia Provincial. Desde el ámbito estrictamente familiar, celebra que en su casa siempre se asimiló con «naturalidad» la igualdad entre hermanos y hermanas, pero en el social y el profesional se le acumulan las anécdotas relacionadas con las renuncias y cesiones del lado de la mujer por el simple hecho de serlo: «Son ellas, por ejemplo, las que se reducen las jornadas laborales para dedicarse a los cuidados». Por eso sitúa la carrera por la equiparación real en el punto intermedio: «Lo apruebo, pero quedan muchas circunstancias pendientes como la brecha salarial, la violencia de género, los delitos sexuales o las dificultades para conciliar», enumera la magistrada poco antes de fijar uno de esos retos imprescindibles que debe inspirar a los que, como ella, imparten justicia: «Los jueces y las juezas tenemos que velar por eliminar los estereotipos (...). Y del lado penal en concreto, respetar todas las garantías procesales aunque teniendo en cuenta esa sensibilización en género».
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Ignacio López, diputado socialista por la provincia, no ha notado «jamás» la presión sobre su cuerpo ni sobre su aspecto físico. «Tampoco nadie me ha preguntado si quería tener o no hijos, si me iba a quedar para vestir santos, si tenía miedo si iba solo por la calle y escuchaba pasos (...)». El político, en fin, es «consciente del privilegio de ser hombre», y precisamente por eso observa, en la cara B, que esa presión «sí está en la mujer». A su juicio, son esos roles en el comportamiento, «asumidos como normas sociales», los que aún hoy lastran la lucha por la igualdad; y a pesar de que contempla lo conseguido como «muy importante», también admite que «queda mucho por hacer». Criado en una familia donde las mujeres «ejercieron esa igualdad», se recuerda «desde siempre» en las manifestaciones del 8M. Hoy también estará.
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Su mundo es eminentemente masculino, pero nunca se ha sentido discriminada. Laura Berrocal, hermana mayor de la Sangre, reconoce que no hay muchas mujeres ocupando cargos de responsabilidad en la Semana Santa: «Pero tal vez nos limitemos nostras mismas porque, entre el trabajo y la familia, nos frena que haya una serie de dificultades». Su caso, explica, es el ejemplo «de que se puede»: accedió al puesto con 32 años y el primer año de su mandato coincidió con su embarazo. Como profesora, intenta que sus alumnos se percaten de sus contradicciones: «Reivindican la igualdad, pero a la vez escuchan música cuyas letras denigran a las mujeres». Percibe una brecha sobre todo teórica: «Si los informes son reales, es verdad que hay un retroceso, pero no veo que las chicas sean tratadas de forma diferente». Considera que el principal reto es la barrera de la contratación por el temor de algunas empresas a que sus trabajadoras se queden embarazadas y recuerda que el acceso a llevar tronos «está abierto a las mujeres, que en algunos casos están más preparadas que muchos hombres».
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El gesto se le tuerce cada vez que ve las noticias: «Los deportes masculinos ocupan más del noventa por ciento de la información». Esa visibilidad, considera, es cuestión «de apostar por una cosa u otra, o por las dos». A Gema García, jugadora del Unicaja, le gustaría que los deportistas de élite se pusieran en las zapatillas de sus colegas mujeres: «Aunque sólo fuese un día, para que viesen lo que cobramos y la repercursión que tiene nuestro trabajo». El juego, recuerda, es el mismo: «Aunque el suyo sea más físico». Cree que «todavía queda mucho por conseguir», pero reconoce que «es necesario celebrar jornadas como el 8M para que sepan que estamos ahí, porque cada granito que aportemos hará una montaña». Por eso suspende el estado de la igualdad: «Hay muchas diferencias».
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«Ya viene la chica», suele escuchar: «Con la edad que tengo». Cristina Consuegra comenzó pronto a trabajar como ingeniera química en una fábrica de cemento. Sólo había dos mujeres en un equipo de más de cuarenta personas, una experiencia que le abrió los ojos: «Sufrí insinuaciones. Un directivo llegó a preguntarme, delante de todos mis compañeros, si podía hacer mi trabajo teniendo la regla». La percepción de igualdad que tenía en la facultad se diluyó: «Me di cuenta de que los puestos más importantes se los daban a hombres, y que incluso inconscientemente se cometían micromachismos, como utilizar el diminutivo cuando se referían a mí». Su paso a la gestión cultural coincidió con «una mayor corrección de las asimetrías», pero no olvida que la violencia machista golpea a diario: «Es el gran reto, y no lo solucionaremos mientras haya mujeres que sigan silenciadas y oprimidas». Aunque la celebración del 8 de marzo le parece «necesaria», preferiría que las administraciones públicas y los políticos «pusiesen el mismo entusiasmo» el resto del año: «Una sociedad que no es feminista tampoco puede ser democrática».
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El diputado de Cs Guillermo Díaz tira de experiencia propia a la hora de abordar esos 'tics' machistas de la vida diaria: «Lo veo en personas que ni quiera lo hacen con mala intención, pero que reproducen comentarios y valoraciones normalizadas. Afortunadamente –celebra– también noto que cada vez hay más gente que lo afea». Este detalle lo vincula a la «voluntad manifiesta de todos los españoles por avanzar», aunque también aporta un matiz necesario desde su condición de político: «Los partidos tienen que considerar esta lucha como una causa social; no instrumental». Y añade: «No podemos expulsar de esa causa a quien no piensa como tú, porque en ese caso deja de ser algo global y se convierte en propaganda». Sobre las manifestaciones del 8M, considera que «son necesarias, pero sin el sesgo de la politización».
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Cuando empezó, no había cirujanas generales en Málaga. Aún recuerda que una de sus compañeras tuvo que abandonar: «Le preguntaban qué hacía ahí, le decían que era una inútil... De esto hace más de cuarenta años». Concha Soler, jubilada como coordinadora de la Unidad de Mama del Clínico, reconoce que el esfuerzo requerido para alcanzar un cargo continúa siendo mayor en el caso de las mujeres: «Me costó más llegar que a mis colegas hombres. Nunca me sentí maltratada pero sí ignorada, como si fuera la mascota del hospital». Las cosas han cambiado en estas últimas décadas, hasta alcanzar la incorporación plena de la mujer a la medicina, aunque aún quedan techos que romper: «Tenemos que pelear mucho para llegar a puestos de dirección, pero ahora somos tantas que tenemos una fuerza enorme. Veo a las jóvenes y se comen el mundo». Defensora de una igualdad «que no convierta a los hombres en enemigos», Soler es capaz de bromear sobre el precio de la libertad: «Nunca he permitido que un hombre me diga qué hacer. Quizá por eso estoy sola».
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Como madre de dos hijos varones, a la periodista Berta González de Vega le preocupa ese dicurso «victimista» en torno al feminismo «que hace que los niños varones del siglo XXI reciban un mensaje sobre el daño que hacen los hombres a la sociedad». Esos postulados son, a su juicio, «tremedamente injustos», de ahí que perciba una brecha de género «entre las madres de niñas y las madres de niños que educamos en estricta igualdad con sus hermanas y que sin embargo no hacen más que recibir mensajes sobre lo malos que son los hombres en general». Aún así, González de Vega defiende que la igualdad de oportunidades «está conseguida en España» y la «libertad de elección»: «No creo que las mujeres tengamos que medir el éxito en la vida con parámetros masculinos como la ambición o la competitivad».
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Su nota de la igualdad está en el 'notable', pero contempla con desesperanza cierta «regresión». El sacerdote diocesano Rafael Pérez Pallarés justifica esa sensación poniendo el foco en los adolescentes, que deberían representar la esperanza contra las conductas machistas: «Pero no es así. Percibo muchas conductas de avasallamiento de los chicos sobre las chicas; y en ellas una excesiva docilidad, como si asumieran ese rol». Una parte del problema, a su juicio, está en la «educación desde casa y en la desestructuración familiar, que hace que los chavales aprendan solos en todos los sentidos». Su queja, sin embargo, no está sólo en el eslabón más joven de la sociedad. También en el contrario: «¿Que si veo machismo en mi vida diaria? Pues claro». Y lo explica: «Aunque no es general, sí me llama la atención el comportamiento de algunos señores mayores cuando van a la iglesia (...). Tratan con desprecio a sus esposas y les hablan a gritos. Y eso que no están sordas». Su fórmula: «Creceremos cuando entendamos el concepto de la dignidad del ser humano. De todos los seres humanos».
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«El 8M no iré a la manifestación. Tenemos asamblea (del partido) en Vistalegre». La diputada de Vox por Málaga Patricia Rueda tampoco quiere que esa explicación suene a excusa: «No, nunca he ido a una marcha del 8M y nunca iré (...). Yo celebro ser una mujer todos los días del año, no tengo ese burka ideológico ni soy menos mujer que otra que sí vaya». Rueda refuerza su explicación insistiendo en que no quiere «imposiciones ni guerras ideológicas, sino la libertad total». Tampoco ha experimentado conductas machistas ni en esta etapa como política ni en la anterior como directora del Muso Automovilístico: «Siempre he trabajado en un sector masculinizado y siempre he trabajado bien con hombres. Y por supuesto también con las mujeres. ¡Somos complementarios!», concluye.
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Está al frente de la confederación de empresarios en Málaga (CEM) y Andalucía (CEA) y es también vicepresidente del colectivo a nivel nacional (CEOE); y por su amplia experiencia al frente de un sector clave en la conquista efectiva de la igualdad, Javier González de Lara tiene una línea infranqueable en su forma de actuar: «Bajo ningún concepto permitiría actitudes machistas, ni en mi ámbito personal ni en el profesional (...). Siempre he valorado el esfuerzo y la capacidad de las personas, con independencia de cualquier otra consideración». El líder empresarial admite que la igualdad real «está muy determinada por el entorno geográfico y social», aunque celebra que en España «se ha avanzado bastante en los últimos años». Como hitos de referencia en estas conquistas paulatinas, González de Lara destaca «el sufragio universal en 1933, además de otros avances en materia legislativa como el Estatuto de los Trabajadores». Sus retos también están claros: «Es necesaria una adecuada estrategia nacional en materia de conciliación laboral y racionalización de horarios».
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Esta tarde estará en la manifestación del 8M en Málaga porque considera que «todos los gestos que nos ayuden a avanzar, siempre y cuando no sean excluyentes, son positivos». El diputado popular por Málaga Pablo Montesinos insiste por eso en desligar la lucha feminista de la ideología, porque a su juicio «no hay mujeres de primera y de segunda». Convencido de que «esto es una responsabilidad absolutamente de todos», y que «juntos podremos lograrlo», el político y periodista pone como ejemplo a sus compañeras de partido cuando se refiere a la presencia «cada vez mayor de las mujeres en las instituciones»; aunque también admite que «queda mucho por conseguir la igualdad real y total». Como principales retos, fija la conciliación y la corresponsabilidad, «y por supuesto acabar con la violencia de género».
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La discriminación no pasa desapercibida para Mercedes Siles ni en los pequeños detalles, como cuando compró un coche y desde el concesionario llamaron a casa preguntando por su marido, que no conduce, ni en las situaciones más obvias: «Como investigadora, a menudo te tratan con condescendencia. Y a la hora de organizar un congreso, por ejemplo, los primeros nombres que les vienen, si no los únicos, son de hombres. No se les ocurre invitar a mujeres pese a que en nuestro país hay científicas buenísimas». El reto fundamental, explica esta doctora en Matemáticas y catedrática de Álgebra, «pasa por la educación». Siles anima a las mujeres «a quitarse las piedras de sus mochilas sin sentir remordimiento» e invita a los hombres «a asumir el cuidado de hijos y progenitores». Defiende la necesidad de celebrar jornadas como el 8M «porque ponen de manifiesto que no hemos llegado a la igualdad real», pero recuerda que «se ha avanzado» con conquistas «importantes» como las leyes del divorcio y el aborto. La sociedad, sin embargo, «aún tiene que cambiar mucho».
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«Tú que llevas desde los quince años en esto, ¿has conocido a algún hombre limpiando hoteles?», le pregunta Mari Trini a su compañera Ana: «Qué va». Entre ambas podrían escribir un libro con las injusticias que han sufrido, muchas por su condición de mujeres. Mari Trini relata que, en una ocasión, un cliente se sentó en la cama mientras estaba haciendo la habitación y le ofreció mantener una relación sexual: «Le dije que no, pero se quedó mirando hasta que terminé de limpiar. Estaba muerta de miedo, temblando». Hartas de que las traten «con la punta del pie» pese a que su trabajo resulta básico para que el sector turístico funcione, las camareras de piso se asociaron bajo el nombre de Kellys, acrónimo de «que limpian», para reclamar sus derechos: «Somos las esclavas del siglo XXI».
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Sintió «la llamada» cuando era una niña, pero no ingresó en las Hermanitas de los Pobres hasta los 23 años. Ahora, cuando ya ha cumplido los setenta, Sor María Luisa lamenta que «se estén perdiendo algunos valores, como la educación y el respeto», pero apoya la celebración de jornadas feministas como el 8 de marzo: «Claro que lo veo bien. Es necesario. En mi convento eso no existe, no haremos manifestaciones ni fiesta, pero las mujeres quieren valorizarse más y me parece perfecto». Sobre la incorporación al mercado laboral, esta monja recomienda que los papeles «se repartan» en casa: «Si los dos trabajan, que se ayuden entre ambos». ¿Y qué ocurre con el cuidado de niños y ancianos, tarea de la que tradicionalmente se han encargado las mujeres? «Que la mujer trabaje no significa que las cosas hayan empeorado, al revés. Vamos a mejor. Los tiempos han cambiado y tenemos que evolucionar. Hay colegios y residencias». Sobre el papel de las mujeres en la Iglesia, defiende «que el Papa ha puesto mujeres en el Vaticano»: «No damos misa, pero podemos dar la comunión y ayudar a los curas donde no llegan».
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Aunque al principio no percibía discriminación «porque interiorizamos el machismo y acabamos viéndolo como algo natural», Eva García Sempere se ha dado cuenta de que, en igualdad de condiciones, «se ha tendido a elegir a los hombres y darles más voz». La exdiputada de Unidas Podemos, que sigue trabajando para su partido en Madrid, tiene claro que la política no se libra de la asimetría de género: «En campaña, por ejemplo, me preguntaban cómo podía conciliar mi vida profesional con la familiar, algo que a Alberto (Garzón) no le ocurría o le ocurría mucho menos». Quien fuera parlamentaria insiste en la necesidad «de no perder la tensión de lucha en la calle» y se alegra «de que tantas mujeres jóvenes, incluso adolescentes y niñas, se hayan incorporado al feminismo en los últimos años».
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Hace treinta años, cuando comenzó a trabajar, Flor de Torres sufrió «situaciones que ahora serían intolerables» pero que entonces se soportaban «porque había cierto nivel de tolerancia que la mirada de la igualdad ha ido reduciendo». La fiscal delegada de Violencia a la Mujer en Andalucía incide en que la batalla legislativa está ganada: «No reclamamos una igualdad formal, porque está efectuada en nuestras leyes, sino una igualdad real». Y eso pasa «por desprogramar ideas patriarcales para que no seamos transmisores de desigualdades desde la infancia», consciente de que «seguimos educando de forma diferente a hijos e hijas». De Torres recuerda que «se ha avanzado muchísimo» pero considera que aún quedan retos como la reinserción de los maltratadores de género: «Muchos tienen antecedentes penales sobre esa pareja u otras, quebrantan las medidas de alejamiento y siguen manipulando a las víctimas. Su reinserción marcaría el principio del fin de la violencia machista». La fiscal también llama a las mujeres a liderar el feminismo «en compañía de todos los hombres».
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Cuando Miriam Rifai ingresó en el Cuerpo «había muy pocas mujeres», pero ella nunca ha sentido la necesidad de reivindicarse «ni como alumna, ni como opositora, ni como agente». Ahora ejerce como inspectora jefa del gabinete técnico de la Policía Nacional «y he sido capaz de mantener el equilibrio entre mi vida familiar y profesional, aunque renunciando muchas veces a mi tiempo». Su condición de mujer, explica, le ha ayudado «a la hora de acercarse a los ciudadanos, porque se sienten mejor comprendidos». Sobre la violencia machista, destaca la necesidad de trabajar en la prevención. Rifai confiesa que, como policía, «siempre he estado disponible las veinticuatro horas del día» y recuerda que ha llegado a ser la única mujer de su equipo, «pero dirigiendo operaciones y reuniones internacionales».
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No supo, hasta que acabó su trabajo como gestora cultural, que había cobrado menos que sus colegas hombres. Nunca antes se lo imaginó: «Hubo matices misóginos que no analicé en su momento». Ahora Aurora Luque, reciente ganadora del Premio Loewe, percibe que en las antologías y recitales, históricamente copados por hombres, comienza a respirarse «un ambiente cercano al equilibrio», aunque es consciente de que la poesía, «reino de la libertad», va por delante de otras disciplinas: «En el cine, por ejemplo, la presencia femenina está en un cinco o seis por ciento. Cuando hacen falta medios económicos potentes, algo más que papel y lápiz, la discriminación se supera de forma más lenta». Defensora de que las mujeres «aparezcan de una vez por todas en los libros de texto», Luque advierte del riesgo del negacionismo de la desigualdad y la violencia machista: «Hay demasiados escaños que representan a una franja generalmente de varones que acumulan una enorme frustración personal. No asimilan el avance histórico. Están haciendo mucho daño».
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A Carolina López no le gusta la palabra «dueña», pero tuvo que aprender a utilizarla para referirse a sí misma, cansada de que la confundieran con cargos menores. Es la propietaria de cinco restaurantes de McDonald's en la provincia, con unos 170 empleados. El número de franquiciadas, reconoce, continúa siendo bajo, pero en sus locales trata de predicar con el ejemplo: el 65 por ciento de sus trabajadores son mujeres, con más encargadas que encargados. «Si hay que manifestarse, yo lo haría por un mayor compromiso pero de todos: hombres y mujeres». Procedente del mundo de la educación, recuerda que hay que enseñar la igualdad desde niños: «A mi nieto le he regalado una muñeca y un cochecito para que la pasee». Y anima a las mujeres «a expresarse, porque desde pequeñas nos enseñan a contenernos».
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