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Los llamados felices años veinte del siglo pasado no fueron tan felices en todos los ámbitos. Desde luego no resultaron fáciles para la clase trabajadora española en general ni para la malagueña en particular. Fue una etapa compleja, en la que los obreros se enfrentaron a penurias de todo tipo, a sueldos muy bajos o al paro, pasaron hambre y sufrieron los efectos de enfermedades acentuadas por la miseria, el hacinamiento y la falta de higiene. Todo ello fue un caldo de cultivo para calentar los vientos revolucionarios, exacerbar el odio contra las clases dominantes, el clero y el Gobierno. Los ricos solo buscaban incrementar su riqueza y los políticos, sobre todo los de signo conservador, no supieron granjearse la confianza de un pueblo que se sentía cada vez más marginado y hundido en la pobreza, sin posibilidades reales de acceder una formación que lo sacase de una posición inferior. El índice de analfabetismo era muy elevado; muchos niños apenas iban a la escuela, condenados a trabajar desde muy pequeños en cualquier tarea que les proporcionase unas pesetas con las que ayudar a la exigua economía familiar.
En este contexto de depauperación, en febrero de 1920, Málaga se enfrentó a un hecho que acrecentó el malestar de los más desfavorecidos y les hizo pasar más hambre. Fue el conocido como conflicto del pan. Las panaderías se quedaron sin este alimento de primera necesidad, con el consiguiente enfado de la gente, que hizo largas colas delante de las tahonas en busca de conseguir al menos una pieza con la que alimentarse. El origen del problema fue el rechazo de Granada a permitir la salida de trigo hacia Málaga. A ello se unió el insuficiente abastecimiento que llegaba desde Córdoba.
La consecuencia fue que el 14 de febrero de 1920 la ciudad se quedó sin pan. La situación era desesperada, como así se refleja en la prensa local de la época. Las últimas reservas que tenían las panaderías se agotaron al día siguiente. Conseguir alguna de las escasas piezas que se pusieron a la venta se convirtió en una odisea, mientras que los hambrientos clientes soportaban interminables colas. Unas esperas que en su inmensa mayoría resultaron baldías, ya que el pan se agotó y los panaderos carecían de materia prima para elaborar más.
Ante el cariz que tomaron los acontecimientos, los diputados malagueños se reunieron en Madrid con el ministro de Abastecimientos con el objetivo de que diese una solución inmediata. Sin embargo, la resistencia mostrada tanto por Granada como por Cáceres y el retraso en la llegada de un barco con trigo de Argentina provocaron que la falta de pan se mantuviese. Esa inoperancia de los políticos para resolver un problema tan grave encrespó los ánimos de los malagueños. Se produjeron alborotos callejeros y protestas para reclamar que las tahonas volviesen a disponer de medios para elaborar un producto tan necesario para alimentarse.
El entonces alcalde de Málaga, Manuel Romero Raggio, reunió a concejales, corporaciones, diputados y personalidades de la vida pública de la ciudad. El regidor explicó que las gestiones llevadas a cabo para dar una salida a la cuestión habían fracasado. Romero Raggio anunció su dimisión. No fue el único político que renunció a su cargo. También lo hizo el gobernador civil, Gil Muniazo, aunque a este el Gobierno no le aceptó la dimisión. Al verse obligado a continuar en su puesto y ante la falta de medidas eficaces adoptadas por el Gobierno, Gil Muniazo pidió a los gobernadores de Córdoba y de Albacete que enviaran todo el trigo posible a Málaga, puesto que Granada y Cáceres mantenían su postura de no venderlo a los compradores malagueños.
La falta de pan repercutió en la vida de la ciudad y elevó la tensión y la rabia del pueblo. Las críticas contra unos gobernantes incapaces de solucionar el problema hicieron que se suspendieran las máscaras de carnaval, que tendrían que haberse celebrado el 22 de febrero. No obstante, salieron a la calle estudiantes sin caretas para mostrar su repulsa por los acontecimientos. Asimismo, la comparsa Los Buscadores de Oro cantó coplas subversivas, lo que trajo consigo la detención de sus componentes, que recibieron el favor popular de los malagueños por haberse atrevido a interpretar letras en las que se denunciaban el desabastecimiento del pan y la poca competencia del Gobierno para evitar el hambre de las clases más desfavorecidas, que tenían en ese alimento la base de su sustento diario.
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