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Los investigadores buscan cómo mejorar el cultivo de la fresa y transferir ese conocimiento a las empresas. Migue Fernández
Guardianes de la fresa
Investigación

Guardianes de la fresa

El Banco de Germoplasma de este fruto en Málaga es el único de España y una referencia internacional en su mejora genética

Lunes, 6 de enero 2025, 00:07

Atesora una colección de incalculable valor, única en Europa. Algunas de sus piezas datan de hace dos siglos; otras se han ido sumando a lo largo de los años hasta convertir el Banco de Germoplasma de Fresa Málaga en una referencia internacional en la mejora genética de este fruto. Su origen, «algo romántico», se remonta al siglo XVIII, cuando el cruce de dos variedades silvestres por un jardinero en el Palacio de Versalles dio lugar a la 'fragaria ananassa', una fresa cultivada desde la que se han desarrollado las variedades que se comen en la actualidad. Así lo explica José Sánchez Sevilla, investigador del Instituto Andaluz de Investigación y Formación Agraria, Pesquera, Alimentaria y de la Producción Ecológica (IFAPA), desde la sede que tiene este organismo en Churriana desde 1928.

Apartada del entorno urbano y con una localización más fácil gracias al GPS, solo el ensordecedor e incesante ruido de los aviones silencia a los pájaros y solivianta el ambiente que se respira en esta finca de 22 hectáreas, situada en el bucólico paraje conocido como Santa Cruz. Allí desarrollan proyectos de investigación y de experimentación con el propósito de que los resultados lleguen al sector. «No se quedan en un laboratorio ni en revistas especializadas donde solamente pueden acceder los científicos. Trabajamos por y para el sector público, para atender sus necesidades y sus demandas», aclara su directora Paloma Ruiz de Molina.

En la actualidad, este banco de semillas conserva con extraordinario celo unas 400 variedades de fresa cultivada, a las que se suman otras tantas accesiones de material silvestre de distintas partes del mundo, «además de otros materiales que son de cruzamiento y experimentales hasta superar las mil entradas», precisa el investigador Sánchez Sevilla, quien destaca que después de Oregón (EE UU), que tiene el mayor banco de germoplasma de fresa del mundo, estaría Málaga. «Está también el de Dresde (Alemania), toda una referencia porque tiene la colección más grande de fresas silvestres, pero no son cultivadas como las del IFAPA», apunta.

Desde Málaga se trabaja en mejorar los frutos ante una producción que es cada vez mayor, para que no se pierdan las calidades organolécticas, para que sean fresas más saludables y para poder obtener el color que se quiera encontrar. «Todo esto realizando un mapeo genético y buscando aquellos caracteres que se necesitan», precisa Ruiz de Molina, al frente del IFAPA Málaga desde hace año y medio. Pero, además, se investiga una mejora «clásica» en la que se busca la sostenibilidad del cultivo, con variedades a través de cruzamientos que consigan plantas que sean más resistentes al estrés hídrico y a los patógenos, y que necesiten menos fungicidas o pesticidas a través de los cultivos hidropónicos, por ejemplo. «Todo ello sin olvidar la necesidad de alternativas a la desinfección química de los suelos, porque ya está siendo prohibida a nivel de la Unión Europea», apostilla esta ingeniera técnica agrícola madrileña, también licenciada en Ciencias Ambientales y con gran arraigo en Málaga desde hace 19 años.

Insisten desde este organismo que el Banco de Germoplasma es ante todo una «herramienta de trabajo; no es un museo», reitera su directora. «Las variedades que conservamos no son piezas de coleccionista que haya que guardar por el gusto de tener algo antiguo, sino porque tienen una utilidad y las compartimos con otros centros de investigación para que puedan también cruzarlas y obtener nuevas variedades». Una conservación que es posible gracias a su mantenimiento 'in vivo', con tres réplicas del mismo individuo en macetas colocadas estratégicamente en unos grandes invernaderos, y también 'in vitro', a cuatro grados y con oscuridad absoluta para prevenir plagas y epidemias. En estas condiciones se garantiza que el material está en un perfecto estado sanitario y se preserva la integridad de la colección. «No obstante, hacemos periódicamente controles para comprobar que no ha habido alteraciones en la estabilidad genética de las variedades», advierte José Sánchez.

«El Banco de Germoplasma de Fresa es una herramienta de trabajo, no un museo con piezas de coleccionista»

En España, las primeras variedades que se desarrollaron por un organismo público se hicieron en Málaga, «pero ahora ya no es necesario realizar esa mejora, porque hay empresas privadas que lo hacen. Precisamente, nuestra función es colaborar con ellas para enseñarles las técnicas –moleculares, por ejemplo– para conseguirlo. Nuestra prioridad es seguir desarrollando nuevos materiales a partir de la especie silvestre, que tengan más calidad y que consuman menos agua para aportarlos a las empresas y que sean ellas las que desarrollen sus variedades», explica el investigador.

Inicialmente, los estudios se volcaron en mejorar la dureza de la fresa, porque su vida comercial era muy pequeña, apenas dos semanas. «Al principio, buscábamos conseguir una fresa que fuese dura y también productiva, es decir, que le rindiera al agricultor. Pero los objetivos de producción, tanto a nivel de gramos por planta como a nivel de tamaño de fruto, ya se han alcanzado a un nivel suficiente, por eso ahora se buscan otros hitos de calidad relacionados con el color del fruto, con el sabor o con el aroma. Además, con los problemas de agua, trabajamos también en lograr una producción competitiva y rentable con un consumo menor de agua», recalca Sánchez Sevilla.

Arriba, una trabajadora revisa el estado de las variedades de fresa. Abajo, a la izquierda, cada variedad se guarda a cuatro grados y a oscuras para preservar la integridad de la colección. Abajo, a la derecha, Investigadores en uno de los laboratorios. Migue Fernández
Imagen principal - Arriba, una trabajadora revisa el estado de las variedades de fresa. Abajo, a la izquierda, cada variedad se guarda a cuatro grados y a oscuras para preservar la integridad de la colección. Abajo, a la derecha, Investigadores en uno de los laboratorios.
Imagen secundaria 1 - Arriba, una trabajadora revisa el estado de las variedades de fresa. Abajo, a la izquierda, cada variedad se guarda a cuatro grados y a oscuras para preservar la integridad de la colección. Abajo, a la derecha, Investigadores en uno de los laboratorios.
Imagen secundaria 2 - Arriba, una trabajadora revisa el estado de las variedades de fresa. Abajo, a la izquierda, cada variedad se guarda a cuatro grados y a oscuras para preservar la integridad de la colección. Abajo, a la derecha, Investigadores en uno de los laboratorios.

¿Por qué Huelva?

Pero, ¿por qué siendo Huelva el mayor productor de fresa está en Málaga el centro de investigación de referencia de este cultivo? Hay que remontarse a los años 60 para encontrar el origen del cultivo moderno de la fresa en España, cuando el investigador Dieter Wienberg, director entonces de La Mayora, introdujo las técnicas más punteras desde California y las desarrolló en la costa oriental de Málaga. «La actuación de Dieter Wienberg y La Mayora fue intensa pero breve. El cultivo de la fresa en Torre del Mar, Caleta de Vélez, Algarrobo-Costa o El Morche fue languideciendo hasta desaparecer a mediados de los años 70 por la presión de otros cultivos intensivos que llegaban desde el poniente almeriense y, sobre todo, por la fiebre inmobiliaria para el uso turístico del suelo de aquella Costa del Sol Oriental», recuerda el que fuera investigador del IFAPA en Málaga e impulsor del estudio de la fresa en Málaga, José Manuel López Aranda. «Durante esos años los cultivos se repartían entre Huelva y Málaga, pero al final las condiciones del suelo de Huelva (arenoso, ácido y con más agua) lo hizo más competitivo y el cultivo se asentó definitivamente allí», añade Sánchez Sevilla.

En esa coyuntura se produjo un hueco en la labor pública de transferencia de tecnología a los agricultores interesados en la fresa que lo ocupó el Servicio de Extensión Agraria (SEA) y sus agencias de la costa de Huelva. «Con la llegada del Estado de las Autonomías, entre 1982 y 1983, los equipos técnicos del SEA y los equipos científicos del Instituto Nacional de Investigaciones Agrarias (INIA) fueron fusionados en un único organismo de la Consejería de Agricultura y Pesca de la Junta de Andalucía, la Dirección General de Investigación y Extensión Agraria, con centros repartidos en todas las provincias de Andalucía (llamados CIDA). En todas menos en Huelva», precisa. Fue en ese contexto cuando López Aranda fue destinado en 1986 al CIDA de Málaga, que más tarde se convertiría en el actual IFAPA, con dos sedes: en Churriana y Campanillas. «Pero, ¿era legítimo que un equipo humano de un centro de investigación se dedicase a una especialidad desarrollada en otra provincia?», se pregunta López Aranda, que confiesa que una vez tomada la decisión de trabajar en la fresa «siempre tuve todo el apoyo que necesitaba».

En aquel momento el sector fresero crecía en España, tanto en la producción de fruto como en la producción de planta de vivero, pero con el hándicap de que Huelva, que aportaba más del 95% de la producción, se limitaba a cultivar una única variedad foránea, procedente de la Universidad de California, a la que por cada una de esas plantas se le pagaban unos royalties. «En 1991, creímos que podría ser adecuado aventurarnos en ese impresionante mundo de la obtención de nuevas variedades», recuerda López Aranda.

Así se empezó a trabajar en nuevas fórmulas y animar a los productores a realizar sus propios programas de mejora. «Ahora mismo el mercado está muy repartido y la variedad que más puede acaparar es un 10% ó 15% del mercado. No hay ninguna que tenga una posición predominante como tenía hace dos décadas 'Camarosa'. En la campaña 2023-24, 18 variedades superan el 1% de plantas puestas en Huelva, siendo 'Marisma', de la empresa Fresas Nuevos Materiales, la que más tiene con el 10,7%. Le sigue 'Fortuna' (10,5%) y 'Rociera' (10,1%).

Variedades en el invernadero. Migue Fernández

En total, son 72 personas (entre investigadores, personal técnico y de administración) las que trabajan en este organismo autonómico repartidas en diferentes grupos de investigación: de cultivo de tejidos y biotecnología (con un proyecto de mejora de la rentabilidad del cultivo del pistacho y otro de herramientas biotecnológicas aplicadas a la mejora del chirimoyo); el de in vitro; el grupo de entomología agraria (con un proyecto sobre el estudio del efecto de las infraestructuras ecológicas sobre los enemigos naturales de plagas dentro y fuera de invernaderos y otro sobre gestión integrada de plagas en subtropicales); el grupo de fitopatología (estudio para la adaptación de la viticultura andaluza a los nuevos escenarios ecoclimáticos y de consumo, otro sobre resistencias naturales e inducidas contra virus emergentes en cultivos de cucurbitáceas y solanáceas, y el último sobre la realización de ensayos de valor agronómico para el registro de variedades), y el grupo de ecofisiología agraria (con proyectos sobre actuaciones para lograr la sostenibilidad del cultivo del aguacate en el litoral andaluz ante la escasez de agua y de enfermedades que le afectan). Todos ellos se suman al grupo de mejora vegetal y biotecnológica de la fresa.

Además, el IFAPA de Málaga, con un presupuesto total de 771.564,90 euros, cuenta con una segunda sede, de 20 hectáreas, ubicada en la Finca la Lira (Campanillas) y más orientada a la formación desde su nacimiento en 1968 como Escuela de capacitación agraria. Desde allí se coordinan actualmente proyectos de formación especializada, ligada al sector de los tropicales, cítricos, frutos secos, riego y producción ecológica, además de formación institucional en plaguicidas, bienestar animal e incorporación a la empresa agraria.

Proyecto para unificar el IFAPA en una sede

El I Plan de Optimización de Centros de Investigación Agraria y Pesquera de Andalucía (IFAPA), presentado por la Junta y con una inversión global de 20 millones (cofinanciados con fondos europeos y a desarrollar entre 2024-2029), persigue poner a punto estas instalaciones para «sacarles el máximo rendimiento». En Málaga, se encuentra en ejecución la redacción del proyecto y dirección de las obras en la sede de Campanillas, consistentes en la reparación de naves, reformas estructurales del edificio principal y demoliciones interiores en la zona de nueva distribución. Estas intervenciones tendrán un importe aproximado de 1,5 millones de euros. El fin es agrupar las dos sedes para que el centro de Churriana pueda trasladarse al de Campanillas y convertirlo en un centro, «más moderno, puntero y funcional». Además busca optimizar los recursos materiales y humanos, así como poder desarrollar en un mismo espacio actividades de formación, transferencia, investigación e innovación. «La sustitución de instalaciones antiguas permitirá, además de una mejora en los servicios prestados a los usuarios, una importante disminución de los importes en los contratos de suministro y mantenimiento».

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