La experiencia de ser coordinador Covid en institutos de Málaga
Esta figura clave, que actúa de cortafuegos de los contagios en los 1.209 centros educativos públicos y concertados de la capital y la provincia, tiene disponibilidad total y carece de suplementos salariales
Aún retiene en su memoria la imagen de aquel día: todos los alumnos entrando a las aulas con mascarilla y con un orden y una ... compostura inusual en ese primer día de clase. «Sólo me preguntaba cómo iban a aguantar seis horas con ella puesta», recuerda Javier Pérez Soriano, coordinador Covid en el IES Poetas Andaluces (Benalmádena), un centro con 360 alumnos y 35 profesores. El 15 de septiembre de 2020 arrancaba en Málaga un curso escolar atípico y lleno de incertidumbres.
A los nervios habituales de la jornada, se sumaba el miedo al contagio. Si el curso anterior había estado marcado por el estado de alarma y una docencia a distancia que hubo que improvisar durante los dos meses de confinamiento, el presente había que intentar sacarlo adelante conviviendo con la pandemia. Pocos daban un duro por la apuesta. Los más optimistas pensaron que en dos semanas los niños estarían de nuevo encerrados en casa pese a los protocolos que se habían diseñado para evitar los contagios y, en caso de que se dieran, evitar su propagación por el resto del centro escolar.
Desde entonces han pasado más de cincos meses, 168 días con los centros escolares abiertos en Andalucía y donde el 97,24 por ciento está libre de coronavirus, según los últimos datos de incidencia del Covid-19 proporcionados por la Consejería de Educación esta misma semana.
Pero detrás de esos datos alentadores, hay una figura que ha sido clave: el coordinador Covid. En total, 1.209 en Málaga, uno por cada escuela pública y concertada. A su trabajo como docentes, han sumado este año una labor «agotadora», con disponibilidad total y sin suplementos salariales. Se encargan de que se cumpla el protocolo a rajatabla en cuanto al control de entradas y salidas para evitar aglomeraciones; de establecer grupos de convivencia para limitar los contactos y que el rastreo sea más fácil; de vigilar que se mantenga la distancia social y una buena ventilación en las aulas; de velar por el buen uso y mantenimiento de las mascarillas y de procurar que se sigan escrupulosamente las medidas higiénicas de lavado de manos y uso de gel hidroalcohólico.
Javier Pérez: «La comunicación de un positivo puede llegar en cualquier momento; no tenemos horario»
Pero más allá de esto, hay un trabajo de coordinación con un enfermero de referencia del SAS; de información y apoyo a las familias, y de arduo papeleo, con la notificación de las incidencias a la administración, que les impide «desconectar». «El protocolo se interiorizó muy rápido por el miedo que había al contagio y eso ayudó, pero nuestra gran preocupación es cuando el alumno presenta síntomas compatibles con el coronavirus. En ese momento, tienes que valorar su estado y qué hacer y uno no está preparado. No quieres saturar el centro de salud, pero, ¿y si es positivo y no lo derivas? Es una responsabilidad muy grande», subraya Pérez.
En esas situaciones, los coordinadores Covid se encargan de llevarlos a una sala Covid, cambiarles la mascarilla, tomarles la temperatura, la saturación de oxígeno y la presión cardíaca para valorar la gravedad. Al mismo tiempo, llaman a las familias para que lo recojan y se informa al referente sanitario, quien se encarga de contactar con ellas para las pruebas. Aunque ahí no acaba todo. Si da positivo, el coordinador Covid tiene que empezar una labor de rastreo para determinar quiénes han sido los contactos estrechos de ese alumno y así comunicarlo también al centro de salud para que determine los pasos a seguir. «La comunicación del positivo puede llegar en cualquier momento, puede ser un viernes por la tarde y ahí no hay horarios. Hay que hacer el rastreo rápido para frenar la transmisión», explica este profesor de Tecnología en el Instituto Poetas Andaluces. Desde este centro solo tienen palabras de reconocimiento para el personal sanitario «por la ayuda y disposición que muestran siempre». Otra cosa es cuando el alumno se reincorpora a las clases. «Confiamos en que ha seguido fielmente las indicaciones de los sanitarios, pero verdaderamente hacemos un acto de fe».
No obstante, admite que hay que romper una lanza por los estudiantes, porque, en general, su comportamiento está siendo «ejemplar» y apunta algunas claves que han podido ser decisivas en los buenos datos: «pedagogía con alumnos y familias; colaboración entre el profesorado, y referente sanitario accesible y siempre disponible». En contra, ha echado en falta el apoyo de la Administración, «que nos hubiera orientado sobre si íbamos o no por buen camino».
Isabel Codes: «A veces tenemos un papelón cuando hay que tratar con algunos padres»
Isabel Codes, que imparte las asignaturas de Biología y Anatomía en el IES Los Boliches (Fuengirola), ha asumido su rol de coordinadora Covid con determinación y muchas horas de trabajo. «Está siendo una experiencia intensa, pero a nivel personal me satisface enormemente echar una mano en un contexto tan difícil como en el que nos encontramos», declara esta docente que ha registrado 498 incidencias, aunque solo 40 resultaron casos positivos en un centro con 800 alumnos y 80 profesores.
Asegura que los coordinadores Covid tienen que dar la cara por algo que no les compete, como es el aspecto sanitario. «Observamos los síntomas, pero no podemos diagnosticarlos, por eso tenemos que extremar los protocolos y no admitir a ningún alumno que los traiga de casa. Estamos haciendo un papel que no nos corresponde, aunque el papelón grande lo tenemos cuando hay que tratar con algunos padres». Admite que la mayoría colabora, pero otros se muestran a la defensiva. «Algunos cuestionan los síntomas de sus hijos cuando los llamamos para avisarles de que tienen que venir a recogerlos porque no se encuentran bien. En una ocasión, nos dijeron que no pasaba nada, que estaban seguros de que era faringitis y que no nos preocupásemos».
Codes reconoce que lleva «muy mal» la mentira y la ocultación. «Recuerdo un caso en que la familia no nos comunicó los síntomas que tenía su hijo, algunos tan relacionados con el Covid-19 como la falta de gusto y olfato. Argumentaron que no lo sabían», lamenta la docente.
Sin embargo, ha habido momentos en que el papel de esta profesora ha sido crucial, ya que en una ocasión hospitalizaron con coronavirus a la madre de un alumno de 16 años y éste se quedó solo en casa guardando cuarentena. «Tuvimos que alertar a los servicios sociales para que no quedara desatendido», recuerda.
Vicente Leal: «Está siendo dura, pero no me importaría repetir la experiencia»
Vicente Leal, coordinador Covid en el Colegio Gamarra (Málaga), echa ahora la vista atrás y recuerda la incertidumbre y todas las dudas que le asaltaron cuando el director del centro lo llamó en verano para confiarle esta complicada tarea. «Me dieron tres números de teléfono con los referentes sanitarios; nada más; lo peor es que cuando contacté con ellos, tampoco tenían muy claro cómo iba a ser el trabajo que le habían encargado», apunta Leal. Hoy, sin embargo, la coordinación es «excelente», asegura este docente que imparte Educación Física en Secundaria y Bachillerato.
Como el resto de sus compañeros no recibe ningún suplemento económico, solo una reducción de las horas lectivas. Sin embargo, las siete horas que pueden llegar a reducirle resultan insuficientes, sobre todo, cuando en enero se vieron «desbordados». En los dos meses y medio de la primera evaluación, registraron 96 incidencias y, de ellas, solo 19 fueron positivos, mientras que en las tres semanas lectivas de enero, tuvieron 80 incidencias, de las cuales 42 fueron positivos. «Fue el momento más agobiante. Todo el día enganchado al teléfono, tardes, sábados, domingos y hubo momentos en que tuvieron que sustituirme en las clases». Además, precisa que la reducción de la carga lectiva es la misma para todos, ya sea para un coordinador Covid de un centro con 1.800 alumnos que para uno de un colegio con 300 alumnos.
Ahora, sin embargo, la incidencia ha bajado en las aulas, tal y como lo ha hecho en la sociedad, pero estos docentes temen que el paréntesis de la semana blanca y la Semana Santa sirvan para nuevos repuntes. «En general, estoy satisfecho porque hay muchas familias que nos agradecen el apoyo que han encontrado en nosotros. Además, me ha permitido conocer mejor a mis compañeros y admirar la buena adaptación de los alumnos», apostilla Leal, quien pese a los momentos de agobio y la intensidad del trabajo, confiesa que el curso está pasando muy rápido. Y a la pregunta de si volvería hacerlo, no lo duda: «Está siendo dura, pero no me importaría repetir la experiencia».
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