Cara y cruz del envejecimiento de la población en Málaga
Expertos afirman que el aumento de la edad media y de la proporción de personas mayores reducen la productividad y la competitividad, pero pueden generar oportunidades de negocio
M. Ángeles González
Lunes, 28 de julio 2014, 02:14
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El hecho de que cada vez haya más personas mayores en Málaga, al igual que ocurre en el conjunto del país, o de que suba ... la edad media de la población no es un fenómeno negativo por sí mismo. El aumento de la esperanza de vida, básicamente por los avances médicos, o que jubilados extranjeros elijan la Costa del Sol para pasar su última etapa es beneficioso socialmente y también para la economía de la provincia, ya que supone alargar el consumo y una mayor recaudación de impuestos, además de propiciar oportunidades de negocio y empleo para satisfacer las necesidades específicas del colectivo.
Sin embargo, el panorama cambia cuando a esto se le une una caída de la natalidad y un descenso de la población potencialmente activa, como muestran las estadísticas. Es entonces cuando se pone en peligro el sistema actual de pensiones y se pueden originar desequilibrios económicos al no haber mano de obra suficiente para atender la demanda. Es el análisis que hacen economistas, sociólogos y expertos en demografía consultados por este periódico, que hablan de una cara y una cruz en la tendencia al envejecimiento de la población malagueña, cuya edad media alcanza ya los 40,68 años, diez más que en 1971, como publicó ayer SUR atendiendo a los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).
Un ciudadano tipo cada vez más maduro y el aumento progresivo de los mayores de 64 años, que suponen ya el 16% del total de residentes e igualan en número casi a los menores de 16 años, no es más que el reflejo de un cambio que llevará en los próximos años a pintar un paisaje social «absolutamente distinto» al de hoy día, como apunta el profesor de Geografía Humana de la Universidad de Málaga (UMA) Alfredo Rubio, que, «sin ser alarmista», advierte de los problemas económicos a causa de «una base muy delgada de la población tenga que sustentar servicios y pensiones de una cabeza muy ancha». «Si no hay jóvenes es difícil generar modelos que supongan crecimiento económico», dice. Por eso insiste en la necesidad de «comprender que la inmigración es un factor positivo para la economía, por unos aportes de gente joven que Málaga cada vez va a necesitar más». Precisamente, el envejecimiento de la población se ha visto agravado por la menor llegada de extranjeros y el aumento de los que regresan a sus países por la crisis.
El atractivo de la provincia para los inmigrantes en edad de trabajar explica, según los expertos, el hecho de que Málaga se mantenga entre una de las diez provincias más jóvenes, con una edad media dos años por debajo del promedio nacional (42,14), lo que hace que la situación aquí «aún no sea preocupante».
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Ancianos preparados
Este nuevo paisaje social contará con los ancianos «mejor preparados de la historia» que tendrán unos hábitos de consumo diferentes, con una mayor demanda de productos y servicios culturales que «generará oportunidades de negocio y empleo». Desde Analistas Económicos, Esperanza Nieto también llama la atención sobre las actividades emergentes que pueden surgir como consecuencia del envejecimiento de los malagueños.
El presidente de la Asociación de Directores y Gerentes de Servicios Sociales y del Observatorio Estatal de la Dependencia, José Manuel Ramírez, defiende que son las administraciones públicas las que fundamentalmente tienen que cubrir las necesidades de los mayores. Así, advierte de que España está en un punto de partida deficitario en cuanto a cobertura de servicios asistenciales y residenciales y los recortes en ayudas a la dependencia «van a provocar sufrimiento y aumento del gasto sanitario». Además, la falta de recursos generará «una involución» al obligar a familiares en activo «a volver a casa a cuidar a los más vulnerables, afectando negativamente a la productividad».
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«Los cambios demográficos han venido para quedarse». Esta frase resume el análisis del sociólogo José Manuel López Gaona, miembro de Gabinete de Sociología, que atribuye a la incertidumbre laboral y económica la caída de la natalidad. A su juicio, tener una población «muy madura» obliga a buscar «otros modelos de desarrollo económico enfocados a la medicina preventiva, los cuidados de personas mayores, entretenimiento, ejercicio físico...». En cuanto a la caída de la población activa, confía en que la tecnología «permita mantener el confort y calidad de vida en niveles relativamente adecuados a la población».
Menos optimista es el profesor de Economía Aplicada de la UMA Antonio García Lizana, que advierte de que al reducirse la población joven «hay menos capacidad productiva para atender la demanda y eso provoca desequilibrios económicos y favorece que suba la inflación». También, defiende, hay menos iniciativa y creatividad y repercute negativamente en la competitividad porque «a medida que nos hacemos mayores perdemos iniciativa, tenemos más experiencia pero menos incentivos».
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A nivel nacional aumentan las dificultades para mantener el sistema de pensiones. «Habría que pensar en una jubilación progresiva porque cuanta más gente haya trabajando habrá más riqueza y más posibilidad de crear empleo», argumenta García Lizana, que apuesta por impulsar políticas que favorezcan la natalidad y hace hincapié en una tarea de la tercera edad que supone una actividad productiva «aunque no haya dinero de por medio»: el cuidado de los nietos.
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