Secciones
Servicios
Destacamos
IGNACIO FORNÉS
Domingo, 9 de junio 2019, 00:02
Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.
Compartir
La escena del evangelio de hoy nos cuenta la aparición 'oficial' de Jesús a los Once, después de su Resurrección. El Señor entra y les dice una frase que luego repetirá en otras apariciones suyas. Les dice: ¡Paz a vosotros! Jesús -¡en persona!- se aparece, no es un fantasma, por eso les enseñó las manos y el costado, y les repite otra vez la frase: ¡paz a vosotros!
El Señor encarga a los Once -germen de la Iglesia- que hagan lo mismo que ha hecho Él, es decir, que quiten los pecados del mundo. Y se lo encarga con estas palabras: «Recibid el Espíritu Santo, a quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». Cristo da a su Iglesia el poder de quitar los pecados, porque esa es la única manera de que los hombres vivan en paz. Y con la paz nos viene la alegría. Por eso a la confesión se le llama también el sacramento de la alegría. Los católicos tenemos una gran suerte. Cuando hacemos algo mal, nos confesamos, cumplimos la penitencia y nos quedamos con una paz interior, auténtica y verdadera, una paz que el mundo no puede dar porque es de Dios. Es una gracia, un regalo del cielo. Pocas cosas tan valiosas y tan accesibles hay en este mundo nuestro. El perdón lo da Dios «sin pestañear» al que se arrepiente y confiesa sus pecados en este sacramento. ¡Por fin vivo en paz! Esta es la típica frase del que se confiesa.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.