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Pablo Mérida pasó por la peluquería para ponerse a punto para Navidad y justo al terminar fue a la floristería para elegir una a una ... las flores del ramo con el que recibiría a Nina. Irene de la Obra y su hija, desde que salieron de Nottingham, no podían dejar de pensar en las peladillas, gambas y turrones que iban a preparar los abuelos por su vuelta a casa. Pablo Gil Guerrero pasó más de treinta horas entre aviones para vivir estas fechas tan especiales con su familia, a la que llevaba sin ver quince meses. Diferentes rutas, mismo destino: el Aeropuerto de Málaga y los ojos de los que les esperaban inundados de ilusión por el reencuentro.
Y es que si abrazar es un acto fraternal sea el día que sea, cuando en el calendario se acercan los días navideños, cobra un sentido diferente. Sólo hay que ver cómo son los abrazos en aeropuertos, estaciones de tren y de autobuses con la llegada de miles de personas en estos días. En la previa de Navidad de ayer lunes fueron 401 vuelos los que se contabilizaron en el Aeropuerto de Málaga entre llegadas y salidas. Y justo detrás de la zona de salida de las terminales, miles de anécdotas y escenas emotivas.
En la pancarta que había hecho Fernando la tarde de antes durante una hora, perfilada perfectamente y medida para no tener las letras desproporcionadas, se podía leer 'Bienvenido, Pablo'. Pero detrás de esas dos palabras y quince letras se escondían quince meses de echar de menos y más de treinta horas de vuelo de su hermano Pablo Gil. «Me fui en septiembre del año pasado a Nueva Zelanda y esa Navidad no volví a casa, así que tenía muchas ganas de estar con mi familia», contaba su historia en la salida del aeropuerto. «¡Pero vengo mareao' perdío'! Más de treinta horas llevo de vuelos desde que salí...», exclamaba entre risas mientras su madre, Elia, no podía contener la cara de ilusión: «Estábamos acostumbrados a pasar unos cuantos meses sin él, pero esto ya era demasiado».
Dentro, en la salida de vuelo de la terminal, Pablo Mérida se llevaba todas las miradas con el gran ramo de rosas que llevaba preparado para Nina. «Dice que ha aterrizado, ya mismo llegará», comentaba con su hermana Marina, que le acompañaba en su misión. Conoce a Nina desde hace un año y su historia de amor se forjó en Mánchester, concretamente en su puesto de trabajo en una auditoría. Es la primera vez que va a conocer a su familia y él quería que se sintiera como en casa con un comienzo especial: «Suelo regalarle flores, pero llega a pasar la Navidad aquí en Málaga y quiero que sea algo único», confesó durante la espera. «A ver qué le parece», añadía apenas unos minutos antes de que apareciese ella y se fundieran en un abrazo y beso que bien podría ser una escena de 'Love Actually' con todos los ojos puestos en ellos.
También los ojos de ilusión, los 'sprint' con los brazos abiertos y los abrazos más tiernos estaban en los pequeños que esperaban y llegaban a estos reencuentros. La ternura de Irene de la Obra con su hija y su padre reflejó el espíritu más navideño: «Vamos a ver si la abuela nos ha preparado las peladillas, las gambas y el turrón», detallaba con ilusión Irene mientras su pequeña gritaba «¡Bien!» en un abrazo con su abuelo. Ella llegaba con su familia desde Nottingham y el abuelo estaba esperándolas con los brazos abiertos para regresar a casa: «Hombre... Si es que... ¡Con seis añitos! Ella cuenta los días para venir a España», explicaba el abuelo sin dejar de mirar a su nieta. Llevaban sin verse unos cinco meses, pero les parecía un mundo.
Un mundo que ahora se une como el de miles de familias que están reencontrándose en estas semanas para poder celebrar la Navidad, que ya es la mejor excusa para poder volver a casa y sentirse, nunca mejor dicho, con la ilusión de un niño pequeño.
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