La presión del bachillerato: una nota cada año más alta
La calificación media de los alumnos de Bachillerato ha crecido en la última década casi un punto y está ya en un 8,34, lo que eleva cada año las notas de corte para entrar en la Universidad
La selectividad se ha convertido en una oposición para la que los estudiantes se preparan durante los dos años de Bachillerato: de esa nota depende ... que puedan estudiar la carrera que quieren y buena parte de su futuro profesional, así que esa etapa de nervios para los estudiantes y sus familias se vive con agobio. Para aumentar la presión, la calificación media con la que acaban el instituto es cada vez más alta, lo que está empujando a una subida de las notas de corte.
Este elevado nivel de exigencia y los resultados serían un motivo de satisfacción si no fuera porque para entrar en la mayoría de las carreras no basta con aprobar, sino que hay que sacar nota y no precisamente baja: en el último curso había ya nueve titulaciones que pedían más de un 12 (sobre 14), lo que supone que para estudiar esos grados hay que llevar una media casi de diez en el instituto y hacer un gran examen de selectividad.
Calificaciones
La calificación de Bachillerato de los estudiantes de Málaga ha ido subiendo en los últimos diez años: de un 7,44 en 2011 al notable alto (8,34) del último curso. Es decir, que la mayoría de los que aprueban se mueven entre el notable y el sobresaliente. Sin embargo, la nota de selectividad está todos los años por debajo: el 6,154 de 2012 fue la calificación más baja y las de 2020 y 2021, que se hicieron con el 'modelo pandemia' (un único examen con más opciones para elegir por parte de los alumnos), las más altas, con un 6,579 y un 6,982 respectivamente .
Pero esto no quiere decir que sepan más. A juicio de José Ignacio Rivas, catedrático de Organización y Didáctica Escolar de la UMA, la calificación «no mide lo que los chicos han aprendido, el aprendizaje es otra cosa. Es una especie de legitimación de lo que se está haciendo, que tiene que ver más con la estandarización del conocimiento que realmente con el aprendizaje».
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«En clase se respira un ambiente de agobio y nervios que te contagia»
Una opinión que comparte Ana Cobos, orientadora y presidenta de la Confederación de Organizaciones de Psicopedagogía y Orientación en España (COPOE): «Esas notas son el resultado de que los alumnos sienten la presión y responden mejor a las exigencias del sistema, pero salen peor formados y adquieren menos contenidos que hace unos años, porque los temarios son menores. A un profesor de Literatura, por ejemplo, le encantaría avanzar en contenidos que posibilitaran el gusto por la lectura y, a lo mejor, se tiene que centrar en el comentario de texto. Así ganan en nota, pero pierden en otras cuestiones».
Tampoco los centros escapan a la presión de la nota. «Todos los años -dice Rivas- se publican los alumnos que quedan primeros en selectividad y en qué centros estudian, que no es un ranking como tal, porque no es legal darlo, pero suponen uno implícito. Algo que le interesa sobre todo a la privada, que tiene que vender que sus alumnos son los primeros. Sin embargo, los institutos con mejores resultados casi siempre son públicos, aunque hay algunos privados que están arriba también».
«Sin que sea algo explícito, hay cierta cultura de que hay que ayudar un poco a los chicos que aprueban y se presentan a la selectividad»
Cada centro tiene su política interna de calificaciones. Rivas explica que el profesorado de bachillerato tiene unos niveles de exigencia altos, porque siguen teniendo el aura de que enseñan a los 'elegidos' para ir a la Universidad, pero reconoce que «existe cierta cultura de que hay que ayudar un poco a los chicos que aprueban y se presentan a la selectividad , sin que sea algo explícito. Y en los que hay dudas de si van a aprobar, sobre todo en la privada, pues se tiende a no presentarles para que no bajen el ranking. Todo lo que ocurre en torno a la calificación es una dinámica perversa».
Cobos cree que esa 'cultura de ayudar' se da en la privada y en la pública, porque «la educación es optimista per se, es creer que las personas van a mejorar y si alguien va a hacer una carrera para la que se pide una nota muy alta y tiene buena actitud, pues no se castiga al alumno cuando una centésima puede ser decisiva. Luego está lo de los últimos años. La 'virgen de la pandemia' se les apareció a muchos, que aprobaron y, en condiciones normales no lo hubieran hecho. Ahora acabamos de tener la primera evaluación de segundo de bachillerato con unas notas malas, pero esta es la promoción que acabó 4º de la ESO en pandemia, luego hicieron 1º en semipresencialidad y ahora les cuesta coger la dinámica de venir a clase y llevar todas las asignaturas al día».
«Pensar que con 15 años o 16 ya saben lo que quieren hacer es una utopía. Por eso hay tantos que se cambian en primero de carrera»
La edad a la que tienen que decidir unos itinerarios bastante cerrados es otra de las cuestiones que inquieta a muchos chicos. «Pensar que con 15 años o 16 ya saben lo que quieren hacer es una utopía -sostiene Rivas-. Con esa edad los que lo tienen claro es porque tienen un mandato familiar por tradición o por cultura. Muchas veces deciden qué hacer en la cola para entregar los impresos. Por eso hay tantos que se cambian en primero de carrera». En este sentido aboga por un sistema más flexible, tanto en bachillerato como al comenzar la universidad, que les permita ir definiéndose y estudiar sin ser tan cerrado.
Todas las carreras tienen una criba: unas veces se produce antes de entrar, otras durante y otras después
Cobos apuesta por la orientación desde que son pequeñitos y sobre las altas exigencia les explica a sus alumnos que, al final, todas las carreras tienen una criba: en las sanitarias se produce antes, porque es difícil entrar, pero luego son asequibles y con buena inserción laboral; las técnicas tienen la criba durante: es fácil acceder, pero tienen un abandono enorme en primero y es difícil que la gente haga curso por año, aunque cuentan con buenas salidas, y luego hay carreras que tienen la criba después, sobre todo de letras y de sociales: es fácil entrar y hacerlas, pero luego es difícil trabajar en lo tuyo. «Eso se lo cuento a los niños para que sepan que en algún momento van a tener que pasar una criba de estudiar o de esforzarse, que no te van a regalar nada».
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