Muertes sin despedida ni velatorio: cómo gestionar el duelo
La prohibición de los funerales y la reducción al máximo de los entierros pone a prueba al ser humano en uno de sus procesos más dolorosos. Aquí, algunas recomendaciones para iniciar el duelo a pesar de que el último adiós no haya sido posible
El abrazo cercano y cálido de los familiares y amigos, las palabras de consuelo y los «todo irá bien» al oído, los ritos de despedida, ... la mano a la que agarrarse... Perder a un ser querido es uno de los trances más extremos a los que se enfrenta el ser humano, y ese reencuentro balsámico con el círculo próximo en el momento del último adiós representa, en todos los casos, un sostén sobre el que construir todas y cada una de las etapas del duelo. Más allá de una cuestión cultural y social, es una necesidad vital. Es el momento, además, de pasar los últimos momentos junto al familiar fallecido, de velarlo y de recordar los lazos de afecto para encontrar, en ese último gesto de respeto y homenaje, algo de consuelo.
Pero ese acompañamiento necesario no es posible en estos momentos excepcionales. La prohibición de los velatorios y los funerales, y la reducción al máximo de los entierros para preservar la salud colectiva en la lucha del coronavirus ha convertido el momento de la despedida en un trance atroz para los que se enfrentan a ese último adiós en soledad. La decisión es compartida por todas las ciudades, entre ellas Málaga, donde se ha restringido al máximo el acceso a los camposantos y se han impuesto estrictas medidas de seguridad a la hora de trasladar y dar sepultura a los fallecidos. Ahora el ritual que da inicio al duelo desaparece, y con él muchas de las herramientas que facilitan el tránsito por esa dolorosa pérdida.
«Es fundamental encontrar estrategias que permitan ese recorrido de una manera saludable y evitar así que el duelo entre en el terreno de la patología«. La reflexión la pone sobre la mesa la psicóloga y trabajadora social Cristina Ruiz, en primera línea de atención a los afectados de la mano de la asociación Alhelí y especialista en ese acompañamiento a las familias que han sufrido pérdidas, en muchos casos traumáticas. Algunas de ellas tampoco pudieron despedirse porque la muerte pilló por sorpresa a sus seres queridos: un accidente de tráfico, un infarto, un suicidio, una muerte súbita... «Pero quedaba ese consuelo simbólico de la compañía, saber que a pesar de la pérdida está el calor de la gente cercana. Esta situación, sin embargo, es absolutamente excepcional», añade la especialista, que en estos días trabaja con el equipo de psicólogos de Alhelí para dar la asistencia necesaria en estos casos y a la vez, seguir sosteniendo a las personas que ya acudían a terapia antes del confinamiento para superar sus propios duelos.
En este escenario inédito, Ruiz distingue dos fases fundamentales: la del estado de 'shock' que provoca la pérdida de un familiar cercano a causa del virus y la obligación de permanecer aislado en casa «sin ese cariño ni acompañamiento social» y otra posterior relacionada con la gestión de la pérdida. Para empezar las diferentes fases del duelo en estas circunstancias excepcionales, la psicóloga insiste en que es fundamental «tomar conciencia de la realidad y empezar a elaborar la despedida aunque no hayas estado presente en el momento del adiós«. Sentimientos como la negación, la culpa o la rebelión ante esta situación son humanas y naturales, pero es necesario -subraya Ruiz- «aceptar que esto está pasando, que es algo excepcional y sobre todo que es nuevo para todos. Hay que entender que nos enfrentamos a un virus altamente contagioso y que esto es lo que hay que hacer, protegerse y entender que no se puede hacer nada contra las normas«.
Además, el hecho de no poder mantener el contacto físico con el núcleo cercano de familia y amigos no impide que ese contacto se realice a través del teléfono: «Llamadas, videoconferencias, redes sociales... Las personas siguen estando ahí para apoyarnos y aconsejarnos, para darnos ese calor que necesitamos»... En este sentido, la psicóloga de Alhelí insiste en que es «bueno desahogarse, y sobre todo evitar el distanciamiento emocional».
Escribir una carta, mandarle un audio al enfermo en sus últimas horas y, sobre todo, ser consciente de que la despedida «sólo se pospone» pueden ayudar en las primeras horas de duelo
Lograr que ese tránsito necesario para encontrar algo de paz depende mucho de «de las herramientas previas que tenga la persona, de su soporte social y sobre todo del tipo de relación que el doliente (la persona que se enfrenta al duelo) haya tenido con el familiar fallecido: si ha habido mucha dependencia emocional o por ejemplo si ha sido durante mucho tiempo su cuidador principal«, sostiene por su parte Araceli Ortega, psicóloga especializada en catástrofes y compañera de Cristina Ruiz en Alhelí. La especialista aporta un dato para la esperanza, ya que a pesar de que en estos casos «no exista la despedida no hay por qué suponer que este tipo de duelo se vaya a complicar si se gestiona de la manera adecuada«. En este sentido, hay que recordar que la ciencia diagnostica como duelo patológico aquel que seis meses después de la pérdida sigue provocando en la persona »la misma sensación de dolor intenso«, explica Ortega.
Por eso, para evitar que ese proceso se complique, ambas especialistas ofrecen otras recomendaciones muy concretas. En primer lugar hay que confortarse con el hecho de que ese familiar, por lo general, «no ha muerto solo aunque lo haya hecho sin nosotros». «En el hospital ha encontrado el cariño y el soporte de los sanitarios, que hoy en día trabajan en esa línea llamada del 'buen morir'». Escribir una carta de despedida e incluso hacer llegar a los profesionales que atienden al enfermo un audio de la familia para que éste pueda escucharlo «en sus últimos momentos es bueno para ambas partes, para la que se va y para la que se despide».
En casa, además, es necesario dedicar unos cuantos días -«pero no muchos», recomiendan las expertas- a cumplir con ceremonias concretas y sencillas de despedida que nos permitan contactar emocionalmente con esa persona: «Rezar si eres creyente, poner un pequeño espacio con velas o dibujos...». Y sobre todo, entrenar la certeza de que, una vez que esto pase, «se podrá celebrar una despedida al familiar donde, ahora sí, se recibirá el calor de los más cercanos».
Una vez superada esa fase inicial, existen otras estrategias que aportan calma y serenidad. En este caso, Ruiz se refiere a gestos como «repasar fotos de ese familiar, de la época en la que estaba bien para recordarlo en sus mejores momentos; escuchar la música que le gustaba o incluso cultivar sus aficiones«. Y pone un ejemplo práctico y reciente: »Una de las familias a las que atendemos tuvo una pérdida por el Covid-19 hace un par de semanas. Para ellos fue balsámico recuperar los juegos de mesa que tanto gustaban a su ser querido...«.
Cartas de apoyo
Pero si esas fórmulas no funcionan, siempre queda la posibilidad de pedir ayuda. En este caso telefónica a través del teléfono 645 668 890, con los profesionales de Alhelí al otro lado. El grupo lleva días trabajando, de hecho, en esta atención más especializada a las familias, y también ha puesto en marcha en redes sociales (en sus perfiles de Facebook e Instagram) una iniciativa de consuelo y soporte en la que participan los protagonistas de otras pérdidas igualmente traumáticas y que ya antes del confinamiento acudían a la terapia de la asociación: ahora, son ellos los que ayudan y empatizan con los que se enfrentan al duelo a través de cartas. «Es un ejercicio que ayuda en un doble sentido: a los que escriben porque continúan con su proceso de sanación y a los que la reciben porque ven que alguien que ya ha pasado por ahí los entiende«.
Ya ha pasado por ahí, por ejemplo, una mujer que se presenta como 'la madre de Pablo'. Ella está convencida de que ahora tiene a su hijo «de otra manera». «Nunca estarán más cerca de vosotros que ahora en esencia, con sus recuerdos, en vuestra memoria; escuchar sus canciones, ver sus películas y hacer los viajes que antes compartíais, porque si seguís diciendo su nombre y recordándoles sólo habrá muerto su cuerpo. Lo demás estará con vosotros«, escribe en su carta.
A ese abrazo colectivo, desde la distancia, también se suma una chica que perdió hace seis años a su hermana y a su sobrino «víctimas de la violencia de género» y que tampoco pudo despedirse. «Comprendo vuestra ira porque no tocaba, comprendo vuestra tristeza por lo que quedó pendiente entre vosotros (...)». «¿Vivir? Sí, por vosotros, por quien se ha ido, por quienes queréis y os quieren y necesitan (....). Le quedaron cosas por hacer, hacedlas y las hará a través de vosotros«. Ese es el margen de la esperanza, el último mensaje de otros que ya han recorrido parte de ese camino y que firma G. en su carta: «Recordarlos es traerlos de nuevo a la vida».
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