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Sus escaleras mecánicas fueron un auténtico símbolo de modernidad en la Málaga de los años 70. 'Cuatro inmensas plantas totalmente acondicionadas con escaleras mecánicas, ascensores ... programados y música ambiental', rezaban los carteles que anunciaban su apertura. Medio siglo después, esas escaleras llamadas a revolucionar el comercio del Centro están paradas, fiel reflejo de la vida que late en su interior.
Galerías Goya, el primer centro comercial que abrió sus puertas en Málaga, cumple este mes 50 años con luces y sombras. Llamado a convertirse en todo un referente comercial de la ciudad, su enorme superficie subsiste en una zona rodeada de bares sin apenas llamar la atención de locales ni visitantes. Su interior ha quedado para unas pocas tiendas de artesanía y para ejercer como almacén de los numerosos bares que hay en los alrededores.
Galerías Goya se inauguró en diciembre de 1974 y su estreno supuso una auténtica novedad en la ciudad. El sustituto de los históricos cines Goya, uno de los lugares de culto en la ciudad y en donde se estrenaban las principales películas de la época, cuenta con cuatro plantas comerciales, cuatro de oficinas y un sótano con trasteros; un mix empresarial que dificulta su gestión pese a encontrarse en pleno centro neurálgico de la ciudad.
Aunque la zona de oficinas funciona con aparente normalidad, la galería propiamente dicha está repleta de locales en alquiler o directamente cerrados al público. «Al centro le falta vida; aquí entran muchos turistas y se dan la vuelta cuando lo ven todo cerrado», reconoce uno de los que resisten en su interior. Y es que dentro, como ya se ha comentado, las escaleras están paradas, la música ambiente ya no suena por los altavoces y el poco paso de personas hace desistir a quien no entra por un motivo concreto.
Rafa y Mónica, quienes realizan el comentario anterior, llevan 42 años en el recinto y recuerdan que «nunca ha tenido una gran acogida». Propietarios de la tienda de bisutería Docombi, aseguran que todas las personas que entran es porque van a buscar una tienda que saben que está en el interior y no a pasear. «Hay muchos almacenes de bares y eso tampoco ayuda», añaden.
Ellos se encuentran junto a una de las dos entradas que tiene la galería (a la que se accede por la calle Calderería y por la plaza de Uncibay) y sobreviven gracias a la enorme cantidad de clientes que ya les conocen por el paso de los años y por contar con uno de los pocos escaparates exteriores. Sin embargo se quejan de que la vida comercial no es la misma que en un centro al uso porque cada uno de los propietarios tiene intereses diferentes. A modo de ejemplo recuerda que ellos no pueden abrir los domingos; otro hándicap que dificulta la llegada de firmas que ejerzan de locomotora.
El edificio cuenta con 120 fincas entre oficinas y locales comerciales con usos dispares. En su interior hay centros de psicología, costura, tejidos, informática, tatuajes o limpieza de apartamentos turísticos. Por lo general se trata de establecimientos que deben salir a buscar su clientela, ya que no reciben a gente de paso. «Aquí una tienda de moda que necesite el paso de gente no puede funcionar», razonan de forma gráfica los empresarios.
Almudena Varga es otra de las empresarias veteranas en el centro. Su tienda, Cose Todo Almudena, lleva ya once años en el complejo y cuenta con una importante clientela forjada con el paso del tiempo. «Aquí tienen que venir a buscarte porque público hay muy poco», insiste. «El centro está triste, pero a mi me va muy bien», añade como justificación. Para ella sería importante que todas las tiendas abrieran y cerraran a la misma hora para lograr que los clientes se acostumbren a entrar y pasear por él.
Durante un tiempo, a principios de 2009, el Ayuntamiento de Málaga trató de impulsar el recinto con la creación de una incubadora de empresas en su interior. El Consistorio anunció que una decena de locales se iban a habilitar para acoger a embriones de futuras tiendas que pagarían un alquiler rebajado. Podían optar a estas plazas a precios reducidos negocios que empezaran su actividad o aquellos que carecieran de local y llevaran menos de seis meses de actividad, pero apenas funcionó unos pocos años.
También hubo otro intento de reactivar su vida poniendo en marcha las escaleras mecánicas. Fue gracias a la inversión realizada por uno de los propietarios, pero también fue en balde. Al ser tan antigua y llevar tanto tiempo parada, su mantenimiento mensual suponía un desembolso muy elevado y la mayoría de los propietarios se negó a abonarla obligando a pararla de forma indefinida.
Otro de los negocios que ya se ha asentado en la galería es Tejidos Marfil. Su propietario, Alejandro Marfil, lamenta que la vida comercial «está un poco apagada» y lo achaca a la gran cantidad de locales que se utilizan como almacén. «Sólo en mi planta hay cuatro y un quinto local que siempre está cerrado», resume. A su juicio sería importante darle algo más de vida para que fueran más clientes. «Si yo fuera una empresa nueva, me lo pensaría muy mucho antes de instalarme aquí porque no hay ambiente», razona.
Pese a todas estas variables, Curro, el actual presidente del centro, considera que se encuentra en un buen momento, con muchas tiendas y despachos especializados. «Tenemos un poco de todo; estamos en pleno Centro y los alquileres no son muy elevados», opina. Añade que la galería ha vivido momentos peores y que actualmente se encuentran muy bien de ocupación, pese a los carteles de se alquila que cuelgan de sus puertas. Será cuestión de perspectiva, pero los clientes, con sus visitas o ausencias, sean los que a la postre dicten sentencia.
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