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Jueves, 25 de noviembre 2021, 12:38
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El Aula del Mar empieza a salir a flote tras una larga travesía en la que ha estado al borde del naufragio por culpa de una pandemia que redujo a cero su actividad...y también su cuenta corriente. Por eso, cuando la mayoría de los museos de Málaga reabrieron sus puertas en mayo de 2020 tras dos meses de clausura obligada por el Covid, Alborania continúo cerrado a cal y canto debido a la falta de pulmón financiero. Ahora, el buque insignia de esta entidad malagueña fundada en 1989 por unos universitarios amantes del medio marino se prepara para su reestreno. Aunque las visitas de escolares se recuperaron hace dos semanas, el espacio museístico enclavado en el Palmeral de las Sorpresas del puerto de Málaga abrirá al público el próximo 20 de diciembre.
Un hito que será posible gracias al convenio suscrito con el Ayuntamiento de Málaga por el que, a cambio de organizar actividades y programas de educación ambiental, el Aula del Mar tiene asegurada una inyección de 150.000 euros. El problema es que este montante apenas representa un tercio de lo que necesitan para garantizar la continuidad de esta entidad que también gestiona, con recursos propios, el Centro de Recuperación de Especies Marinas Amenazadas (Crema).
«Este primer acuerdo es el que nos permite sacar del ERTE a los trabajadores (son 17) y acometer la inversión necesaria para poder abrir», comenta el presidente de la entidad, Juan Antonio López, quien confía en que en los próximos meses también se materialicen sendos convenios similares con la Diputación y la Junta de Andalucía, a los que ambas administraciones se comprometieron en respuesta a la voz de alarma lanzada por el Aula del Mar el pasado mes de marzo.
«No pedimos una subvención sin más; lo que proponemos es un convenio que nos dé estabilidad para seguir trabajando en la investigación y la educación ambiental», esgrime López mientras revisa el estado del acuario, que se encuentra vacío desde marzo de 2020 (algunas especies fueron trasladadas al Crema y, la inmensa mayoría, devueltas al mar) y que está siendo objeto de una profunda transformación en el marco del nuevo rumbo que se le va a dar a Alborania en particular y al Aula del Mar en general para potenciar su faceta dedicada a la conservación de la biodiversidad marina. Además, se pretende extender su radio de acción más allá del Mar de Alborán hacia el Mediterráneo.
«Vamos a seguir mostrando la vida marina, pero nos vamos a especializar más aún en la conservación promoviendo el cuidado y la repoblación de especies amenazadas que vamos a traer de otros centros donde se están reproduciendo en cautividad, y toda nuestra labor estará a la vista de los visitantes», comenta. Lo mismo ocurrirá con el espacio dedicado a la tortuga marina, donde junto a la piscina donde se recuperan los ejemplares rescatados se va a habilitar una especie de hospital marino, y también se va a ampliar el espacio dedicado a las aves marinas, a la conservación del caballito de mar y a las praderas de posidonias, e incluso está previsto reconvertir una sala en zona de cultivo de medusas.
Muchas ideas y poco presupuesto, de ahí que a la espera del reclamado respaldo institucional habrá que ir acometiéndolas poco a poco con el dinero que se obtenga de las entradas al museo, cuya tienda también ha crecido en un intento de rentabilizar más las visitas, y de las entidades que eligen esta ubicación privilegiada frente al mar para organizar sus eventos.
Pero los cinco fundadores del Aula del Mar (el propio Juan Antonio López, junto a Cristina Moreno, José Luis Mons, Juan Jesús Martín y Francisco López) tienen claro que son una institución social, no una empresa mercantil, por mucho que con el paso de los años se haya profesionalizado. De ahí que consideren que el futuro del Aula del Mar a medio y largo plazo pasa por convertir la entidad en una fundación y así poder dar entrada a patronos tanto públicos como privados.
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