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Enrique Viguera, en la Facultad de Ciencias. Fran Acevedo
Un laboratorio de futuro

Un laboratorio de futuro

Vidas con huella ·

A Enrique Viguera le duele que Málaga juegue a capital cultural y arrincone la ciencia, una inercia contra la que empuja hace 15 años junto a otros profesores. Lo hacen desde ‘Encuentros con la Ciencia’, una idea sólida pero sin sede, hiperactiva como él y que además abre a los escolares más curiosos los laboratorios de la UMA para que se hagan preguntas con la bata puesta

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Domingo, 1 de abril 2018, 00:15

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Las colas de público pueden llegar algunas veces hasta la sección de Informática. No es por las ofertas o por una sesión de autógrafos de un fugaz asteroide adolescente sino por una exposición sobre neurociencia y alzhéimer que lleva a cientos de personas hasta El Corte Inglés. ‘Camino de la memoria’, como la mayor parte de las conferencias y exposiciones de ‘Encuentros con la ciencia’, tiene un público fiel y creciente. La necesidad crea el órgano, y ‘Encuentros con la Ciencia’ es desde hace 15 años la herramienta decana de la divulgación científica en Málaga, con plaza fija en la sala Ámbito Cultural después de cien eventos y 70.000 visitantes. Sus promotores afinan con temas de la agenda pública que afectan a todos, el gancho de títulos aligerados de jerga extrema–‘Bioética de la edición del genoma humano’, ‘Mostrando el camino de la inteligencia a las máquinas’, ‘Neuromitos, no te creas ni media palabra’, ‘Qué difícil es ser humano’, ‘El sabor de las matemáticas’, ‘Ver para no creer’...– y unos protagonistas de absoluto lujo: Margarita Salas, Francisco Mojica, Mariano Barbacid, Lluis Montoliu, Teresa Giráldez, Agnès Gruart... En la tramoya discreta del invento, premiado a nivel nacional, está el entusiasmo desinteresado de un grupo de profesores –«mitad hombres y mitad mujeres», hace valer Enrique Viguera la excepción– a los que lidera para sacar la ciencia de los laboratorios y llevarla al público en general, pero sobre todo a escolares a los que pulir la madera de futuros científicos e investigadores. La vocación de Viguera se despertó ya empezada la carrera de biología. «Un tío mío trabajaba en un laboratorio farmacéutico de Barcelona y el contacto con investigaciones y equipos punteros de los que entonces en nuestras universidades me despertó el interés. Así que no me importaba levantarme a las seis de la mañana», explica quien fue un joven apasionado por el mundo de los minerales y que haría carrera como genetista de élite, pionero en la secuenciación del genoma de bacterias. No le costó marcharse fuera. «Mi madre, encantada, me regaló un libro de cocina. Me dijo que era lo que necesitaba», cuenta ese primer paso al que invita a perder el miedo a los universitarios. Con menos esfuerzo tiene diseccionado el frustrado Museo de las Gemas, del que supo de su mutación a fiasco desde primera hora. ‘Encuentros con la Ciencia’ no tiene espacio físico y Viguera y su equipo están a la que salta. «Sabíamos que el proyecto lo habían intentado colocar en ciudades como Granada. Si nos hubieran consultado desde el Ayuntamiento no se habría cometido aquel error, asociado a otro supuesto museo de la vida y de la tierra. El dinero gastado al final es más de lo que costó el Parque de las Ciencias de Granada», lamenta una de las oportunidades perdidas. No la única. «Hace unos años teníamos cerrado el apoyo de una fundación de EE UU, pero fue imposible avanzar nada para instalar un centro de divulgación activo y abierto en el antiguo Colegio San Agustín», dice.

Más de cien eventos y 70.000 participantes suman los 15 años de vida de ‘Encuentros con la Ciencia’

El saldo de frustraciones que atribuye a la «incultura científica de nuestros políticos» no se detiene: «Hace dos años, la ‘Noche en Blanco’ se planteó centrada en las estrellas y la astronomía, y al final se echaron atrás en el Ayuntamiento. Tergiversaron la historia y trajeron a Chenoa», se indigna ante el ecosistema dominante. «Perseguimos que haya un espacio dedicado a la ciencia en Málaga porque es parte de la cultura, pero parece que los políticos no se enteran de que estamos en la era de la tercera cultura, que no es ciencia ni letras, una clasificación que es una anomalía española», airea la frustración en su despacho de la facultad de Ciencias. «En vez de llevar al niño siempre a un parque de bolas, se podría llevar a un lugar donde aprendiera y se divirtiera. Sería fabuloso, pero no vemos vemos el apoyo a esa potencialidad», recrea la oferta de ese centro para el que –apunta– «sólo necesitaríamos cuatro personas, entre ellas un periodista científico».

Altas capacidades

Las actividades de ‘Encuentros con la ciencia’ pueden ser a cielo estrellado, a salón de actos abarrotado e incluso a laboratorio universitario abierto los sábados para que interactúen entre sí y con investigadores voluntarios alumnos de hasta 17 años. En colaboración con la Asociación de Altas Capacidades de Málaga, Viguera coordina a un grupo de 40 profesores comprometidos en la iniciativa GuíaMe, gracias a la que 250 alumnos se enfundan la bata para el contacto con la investigación, proyecto pripio incluido. Son ya seis años y más de medio millar de alumnos. «Además de los calzoncillos de Ronaldo o del famoso de turno también se puede hablan del origen del universo», sintetiza parte de la propuesta de acercar a todos los niños a la realidad científica.

Los siete promotores de ‘Encuentros...’ dedican mucho tiempo a buscar patrocinadores y colaboradores, sobre todo privados, porque en lo público el techo no parece de cristal sino de metacrilato, incluso en casa propia. «La UMA podría hacer mucho más, y tendría que vender mejor su potencial investigador. Cualquier universidad anglosajona tiene un equipo de profesionales dedicados a lo que hacemos nosotros», asegura.

Viguera sacó plaza de profesor de genética, en 2003, después de trabajar como investigador en París y Madrid. Coincidió en la Málaga de su niñez, donde su padre fue directivo de Tabacalera, con José Lozano, boquímica y compañero de carrera. También en esto rige el no hay dos sin tres, y la bióloga Ana Grande, hoy su mujer, se sumó al grupo fundacional de una iniciativa que nació ante el vacío de divulgación científica. Con su bagaje de investigadores de primer nivel –también ella retornó a España como él con una beca Ramón y Cajal–, traían también el gusanillo divulgador que en el caso de Viguera desarrolló en su último puesto en el Instituto de Astrobiología.

¿Catedrático para cuándo?

– Antes tendré que terminar cuatro publicaciones científicas pendientes. ‘Encuentros con la Ciencia’ no me deja mucho tiempo.

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