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Miran al futuro sin perder de vista el pasado. Es su guía, su referencia, su fuente de inspiración y conocimiento. A donde vuelven cuando el abrumador presente tecnológico, de consumo rápido y productos 'low cost' amenaza su esencia. Usan sus manos, sin prisas y con paciencia, para moldear piezas únicas o crear otras con siglos de historia con un barniz contemporáneo; no hay reloj ni tiempo que marque las horas de trabajo. En sus talleres no hay cantidades; solo unidades irrepetibles. Se ganan la vida con un talento innato solo cincelado por la sabiduría que otros les transmitieron. Son los artesanos del siglo XXI, guardianes de la tradición y herederos de unos oficios no siempre bien valorados ni económica ni socialmente.
Cuatro de ellos, malagueños, han sido reconocidos por la Junta de Andalucía con la Carta de Maestro, que los acredita profesionalmente tras haber desempeñado, al menos, 15 años el oficio. José Bienvenido Angulo, Joaquín Salcedo Canca, Alicia Teresa Guerrero Núñez y Jonatan Díaz Navarro son los distinguidos este mes de abril coincidiendo con los Días Europeos de la Artesanía. «Somos conscientes de lo sacrificado que es vivir de la artesanía, pero el valor de las obras que creáis es incalculable, porque el producto de un artesano es resultado de pasión, amor y vocación», subrayó la delegada provincial de Empleo de la Junta, Carmen Sánchez, en el transcurso del acto.
En la actualidad, el Registro de Artesanos de Málaga cuenta con 149 profesionales, 13 empresas y una asociación. Además, el municipio de Mijas, con diez talleres a pleno rendimiento, ha sido declarado Zona de Interés Artesanal.
El sector, que recibió en Málaga algo más de dos millones de euros en subvenciones en 2024, lucha por hacerse un hueco en la economía de la provincia, consciente de su capacidad para generar valor, bien a través de la creación de empleo, de su potencial para retener a la población y que no tenga que buscar oportunidades fuera y de su atractivo para captar turismo.
De su vida como artesanos, de su dedicación y dificultades para sobrevivir en oficios que parecen de otras épocas, hablan a SUR los cuatro profesionales premiados.
Su talento viene de lejos. Estaba en el instituto cuando un profesor, atónito con la pulcritud y perfección de la figura de dibujo técnico que le presentó José Angulo (Tetuán, 1963), le expresó su admiración: «Es que no puedo ponerte un 11; si no, lo haría». Aquella destreza la canalizó formándose en Diseño y Decoración en la Escuela de Arte de San Telmo, aunque vio que su verdadera pasión era el modelado de barro y, con el tiempo, la pintura sobre azulejos. De autónomo y desde un pequeño taller en su casa, se dio a conocer. Vendía por Internet, pero el espacio se quedó pequeño no solo para exponer sus trabajos, sino también para impartir clases y transmitir todo ese conocimiento. Ahora, comparte taller en Mijas Pueblo con otros cinco artesanos y no faltan encargos de formas y tamaños diferentes, aunque siempre fiel a la técnica mayólica, consistente en la utilización de un esmalte blanco como cubierta del azulejo antes de pintar los pigmentos de óxido de minerales.
En sus 40 años de oficio, ha habido «altibajos», pero asegura que nunca le ha faltado el trabajo. Ayuntamientos, hoteles, empresas, cofradías, comunidades de vecinos y también particulares han recurrido a sus creaciones para imprimir personalidad a su cartelería o murales. Entre los más grandes que ha realizado (9 metros de largo por 1,20 de alto) se encuentra el encargado por una mercantil conservera para presidir la fachada de la sede con el nombre y el color azul corporativo. ¿El precio de sus obras? «Pues depende de los motivos y la complicación, aunque el metro cuadrado está entre 1.300 y 2.000 euros», detalla Angulo, quien no oculta el daño que han causado los productos 'low cost' procedentes del mercado chino a una artesanía que estaba bien valorada tanto en España como en Europa: «Es morralla barata y sin calidad», desdeña. Por eso, hace un llamamiento a las instituciones para que cuiden el sector y que el IVA de la artesanía (21%) se iguale al de los artistas (10%).
Era un niño cuando ya le tomaba prestada la máquina «de pedal» a su madre para dar forma a los tejidos. El 'madelman' con el que jugaba fue el primero en vestir sus propuestas. «Pero con la Semana Santa de Málaga descubrí el arte», recuerda. Cautivado por ella, por la belleza del bordado de sayas, mantos y palios, pero aún sin la formación necesaria para crear esas piezas únicas, Joaquín Salcedo (Málaga, 1971) empezó con 14 años a dar sus primeras puntadas y a beber del oficio en un taller profesional. Aprendiz vivaraz, incansable y perfeccionista, pronto descubriría otro mundo en los libros, otras técnicas empleadas en talleres sevillanos que le inspiraban y acrecentaban su curiosidad por este arte. Investigó y aprendió por su cuenta hasta emular a los grandes. «Hacía fotos a los bordados y después, ayudado por una lupa, diseccionaba cada puntada de la pieza para intentar reproducirlos lo mejor posible». Aquel taller en Málaga fue el punto de partida de un joven autodidacta, hoy profesional consagrado establecido en Sevilla. Entre sus muchos reconocimientos se encuentra el Escudo de oro Hermandad del Cautivo de Málaga (1991) y de la Hermandad de la Misericordia de Málaga (2005). Premio Nazareno del Año por su trayectoria profesional y la culminación del bordado del palio de la Virgen de la Trinidad Coronada de la Hermandad del Cautivo de Málaga en 2019 (hecho en seda e inspirado en una obra de Murillo) concedido por votación popular. Suya es también la saya de la coronación de la Virgen de la Soledad de Mena, «quizá la que tuvo más repercusión». Ahora se suma el título de Maestro Artesano, que Salcedo agradece: «Ayuda a que la gente te reconozca; ojalá se valorase más ser maestro de algo».
Asegura que tras estos reconocimientos hay amor al oficio y mucho sacrificio, actitudes que ahora no encuentra en los nuevos aprendices: «Aprender esto se tarda mucho y no lo aguantan; rápidamente se quejan si los corriges dos veces seguidas», relata Salcedo, quien lamenta igualmente cómo se ha perdido el respeto y el principio de autoridad. Y no solo entre quienes aprenden; también entre quienes compran. «Antes se respetaba lo que decía el profesional, pero ahora, como se busca lo barato, todo el mundo sabe de todo y opina; no se valora el conocimiento ni la dedicación que hay detrás». Y pone un ejemplo: el bordado a mano de un vestido para una virgen puede llevar un año de trabajo.
La llamada de SUR interrumpe su particular «pelea» con la IA. Alicia Guerrero (Málaga, 1968) lleva más de tres décadas dedicada a la cerámica artística, pero trata de mantenerse al día. «Los clientes vienen con un diseño hecho con Inteligencia Artificial y yo debo saber cómo se hace», expresa esta artesana, también reconocida por la Junta de Andalucía. Estudió patronaje industrial, porque su vocación inicial era la moda, pero «casualidades de la vida», un día cayó en sus manos un azulejo que tenía pintado un dibujo de Los Simpson. «Me encantó». Y lo que empezó como una afición, acabaría convirtiéndose en su profesión. Aplicaba los diseños que hacía por ordenador a los azulejos usando la técnica de la cuerda seca, que consiste en dibujar líneas con un elemento graso para separar los distintos colores de los esmaltes. El trazo graso actúa como barrera e impide que estos se mezclen durante la cocción.
Desde un local que le dejó su padre en 1997 forjó su carrera: «Hacía fotos de todos los diseños y visitaba comercios, decoradores, colegios… hasta que gracias a un proyecto de Promálaga ya tuve una web propia y empecé a recibir pedidos», explica. Uno de los más sobresalientes fue el encargado por un jeque árabe para una piscina de 17 metros. «El diseño, un fondo marino con peces y corales, hubo que hacerlo por piezas y montarlo uno a uno». Un desafío al igual que las escaleras del Pasaje Cantón de Mijas, una composición de flores en las que utilizó la perspectiva focalizada.
A su taller en calle Zamarrilla, donde trabaja desde 1997, acuden clientes que buscan distinguirse. «A la gente le sigue gustando tener algo único, diferente, que imprima personalidad y se salga del montón. Precisamente, eso es lo que nos diferencia del resto de comercios que venden todos lo mismo», expresa esta artesana, quien pone en valor su trabajo y lamenta que muchos se «escandalicen» del precio de una pieza única. «No conozco a ningún artesano que tenga un porsche en la puerta; trabajamos para vivir de este oficio que nos encanta».
Su fascinación de niño por la luz de colores al atravesar las vidrieras le llevó a investigar y a estudiar en profundidad tratados medievales que hablaban de técnicas y diseños. Tanta era su pasión que con 18 años pudo abrir su propio taller, que a día de hoy mantiene con el nombre de Vitromar en la plaza Daniel Casares en Estepona. Asegura que si bien las técnicas que se usan en la actualidad son prácticamente las mismas que antaño, los diseños sí han evolucionado. «En los años 90, en pleno boom de la construcción se hacía poco trabajo original y yo hui de eso; vendía menos, pero con el tiempo eso ha forjado mi identidad», subraya. De los 15 talleres que había años atrás en Málaga, solo quedan tres. «La demanda es como una montaña rusa», describe este maestro del vidrio, que actualmente trabaja en una vidriera de 100 metros cuadrados en el Palacio de la Tinta, en plena restauración.
A Díaz le gustaría formar a otros para que el oficio no se perdiera. «El que lo prueba, le gusta; es adictivo y creo que puede haber relevo». Sin embargo, lamenta que, en el fondo, a la profesión no le guste transmitir las ideas «porque tememos que sean competencia y al final nos las llevamos a la tumba».
Sin perder el buen hacer de décadas atrás, Díaz huye de las flores y los rombos «de siempre»; «hay que innovar », defiende. Su esfuerzo por perpetuar el arte de las vidrieras en la construcción ha sido fundamental para formar parte como miembro de la Red Nacional de Maestros de la Construcción Tradicional, ser también integrante de la comunidad de artesanos más importantes de Europa, Homo Faber Guid de la Fundaicón Michelangelo. También es miembro de la red INTBAU (International Network for Traditional Building, Architecture and Urbanismo) y de ARCOVE, la Asociación para la Restauración y la Conservación de Vidrieras de España. Ahora se suma el de Maestro Artesano: «No me hace mejor que la semana anterior, pero es un sello de calidad que avala mi trabajo».
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